Cierro los ojos y veo a aquella niña de apenas 12 años. Era pequeña de estatura y delgada, de pómulos muy rojos y pecosos, que se coloreaban ante cualquier percance de la azarosa vida en una beca a finales de la década del ‘70 del siglo pasado.
Así recuerdo a mi amiga y compañera de estudios Omaida Román Suárez, la adolescente que quería ser maestra, y aunque en esa época ya no jugaba con muñecas, nunca abandonó los sueños de dedicar su vida a las tizas, la pizarra y a tener niños a su alrededor, unos ansiosos por aprender, otros de hacer travesuras.
Más tarde, al terminar los estudios secundarios en la Esbec Oscar Sánchez Osuna, cambió el azul por el verde y empezó a tejer “a mano y con dos agujas” cada punto de su destino.
Siempre la siguió su carácter determinado, el alto sentido de la responsabilidad y una cualidad digna de reconocer por siempre: la de cultivar la amistad sincera.
EL PRIMER PUNTO DEL TEJIDO
En la escuela pedagógica Tania la Guerrillera supo adueñarse de cada enseñanza de un colectivo de maestros del cual destaca la preparación y la entrega.
“Fueron cuatro años de mucha preparación. Recibimos contenidos muy necesarios para nuestra profesión y nos graduamos listos para enfrentar un aula y cumplir con todos los requisitos del proceso de enseñanza y aprendizaje.
“También afianzaron en nosotros valores que traíamos de la casa como el amor al trabajo, a la Patria y sobre todo a los alumnos.
“De mi hogar traigo los mejores preceptos. Mi papá era un simple obrero y mi mamá una ama de casa, pero nos enseñaron a tener vergüenza, a ganarnos el sustento con nuestro trabajo y a ser honrados”.
De la “Pedagógica” recuerda a muchos profesores que lo entregaron todo por la Educación y que marcaron su vida al igual que aquellos lejanos maestros de Primaria: Dinde y Gladys, que fueron los primeros en sembrar en su corazón el amor por el magisterio.
EL SEGUNDO PUNTO DEL TEJIDO
Viñales fue el municipio que la recibió. Los bellos paisajes y el ambiente sui géneris que rodea a la escuela primaria Marina Azcuy marcaron 10 años de su vida.
“Allí supe lo que en realidad es impartir clases, y de esa etapa tengo los recuerdos más lindos. Mis primeros alumnos, a los que no olvido, hoy son hombres y mujeres de bien y los evoco a todos con un especial cariño.
“A ellos traté de enseñarles los conocimientos, pero también procuré educarlos para la vida, y creo que lo logré: esa es la premisa que seguí siempre en mis clases y en todas las actividades que desarrollamos en la escuela.
“A mis alumnos intento darles lo mejor de mí, enseñarles a que quieran a su familia y a que sean consecuentes con sus principios. Me han dado muy buenos momentos y los he tenido muy diferentes, pero a todos los he tratado con respeto, eso es fundamental en la relación.
“Mi vida la he dedicado a los niños, ellos son lo más importante y dar clases me hace feliz. Mi mayor satisfacción es verlos realizados profesionalmente”.
EL TERCER PUNTO DEL TEJIDO
Luego de trabajar en el seminternado Isidro de Armas del municipio de Pinar del Río como maestra de segundo ciclo, Omaida pasó como directora a la escuela primaria Enrique Echevarría.
Desde entonces han pasado 17 años y cada día le ha servido a esta educadora para aprender y ganar en experiencia, principalmente para dirigir a su colectivo de maestros y trabajadores y para hacer que el centro funcione correctamente.
Las palabras acerca de sus compañeros de labor son de elogio y en su rostro apreciamos admiración genuina, porque sin ellos no sería posible alcanzar la calidad del proceso docente educativo y demás actividades que se realizan en la escuela.
Superarse ha sido la máxima de esta pinareña, por eso es máster en Ciencias de la Educación y ha cursado más de 20 posgrados y dos diplomados.
EL ÚLTIMO PUNTO
Pero Omaida no limita su quehacer a la escuela, sino que por más de 15 años se desempeña como delegada del Poder Popular en su comunidad.
“Me debo a mi pueblo que me eligió, al que le soy fiel; al que represento en la asamblea y en mi voz tramito sus planteamientos.
“En estos últimos años la tarea se complejizó, porque con el azote de la pandemia de COVID-19 en la provincia hemos tenido que trabajar duro en la comunidad, en la atención a las zonas de cuarentena, a los enfermos y a los vulnerables.
Mujeres como Omaida hacen mucha falta, sabemos que ni siquiera fue capaz de decir todas las acciones que realiza diariamente y por años para beneficio de la comunidad.
Sí, nos habló de su familia, de sus hijas Alicia y Anyileidys, y de nietas Anyeli y Daniela, quienes son el acicate para emprender nuevos retos cada día.
“Para ellas vivo y por supuesto lucho para que sean personas de bien y para que vivan orgullosas de su madre y abuela”.
Aunque no mencionó sus logros y éxitos, nos contaron de sus méritos como investigadora y anirista y de su participación en todas las tareas importantes.
Un rastreo por su perfil de Facebook nos muestra imágenes de ella y sus compañeras de trabajo en las labores de limpieza en el hospital Abel Santamaría en los momentos más crudos de la pandemia en la provincia.
Mucho hacer y poco hablar parece ser la máxima de esta cubana, una de las tantas que merecen ser homenajeadas, una de las tantas que merecen ser queridas.