Hasta el mes de julio fueron cinco meses de transmisiones televisivas que comenzaron el 20 de enero y fueron reforzadas con una parrilla más amplia que no se detuvo ni en los peores momentos del azote de la pandemia de COVID 19 a la isla.
Sin embargo, no todo se quedó en lo que los estudiantes recibían a travé de la pequeña pantalla, se abrieron otras vías virtuales como grupos en redes sociales, especialmente Whatsapp, que implicaron un esfuerzo extra tanto de los docentes como de las familias.
De hecho, el aporte y la participación activa de este núcleo fundamental de la sociedad a la instrucción de nuestros niños fue, quizás, uno de los mayores retos y también de las ganancias más importantes del período, pues la complejidad de la situación obligó a madres, padres, abuelos, abuelas, tíos, tías… a crecerse y convertirse en maestros y maestras.
Pero en esta etapa, también las escuelas mantuvieron sus puertas y líneas telefónicas abiertas para apoyar a quienes asumían la enseñanza desde casa. El MInisterio de Educación habilitó la posibilidad de acercarse a sus instituciones para recibir la orientación necesaria.
Cuando por fin llegó el esperado momento del regreso a las aulas, nadie había estado descansando, sino puestos en función de garantizar la vitalidad y continuidad presencial del curso 2020 – 2021, conscientes de todas las complejidades que implicaría.
A clases volvió un alumnado aún más heterogéneo en cuanto a sus niveles de preparación, de modo que se imponía un diagnóstico inicial desde el punto de vista académico, pero también con diferentes grados de afectación psicológica debido al confinamiento y a las pérdidas que provocó la COVID. Como nunca nuestros docentes han tenido que echar mano a sus conocimientos y herramienta psicopedagógicas para que ni un solo estudiante quedara atrás.
También se han puesto recursos materiales en función de ese objetivo. Un reporte de la Agencia Cubana de Noticias asegura que: «para aquellos que en casa no tienen televisor o las condiciones necesarias para concentrarse y poder asimilar los contenidos, fueron habilitadas aulas en escuelas cercanas, con personal presto a ayudarlos a recuperar el tiempo perdido y borrar las desventajas en el orden académico».
Tanto y todo para que este noviembre llegara por fin con ese día feliz en que las calles de este país se visten de uniformes y pañoletas, una fiesta que intentaron escamotearnos, pero otra vez los cubanos y cubanas supimos poner cada cosa en su lugar y las aulas se abrieron en paz y tranquilidad en todo el país, con ajustes en fechas y modalidades en función de la situación epidemiológica de cada localidad y con una fe infinita en nuestras vacunas soberanas.
Maestros todoterreno
Y ya que hablamos de vacunas, vale un aparte para destacar que muchísimas escuelas de la mayor de las Antillas asumieron el rol de vacunatorios durante las campañas masivas que se fueron realizando, pero casi todas abrieron sus puertas para la inmunización de los niños y adolescentes, otra proeza del caimán que estuvo acompañada por los trabajadores de la educación.
Maestros y maestras, profesores, administrativos, en general el personal del sector, se mantuvo activo en diferentes funciones mientras las aulas permanecieron cerradas. Por ejemplo, la Ministra Ena Elsa Velázquez Cobiella, destacó en un twitt del 27 de marzo que 181 instituciones educacionales del país funcionaban como centros de aislamiento y 5000 trabajadores del ramo laboraban ellos.
«Los maestros no se detienen, producen alimentos, analizan el presupuesto, sepreparan, atienden a sus alumnos, mantienen los círculos infantiles abiertos y laboran en los centros de aislamiento», resaltó también por esos días desde su cuenta de Twitter.
Esos mismos maestros y maestras, abrieron en noviembre las puertas de sus aulas, no menos cansados por los avatares de estos tiempos de pandemia, pero con toda la disposición y la entrega imprescindibles para educar que es, ya lo sabemos, un acto de infinito amor. Y en Cuba, es además la garantía absoluta e irrevocable de un derecho: estudiar, aprender.