Mientras la mayoría nos acomodamos en el sillón para ver la telenovela o nos aprestamos a dormir; otro grupo importante de personas debe renunciar al descanso.
La noche no amedrenta a esos valientes que amasan y hornean el pan de nuestro desayuno, custodian los centros laborales para que ningún inescrupuloso se cuele dentro, desandan las calles en autos patrulleros a fin de garantizar la tranquilidad ciudadana, transmiten esperanza con su voz a través de un programa de radio o velan por la vida de sus pacientes en los distintos centros hospitalarios.
En un recorrido nocturno por la ciudad vueltabajera pudimos conversar con algunos de esos trabajadores como la oficial de la PNR Soneidys Blanco Betancourt que a sus 25 años se desempeña como jefa de carro.
“Mi responsabilidad es combatir las indisciplinas sociales y requerir a personas que incurren en actitudes indebidas, como el consumo de bebidas alcohólicas en lugares públicos o que se niegan a usar el nasobuco”, explicó.
“Lamentablemente nos hemos topado con muchos individuos que ignoran las medidas de aislamiento dictadas por la máxima dirección del país para evitar los contagios por coronavirus”.
Soneidys vive en Alonso de Rojas, localidad de Consolación del Sur, pero hace aproximadamente una semana que no visita su hogar ya que el ajetreo de su oficio se lo impide.
Se encuentra albergada en la capital provincial junto a otros compañeros; pero a cada segundo echa de menos a su hijo de seis años que dejó al cuidado de su mamá y de su abuela.
“Hay días en que voy a la casa, me paso un rato con el niño y con la misma tengo que virar. Ser policía exige muchos sacrificios pero aquí estoy para lo que venga”, aseguró.
“MI TRABAJO ES SENCILLO, PERO ME COMPLACE”
En la emisora Radio Guamá, Belkys López, jefa de planta, hace guardias de 24 horas cada tres días.
“Mi trabajo es sencillo, pero me complace mucho”, nos dijo con humildad.
“Yo cuido de que las distintas cabinas se mantengan en orden. Cada vez que sale un equipo de trabajo desinfecto burós, sillas, el local completo… y cuando culmina la jornada diurna cubro la recepción y velo porque nadie acceda al edificio sin autorización”, agregó.
Belkys ha terminado por familiarizarse con los directores, realizadores de sonido, locutores y asistentes de dirección que hacen los turnos de la noche y la madrugada. Ellos acompañan con su labor las faenas de otros trabajadores que también permanecen activos a esas horas y que agradecen las informaciones de calidad, los amenos contenidos y el entretenimiento que a través de este medio radiofónico reciben.
LOS TURNOS DE SOLANGEL
En el hogar materno regional Justo Legón Padilla la licenciada en enfermería Solangel Parcero Arencibia hace frente a frecuentes jornadas nocturnas que ya no le afectan, porque después de 30 años de práctica profesional está más que acostumbrada.
“El momento más reconfortante para mí es cuando inyecto a una de las muchachitas y me dice: `Seño, no me dolió´”, confesó la enfermera con ternura. Más adelante nos hizo un recorrido por las salas que atiende:
“Aquí, por ejemplo, es el sitio de las gemelares. Debido al riesgo que entraña este tipo de embarazo ingresan a partir de las 16 semanas y permanecen aquí hasta las 32, tiempo en que pasan a ser atendidas en el bloque materno del hospital Abel Santamaría Cuadrado.
“Durante esos meses uno las llega a apreciar mucho. Desde que entro por esa puerta yo sé si una se siente mal con solo mirarla”.
Cuando se desencadenó la crisis epidemiológica en la provincia debido a la presencia del SarsCov-2 y se anunció en el centro que quedaban canceladas las visitas familiares, hubo un descontento general.
“Alejarse de las familias supuso una angustia grande para nuestras pacientes; sin embargo, con la ayuda del sicólogo, del médico titular de la sala y del personal de enfermería, hemos logrado que se entienda la situación y que los niveles de ausencia y de negación al ingreso se reduzcan”, explicó el doctor Juan Carlos Corbillón Correa, director del Hogar Materno.
“Otra situación incómoda fue el uso del nasobuco; práctica a la que no estábamos habituados en nuestro país y que las muchachas debieron asumir por su propia seguridad”, añadió.
El entendimiento fue posible a base de mucha empatía y humanismo como los que practica Solangel. Cuando mira en dirección de sus pacientes, ella ve más que el rostro de embarazadas ávidas de cuidados; ve también a mujeres con miedos, inseguridades y sueños, algunas con nostalgia por el niño que dejaron en casa, o con problemas familiares dando vueltas en sus cabezas.
Esa sensibilidad la ha adquirido en el ejercicio de una profesión que ama y a la que dedica con gusto la mayoría de sus noches.