Enrique no solo es un buen albañil, posee dotes organizativas y liderazgo. Durante años, eso le permitió comandar una pequeña brigada de trabajadores no estatales; la seriedad, además, le aseguró disponer de numerosos encargos, lo subcontrataban para ejecutar obras u objetos de estas, eso fue antes de 2020.
Cuando llegó la Covid-19, por sus años y ciertas patologías crónicas, clasificaba como persona de alto riesgo, debía quedarse en casa, para ese entonces, ahorros y la creencia de que todo sería transitorio le hicieron pensar que podría salir adelante, “cuando eso del virus pasara”. Él figuraba en nómina de uno de sus empleadores habituales, quien le sugirió que cerraran el contrato y lo retomarían después.
Fue uno de los contagiados, su salud se resquebrajó y la albañilería dejó de ser una opción viable. La crisis económica que siguió a la pandemia, la Tarea Ordenamiento y el actual proceso inflacionario menguaron el valor del capital acumulado a lo largo de décadas; encontró un empleo, pero con el salario mínimo.
Ahora que llegó el momento de jubilarse comprobó algo, los pagos que le realizaban por nómina antes de 2020 no se corresponden con lo que se informaba, según documentos, eran muy inferiores a la realidad, y más de una vez hasta cobró cheques a su nombre que entregaba íntegramente, “yo me ganaba lo mío y eso lo hacía de favor, mientras no tuviera que pagar impuestos, no me importaba…”.
Pues sí, importa y mucho; al margen de las ilegalidades encubiertas en tales procederes, lo que trasciende es el impacto negativo sobre su vejez, porque de acuerdo con lo que consta que devengó, su pensión no superará los 2 000 pesos, y esto es lo que en buen cubano
definimos como que llegó la hora de los mameyes.
Ya Enrique no puede trabajar, y sus ingresos serán ínfimos, algunos familiares le dicen que no se preocupe, que él no está solo, pero alguien acostumbrado a ganar el sustento, no se acostumbra con facilidad a depender de otros y que tengan que asumir sus necesidades. No es un secreto que en el sector estatal persiste como mala práctica el empleo informal. Quizás hoy, pueda parecer un arreglo ventajoso para ambas partes, pero el tiempo pasa, y mañana ese obrero no tendrá constancia de sus años de labor ni del monto del salario que recibía, por lo tanto, eso no se reflejará en su jubilación.
Velar por los intereses personales es más que sacar provecho del presente, por muy incierto que pueda parecer el futuro y hasta improbable su arribo a él por aquello de que somos hijos de la muerte, el mañana está ahí, la juventud es apenas una etapa de la vida y prever lejos de crear problemas, los evita.
Es pecar de ingenuos pensar que un estatus ilegal no será perecedero ni dejará marcas. Reclame sus derechos, apéguese a la transparencia y lea la “letra chiquita” del contrato, exija que este exista, que todos los trabajadores en Cuba, sin importar la forma de gestión para la que laboren, están al amparo de la legislación vigente.
Al asegurarse de que su convenio con el empleador cumple con las normas jurídicas requeridas, está guardando pan para mayo, porque tarde o temprano terminará el periodo útil en el mercado laboral de sus habilidades y capacidades, para ese entonces, los lamentos por los errores cometidos no servirán de nada.
Detrás de cada acuerdo “ventajoso” para empleador y empleado se oculta una ilegalidad, aunque usted no sepa exactamente cuál sea; el desconocimiento de la ley no le exime de su cumplimiento, ni de ser sancionado por infringirla; aunque en este caso, la mayor pena se
la está imponiendo usted mismo, al despojarse de sus derechos.
Para Enrique es demasiado tarde. Cometió errores de los que se pagan caro y toda la vida, ahora lamenta limitarse a contar el dinero y firmar nómina sin revisar. Al igual que dar por sentado que sus destrezas siempre serían suficientes para ganarse el pan, ignoró a la vejez y sus secuelas. Ojalá y tales tropiezos no dificulten el disfrute del ocaso de muchas existencias.