En 1511 en este poblado del oriente cubano el cacique Hatuey fue quemado vivo en una hoguera por luchar contra el invasor. Recoge la historia que un aborigen traidor delató su escondite y por ello fue sorprendido y hecho prisionero.
Algunos cronistas sitúan el hecho el dos de febrero y otros el 11 de noviembre de ese año, lo cierto es que aquel aborigen de pie esperó decididamente la señal del sacrificio.
Una descomunal hoguera se alzaba, terrible y amenazadora, en medio de la llanura inmensa de Yara. Cien monstruos infernales danzaban frenéticamente en torno suyo y Hatuey se arrojó intrépido a las llamas devoradoras, los invasores lanzaron aullidos feroces de alegría y Bartolomé de las Casas cayó de rodillas, elevando al cielo una oración fúnebre, mientras el ángel de la libertad recogía en sus alas el último suspiro del primer mártir de la independencia de Cuba.
A 510 años de este hecho, los millones de cubanos que mantenemos y defendemos en alto la dignidad de nuestros héroes, más que rendir tributo con el título honorífico de Primer Rebelde de América, no permitiremos que mercenarios mancillen la memoria de él ni de tantos que cayeron por alcanzar la libertad, al intentar esos vendepatrias convertirnos en neocolonia. Nuestra luz es la paz y nunca más nos someteremos a métodos que usan en su barbarie los colonizadores de nuestra América.