“La homofobia no se usa”. Es la nueva frase que desde el pasado domingo en la noche se ha vuelto objeto de memes y comentarios. Todos hablan de Maikel y sus mariposas, de Javier y su inesperada reacción, del polémico tema en una serie televisiva cubana.
Una vez más, Calendario rompe con las rutinas audiovisuales a las que estamos acostumbrados y deja mucho más que enseñanzas. Invita a reflexionar, a debatir, a revisarnos y a guiar a nuestros hijos fuera de las tradiciones machistas y patriarcales que arrastramos por siglos.
Pienso en los miles de adolescentes que se vieron reflejados en el personaje de Maikel, en sus familias mientras veían la explosión que, a través de la poesía, tuvo para quitarse todos los miedos y que dejaran de verlo como un bicho raro.
Que se trate el tema del acoso en las escuelas no es algo nuevo, pero que se haga de manera tan atinada y a la vez realista en la televisión cubana levanta una avalancha de opiniones a favor y en contra. Sin embargo, creo que apeló más a la sensibilidad humana y dejó un sabor agridulce en muchos cubanos.
Es muy fácil decirse en contra de la homofobia mientras tienes el “fenómeno” a distancia, y hasta aplaudes las acciones que se hacen cada día para que se reconozcan a todas las personas como iguales.
“El amor no sabe de sexos, formas y colores. Tenemos derecho a amar”, le dijo Javier a Maikel. Pero en la concreta, ¿cuántos realmente no hacen un paréntesis para juzgar o criticar la orientación sexual de este o aquel? ¿Cuántos ven aún a los homosexuales como “desviados” o como una mala influencia?
Las asambleas que tienen lugar por estos días a lo largo y ancho del país para debatir sobre el proyecto del nuevo Código de las Familias son una muestra de ello. Varios planteamientos cuestionan la pluralidad en la constitución del núcleo familiar, de hecho, la “preocupación” más recurrente es la influencia “gay” que puedan recibir los más pequeños en los hogares y la escuela.
Es, al final, una consecuencia más del patriarcado que nos ha moldeado y que resulta muy difícil de transformar en la sociedad en que vivimos. Sin embargo, no es lo más importante en la construcción de una familia y muy bien lo deja plasmado el nuevo Código: “Madres y padres tienen responsabilidades y deberes comunes en lo que respecta al cuidado, desarrollo y educación integral e inclusiva de sus hijos”.
Pero va mucho más allá, porque es vital procurarles estabilidad emocional, contribuir al libre desarrollo de su personalidad teniendo en cuenta sus capacidades, aptitudes y vocación. Escucharles y permitirles expresar y defender sus criterios, inculcarles una actitud de respeto hacia la igualdad de las personas, la no discriminación por motivo alguno, acompañarles en la construcción de su propia identidad y proporcionarles educación para una sexualidad responsable.
En una reciente publicación en Twitter, el presidente cubano, haciendo uso de la nueva frase en boga destacaba los valores que transmite la serie, a la vez que reconocía la pertinencia de que a través de programas televisivos se diera una mirada crítica y profunda a nuestros problemas.
El Código que se propone es más que un decreto frío con artículos y normas que cumplir. En él se refleja inclusión, igualdad, pluralidad y respeto. Evidencia, como dijera el ministro de Justicia, Oscar Silvera Martínez, el afecto como eje central de las relaciones familiares, el carácter educativo y pedagógico. “Es un código de sumas y multiplicaciones, de alternativas y opciones”.
El ejemplo de Maikel es una realidad, pero es también una invitación a que seamos autocríticos y mejores seres humanos, a que respetemos la individualidad de cada cual, con sus colores y formas.
“Porque en silencio somos muchos, y porque en la vida cabe más que un solo reino y un solo discurso. Yo soy la manifestación de algo especial y así de especial es mi orgullo y lo que siento”. Igual que las mariposas de Maikel, aprendamos a respetar la diversidad que nos rodea y a ver lo esencial, que como dijera Antoine de Saint Exupéry, es invisible a los ojos.