Lograr producir alimentos de la tierra sobre la base de buenas prácticas agroecológicas siempre es una garantía. Si a ello se le suma la aplicación de la ciencia y la técnica, y los componentes aprendidos en la academia, lo conseguido será aún mejor.
Para Ramón Malagón, vecino de la demarcación de Herradura, en el municipio de Consolación del Sur, no hay mejor obra que la que sale del sudor de sus manos y del amor que le dedica al suelo que hoy cosecha.
Este ingeniero agrónomo hace alrededor de cinco años que decidió optar por la producción de alimentos en su patio, una tarea que asegura, es más que gratificante.
EL PATIO
A decir del propio Ramón, cuando decidió enfrascarse de lleno en la agricultura doméstica, su patio estaba lleno de malezas, basura y varios metros cúbicos de escombros. Sin embargo, con la paciencia que lo caracteriza, poco a poco fue limpiando su solar hasta convertirlo en un terreno yermo listo para sembrar.
“Este patio tiene alrededor de 425 metros cuadrados, y decidí limpiarlo completo para ponerlo a producir para mí, para mis vecinos, y también con el objetivo de colaborar con algunas causas sociales.
“Fue una labor titánica, pues los escombros que aquí habían no cabían en camiones, pero siempre se empieza con el primer paso. Ya a la vez que tenía y veía un espacio limpio, eso me regocijaba”.
Comenta que de aquí y de allá fue localizando recursos y desechos para hacer sus canteros y comenzar a organizar las tierras de acuerdo con lo que en un principio tenía pensado.
Asegura que cada día que pasa le coge más amor a lo que hace, ya que todo lo que le das a la tierra, esta te lo devuelve con creces.
“No hay día que me levante y no mire mi patio con pasión. Te reitero, los inicios fueron duros, pero pasaría todo ese trabajo y más nuevamente para sentirme a gusto como me siento hoy”.
Algo interesante, novedoso y hasta impresionante es que Ramón no utiliza productos químicos, pues entiende que con la aplicación de los desechos de sus cultivos le es más que suficiente.
“Logro que mi patio mantenga la frescura de los suelos y la calidad de las producciones que da con mucha dedicación y tiempo. Preparo la tierra lo mejor que puedo, plantando cada cultivo en la época óptima para él.
“Igualmente, hago las rotaciones necesarias para que el patio se mantenga sin perder sus atributos en cuanto a propiedades, salinidad, oxigenación y demás. Algo importante es que conformo mis propios fertilizantes y mis pesticidas e insecticidas, bajo la base de lo natural”.
A la par, para que sus producciones gocen de una calidad extrema, fabrica su propio compost, el cual reposa durante alrededor de cinco meses antes de su aplicación.
“Poco a poco he ido introduciendo especies animales para conformar módulos avícolas y porcinos, que a mediano y largo plazos también me permitan alcanzar una soberanía alimentaria en ese aspecto”.
PRODUCCIONES Y SOBERANÍA ALIMENTARIA
Según Ramón, sus cosechas, las cuales rondan los seis kilogramos por metro cuadrado, tienen como destino principal a su familia, a personas vulnerables de su entorno. No obstante, siempre deja lugar para serle útil a la sociedad con donativos frecuentes a las escuelas de la comunidad.
Advierte, en cambio, que dedica una parte a la comercialización, con el fin de generar ingresos que a corto plazo revierte en su patio.
“Siempre trato de tener lechuga, col, tomate, acelga, ají, pimiento, malanga, maíz, habichuela, cebolla, cebollino, pepino, yuca y plátanos. Parecen muchas, pero en realidad, aunque estoy muy agradecido, quisiera tener más”.
Durante este reportaje, a la pregunta sobre la factibilidad de conseguir una autosustentabilidad y una soberanía alimentaria, Ramón, de forma inmediata, alegó una certeza y seguridad inquebrantables.
“La soberanía alimentaria sí es posible, y muestra de eso es lo que yo tengo aquí en mi patio hoy. No es menos cierto que depende en gran medida de políticas propias para su desarrollo, así como el establecimiento de prioridades que partan desde las delegaciones de la Agricultura y que respondan al buen uso de los suelos.
“Pero te digo, si todo el mundo se pusiera con voluntad e hiciera lo mismo que yo con un pedacito de terreno, no te voy a decir si otro gallo cantaría y la realidad fuera otra”.
Por último, confesó que no está satisfecho, pues el ser humano siempre necesita más, y cuando de verdad se ama lo que se hace, se es un eterno inconforme.
“Para serte sincero, me gustaría contar con un pequeño sistema de riego para poder aplicar otra tecnología a mis cultivos. Pero eso sí, sin el uso de los mismos se pueden cosechar grandes volúmenes de alimentos. Yo lo hago y tengo viandas y hortalizas el año entero.
“El secreto está en tenerle amor a lo que se hace. Esforzarse todos los días pensando que cada jornada puede ser y de hecho es mejor que la anterior. En la agricultura existe aquello de que para mañana no puedes dejar lo que tienes que hacer hoy.
“Las cartas tecnológicas de los cultivos son inviolables, si hoy hay que regar, pues hoy se riega, si hay que fertilizar, pues se fertiliza. Tan solo un paso de los anteriores atrasado, repercute en gran medida en las producciones finales, y eso es lo que no se puede permitir.
“La tierra siempre te da más de lo que tú a ella, y con esa máxima debemos obrar”.