El consumo de ácido fólico en la mujer, sobre todo en edad gestacional, no es un capricho de la medicina. Mantener ese hábito conlleva a evitar malformaciones congénitas en el tubo neural de los bebés.
Cada 21 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Espina Bífida, una malformación que puede evitarse si se toman en cuenta factores nutritivos y la adecuada ingestión de folato o vitamina B9 como también se le conoce.
Según la literatura médica, este defecto congénito ocurre cuando la columna vertebral y la medula espinal no se forman adecuadamente. Es un tipo de trastorno en el tubo neural, que no es más que la estructura que se convierte en el cerebro del bebé, la medula espinal y los tejidos que los rodean.
Existen varios tipos de espina bífida que puede ser más o menos grave de acuerdo con el tipo de defecto, tamaño, ubicación y complicaciones.
El más leve es la oculta, la cual produce una pequeña separación en uno o más de los huesos de la columna, incluso puede suceder que muchas personas lo tengan sin saberlo siquiera. Sin embargo, el tipo mielomeningocele o espina bífida abierta, es la más grave, pues el canal medular está abierto a lo largo de varias vertebras en la parte baja o media de la espalda. Las membranas y los nervios empujan a través de esta abertura en el nacimiento y forman un saco en la espalda del bebé, en el que normalmente los tejidos y los nervios quedan expuestos.
Esto provoca que el niño sea propenso a infecciones potencialmente mortales, además de parálisis y disfunción de la vejiga y el intestino.
En pleno siglo 21 los expertos no tienen certeza aún de la causa, pero consideran que sea el resultado de una combinación de factores genéticos, nutricionales y ambientales. Algunos plantean que es más común entre blancos e hispanos y que las mujeres son más afectadas que los hombres.
También ha determinado la ciencia que existen factores de riesgo para su aparición como la diabetes, la obesidad, antecedentes familiares con defectos del tubo neural, algunos medicamentos y por supuesto la falta de folato en el organismo.
Este trastorno puede provocar complicaciones como dificultad para caminar y moverse, hidrocefalia, meningitis, médula espinal anclada, respiración alterada durante el sueño, problemas ortopédicos y de la piel, entre otros.
A pesar de que no hay una cura definitiva para esta afección, sí existen tratamientos que ayudan a minimizar sus consecuencias y mejorar la calidad de vida de los pacientes, pero como citan algunos especialistas, la mejor medicina es la que previene.
En un artículo publicado en el diario Granma, la doctora Yudelkis Benítez Cordero, subdirectora del Centro Nacional de Genética Médica, explicaba que toda mujer en edad de procrear y su pareja deben consumir una tableta de ácido fólico de un milígramo, al menos tres meses antes de la concepción del embarazo, cantidad que, junto al consumo de alimentos ricos en folato garantiza los requerimientos de este micronutriente. Todo esto sumado a una dieta sana y equilibrada.
“Incorporar la cantidad recomendada de ácido fólico es importante para las parejas en edad fértil, pues reduce el riesgo de aparición de defectos del tubo neural del feto, como la espina bífida y la anencefalia”, dijo la especialista al rotativo.
Sería entonces recomendable ingerir alimentos como las lentejas, las espinacas, los frutos secos, entre otros. Mantener una adecuada nutrición y seguir las orientaciones de los especialistas pueden ayudar mucho a que un padecimiento como la espina bífida no aparezca en los bebés. Es, sin dudas, una enfermedad que puede evitarse.