Justo cuando el visitante empieza a descender la pendiente que lleva hasta la mismísima entrada del pueblo de San Juan y Martínez, antes de llegar al estadio, al río y al cabaré, encuentra a la izquierda un campo de tabacos que da la bienvenida.
No es un campo cualquiera. Es un sembradío de tapado, con una tela blanca bien dispuesta, que recuerda a todos que esa es la tierra del mejor tabaco del mundo.
Su productor, Yoan García Martínez, sabe que una de las cosas más importantes para que la capa esté buena es el cuidado que tengan las ensartadoras. “No se necesitan 60 mujeres, las cinco o 10 que tengas deben ensartar el tabaco a dos pares de hoja, eso es fundamental, para que no se empalme el cuje, para que seque bien; ellas tienen que secarse solas, si se abrazan unas a otras no secan igual porque crean un cuerpo de humedad”.
Así comenta este hombre de apenas cuarenta y tantos años que antes se dedicaba a manejar en la propia empresa de tabaco del municipio. Su padre, que era supervisor de área, le inculcó desde edades tempranas el amor por la tierra y por este rubro que identifica el territorio.
También buscó los conocimientos en hombres de más experiencia, en personas que le sabían al tabaco sus mayores secretos.
Hace cinco años que se lanzó a esta aventura que ha sido como “ir a bailar en la casa del trompo”, pero el muchacho ha tenido sus mejores pasillos.
En la actual campaña sembró, en un primer momento, 40 000 posturas, y luego otras 35 000. “Siempre en el tapado, a mí el tabaco de sol no me gusta. Vivo aquí, no digo que soy esclavo de la vega, porque lo disfruto, pero hay que estar todo el tiempo para velar porque las cosas se hagan bien”.
Yoan trabaja con 10 obreros que lo acompañan en esa difícil tarea de mantenerle al tabaco todas las atenciones culturales que precisa. “Cuando las lleva y lo que lleva. No hemos tenido problemas con los recursos, quizás alguno ha demorado un poco, pero siempre llegan, lo mismo con los pagos”, alega.
“Y tengo que decir que el tabaco me ha cambiado la vida. Mi economía familiar hoy es otra, y eso pesa bastante”, asegura quien, además, es padre de dos hijos.
Yoan es de pocas palabras. Le es más fácil amanecer en el campo y esperar la tarde en él, que hablarle a los desconocidos. Quizás es esa dedicación la que le ha permitido que la suerte le sonría. No esperaba menos cuando se inició como uno de los productores vinculados a la Estación Experimental con la extensión agrícola de la variedad Corojo 2020.
“Es la variedad que me gusta, aunque también he sembrado Criollo 98. Pero Corojo 2020 es más fuerte, tiene mejor color, da bastante capa, tiene muy buenos rendimientos si se le hace lo que lleva, porque demanda de muchas atenciones agrícolas”, precisa.
En la actualidad es uno de los campesinos que está vinculado directamente a la Empresa, lo cual le ha permitido evitarse los intermediarios y las demoras que ello puede generar.
Por las condiciones de su vega es de los productores que asumirá la construcción de una batería de 13 túneles, lo que le garantizará la postura de su tapado en venideras campañas y apoyar a la Empresa y a otras áreas de siembra.
Pero ese no es su único reto. Este año “andará”, como dicen los campesinos, su tabaco en dos o tres aposentos de su casa de cura, los cuales habilitará como escogida familiar, en lo que logra levantar la suya en la zona de El Tamarindo.
A estas alturas, solo lamenta el tiempo que ha dedicado a poner otras hileras de postes en sus tapados para evitar que le roben el alambre, una práctica que asegura, les ha hecho un poco de daño en los últimos tiempos.
Frente a la vega, al otro lado de la carretera, está su casa de tabacos; la nueva que levantó después que Ian tirara, con toda su furia, la suya al piso, en septiembre de 2022.
Ese fue su primer traspié, y se levantó sin miedo, en una zona en la que sabe que la naturaleza le puede jugar malas pasadas.
La magia del tabaco quizás no sea solo que ensarten los cujes a dos pares de hoja, sino que radica en el sudor de cada hombre que día a día deja en sus surcos un vestigio de trabajo y sacrificio, y que solo se recompensa con la salud de un campo como el de Yoan.