Cumplir una misión en otro país a veces puede dejar anécdotas que un ser humano jamás olvida. Así lo constatamos con la educadora pinareña Marileidys Hernández Viejo, quien está en estos momentos en la República Bolivariana de Venezuela, en el estado de La Guaira.
“He vivido historias preciosas -nos escribió- por ejemplo, un día en una preparación hablábamos de por qué era importante que un pueblo fuera culto; y explicábamos por qué Fidel y Chávez lucharon para eliminar el analfabetismo.
“Entonces, en medio de aquel silencio, se escucharon los sollozos de una supervisora, quien se puso de pie y me dijo: ‘Profe, permiso ¿puedo darle un abrazo en nombre del pueblo venezolano, y el que siempre quise darle a Fidel?’.
“¡Imaginen todos empezamos a llorar junto a ella! Nos contó que antes, cuando iba al mercado de compras, tenía que preguntar el precio de los productos porque no sabía leer la pizarra, y en ocasiones hasta la engañaban y que hoy gracias a la Revolución y la cooperación cubana es licenciada y pudo salir de la oscuridad.
“Historias como estas son las que marcan nuestras vidas y las que nos hacen amar cada día más nuestra profesión”.
Así nos narró esta cubana, que vive orgullosa de su profesión y de la labor que realiza en el hermano país.
“Nuestra misión consiste en proporcionar a la población venezolana acceso y participación a un sistema educativo sin exclusión y de calidad, que facilite su incorporación al aparato productivo nacional y al sistema de educación superior, y mejoramos su calidad de vida a corto y mediano plazo.
“Por tanto nos orientamos hacia un modelo que atiende las necesidades educativas del adulto, la formación académica y profesional, así como su reorientación al quedar sin fuente de trabajo y de otros aspectos propios de esas personas en pleno disfrute de sus derechos”.
Marileidys nos habló también de que asesoran las misiones Robinson y Ribas. La primera tiene como finalidad eliminar el analfabetismo en jóvenes y adultos, que alcancen el sexto grado y promover la comprensión lectora en cada uno de los beneficiados. A través de los métodos Yo sí puedo y Yo sí puedo seguir.
Mientras que la misión Ribas proporciona a los ciudadanos que no han podido culminar el bachillerato la oportunidad de ingresar a un sistema educativo no excluyente y de calidad, que facilite su incorporación al aparato productivo nacional y al sistema de educación superior, con lo que se mejora su nivel de vida.
“Cada día de trabajo es diferente, planificamos en la semana actividades con ambas misiones en el asesoramiento de las mesas técnicas, los comités técnicos pedagógicos, supervisores y facilitadores. Los intercambios con ellos son inolvidables, nos manifiestan gratitud, cariño y respeto al pueblo cubano, lo que nos alegra mucho”.
Son muchos los meses en que ha compartido con los venezolanos y sobre ellos tiene su opinión.
“Son alegres, espontáneos, francos y abiertos. Les gustan las fiestas y celebrar en familia. En toda ocasión están dispuestos a compartir en animados grupos y basta una conversación de cinco minutos para establecer una amistad entrañable que puede durar para toda la vida.
“He tenido que aprender a convivir con sus costumbres, tradiciones, hábitos, además de su gastronomía que es muy diferente a la nuestra y sobre todo a la mía que todo el que me conoce sabe que soy rara para comer.
“Buena parte de sus platillos tienen como base el maíz: arepas, empanadas y la clásica cachapa, y de ellas ninguna son de mi agrado. Existen diferencias en el idioma, la religión, la música y muchos otros elementos; pero hay algo lindo en todo y es que ellos nos aceptan como somos, nos respetan y nos admiran por el trabajo que desempeñamos en su país y reconocen que no cualquiera es capaz de separarse de su familia por tanto tiempo para ayudar a personas que no conocen. Sentimos orgullo al escucharlos decir: ¡Profe eso solo lo hacen los cubanos!
ENTRE LA INFORMÁTICA Y LA PROFESIÓN DE MAESTRA
Marileidys se graduó de licenciada en Educación en la especialidad de Informática y su primer lugar del trabajo fue el politécnico Carlos Hidalgo Díaz.
En el 2005 fue promovida como jefa de Departamento de Inversiones en la Dirección Provincial de Educación, donde laboró hasta el 15 de febrero de 2019, fecha en que salió para la misión en la que lleva 21 meses.
“Aquí integramos una de las brigadas de la Misión Médica Cubana en el estado, participamos en todas las actividades de conjunto y apoyamos y aportamos nuestras experiencias pedagógicas en las actividades políticas y matutinos. En fin somos una familia con el mismo objetivo de ayudar a este pueblo hermano”.
También apoyan en las pesquisas casa a casa para detectar ciudadanos con síntomas de COVID-19. “Vivimos diariamente, a cada paso que damos, experiencias nuevas e inolvidables”.
Hace muchos años esta mujer decidió dedicarse a la Pedagogía, educar para ella es un reto permanente.
“Para mí ser maestra significa tener en cuenta lo que necesita el alumno para adquirir aprendizajes útiles para la vida, una profesión en la que recibes lo que das y en la que tienes que comprometerte con la sociedad para crear a los mejores profesionales del futuro.
“Es vocación y solamente aquellos que la sienten serán capaces de transmitir conocimientos verdaderamente importantes a los alumnos que los reciben. Es sentir orgullo cuando oyes a un alumno decir: ‘esa fue mi maestra’. Supone un reto continuo, ya que para enseñar mejor hay que estar en aprendizaje constante. No es una labor exenta de dificultades, en el día a día aparecen desencuentros, conflictos, disgustos…, pero también hay ilusión, alegría, perdón, comprensión. El maestro tiene en sus manos el arma más poderosa para conseguir sociedades avanzadas. Eso es ser educador”.
LO MÁS DIFÍCIL
Separarse de los seres queridos es lo más difícil para Marileidys y recuerda sobre todo dos momentos que la marcaron.
“Uno fue la graduación de mi hijo, que después de seis años de estudio no pude estar en la discusión de su tesis, eso es único en la vida. El otro, la operación quirúrgica de mi esposo. No puedo explicar lo que se siente, pero le agradezco a familiares y amigos que nos apoyaron siempre.
“Fueron difíciles esos días tan tristes que vivimos cuando empezaron las cuarentenas debido a la pandemia. Ver las calles desiertas y las noticias desalentadoras porque apenas se conocía del virus, cada vez que observaba la televisión cubana y escuchaba la canción de Buena Fe, los aplausos de las nueve de la noche a nuestros colaboradores de salud, escuchar a tus padres con más de 80 años decirte: ‘mi amor yo no sé si te pueda volver a ver’. Era inevitable el llanto y la desesperación.
“Pero aún así, puede afirmarle a todos los cubanos que cumplir una misión internacionalista es la experiencia más linda que puede vivir un profesional”.