Hoy es el Día internacional de la Infancia, y no puedo dejar de pensar en los niños que en estos momentos tienen en su país un conflicto bélico, en los que carecen de atención médica, de alimentos o en los que día a día son violentados.
Ellos son lo mejor de este mundo, lo más puro, lo que debemos cultivar con minuiciosidad y cuidar como la niña de nuestros ojos.
A los niños del mundo los veo reflejados en los rostros de Abraham José y Sarah María, mis nietos, ellos son el centro de los adultos, de la familia, y así debe de ser.
Cuando un pequeño viene al mundo, es el mejor regalo que podemos recibir, debe primar la alegría y también el sentido de la responsabilidad para que puedan crecer sanos, cuidados, y tengan derechos como la educación, la salud y a tener una familia.
Fue en el año 1956 que la Asamblea General de Naciones Unidas recomendó dedicar un día para la infancia, con el propósito de consagrarlo a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero, y según refieren páginas de internet, para esa jornada, la ONU acordó que cada país debería promover actividades que involucrasen de manera directa a los más pequeños de cada casa.
Como está el mundo en estos momentos, sería muy bueno que cada gobierno, organización, asociación, entidad, persona…recordara que sus decisiones pueden beneficiar o perjudicar a la infancia de manera directa o indirecta.
Según datos del sitio cubano Ecured, en el mundo, unos 600 millones de niños viven en la pobreza y más de 27 mil menores de cinco años mueren cada día por causas evitables.
«Más de 250 millones de infantes desde cinco a 14 años trabajan extensas y agotadoras jornadas laborales, otros 130 millones no reciben siquiera educación elemental», refiere la publicación.
Agregan que aproximadamente seis millones padecen lesiones limitantes causadas por los conflictos bélicos o han fallecido como consecuencia de las guerras.
Muchos otros datos preocupantes aparecen en diferentes páginas, números que son cambiantes cada día, pero que hablan de la gran deuda que tenemos con los más pequeños del planeta.
Son ellos las principales víctimas de la violencia, de las guerras, de la despreocupación de la familia y los estados, de la corrupción gubernamental, y de vicios tan repugnantes como la prostitución y pornografía infantil o de delitos como el tráfico de personas y ventas de órganos.
El ser humano a nivel mundial debe hacer un alto, y ser consecuentes con esas generaciones que surgen ahora, y que deben de recibir un medio más apto, en cuanto a ambiente, político y social.
Tenemos que ser consecuentes con sus derechos, sobre todo a no ser discriminados, a pensar en ellos para cualquier decisión, ley o política que los afecte, a defender su derecho a la vida, la supervivencia y al desarrollo, y a que sus opiniones también sean tenidas en cuenta, de una manera justa y equilibrada. Sencillamente es una deuda, y las deudas se pagan.