Quien solo lea el título de este artículo puede encontrarlo sobredimensionado o exagerado. Sin embargo, al recordar los 10 años de un episodio que puso en alerta a todo el planeta, se dará cuenta que el título es adecuado.
Evo Morales estaba en Moscú, asistiendo al Foro de Países Exportadores de Gas. El 2 de julio de 2013, abordó el avión presidencial FAB 001 para retornar a Bolivia. Mientras surcaba cielo europeo, en un vuelo que parecía rutinario, Portugal, España, Italia y Francia tendieron un cerco infranqueable, cancelando abruptamente los permisos de vuelo que otorgaron anteriormente.
El avión solo tenía combustible para llegar a Islas Canarias, donde debía hacer la recarga. Los pilotos se vieron obligados a buscar un aeropuerto cercano y pudieron aterrizar de emergencia en la neutral Austria. El avión se quedó 14 horas en Viena. Presumían que Edward Snowden se encontraba ahí.
Unas semanas antes, los principales medios de comunicación del mundo publicaban las revelaciones del contratista estadounidense Snowden, quien facilitó más de 200.000 documentos sobre los múltiples tentáculos extraterritoriales de espionaje que EEUU despliega en todo el planeta.
Snowden, empleado por la agencia de inteligencia estadounidense NSA (Agencia de Seguridad Nacional), convocó a periodistas en Hong Kong. Allí demostró la escalofriante escala de la amplia red de interceptación de todas —sí, todas— las comunicaciones digitales, radiales, analógicas con sensores y cables submarinos, y el almacenamiento de todos —sí, todos— los correos electrónicos, audios, videos, fotografías, ubicación, contactos, documentos y contraseñas de los miles de millones de usuarios de las principales compañías y plataformas de internet y telefonía.
La excusa para tremendo sistema de espionaje fue la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, las revelaciones de Snowden permitieron comprobar que también era utilizada para tener ventajas en negociaciones comerciales, industriales o militares. Así, se descubrió que también espiaron, por ejemplo, a la presidente Dilma Rouseff o la canciller Ángela Merkel, violando el derecho internacional.
Snowden salió de Hong Kong y estuvo divagando en la sala de tránsito del aeropuerto de Moscú por 40 días, debido a que EEUU invalidó su pasaporte y él estaba a la espera de que algún país le concediera asilo. Estados Unidos y sus aliados suponían que habría abordado el avión presidencial boliviano buscando asilo. Snowden no estaba en el avión, pero hubiese sido el derecho de Bolivia brindarle protección.
Sería ingenuo suponer que la decisión de impedir, en pleno vuelo, el paso de un avión presidencial, con el presidente a bordo, arropados aeronave y pasajero con las inmunidades diplomáticas más claras, no se hubiese tomado al más alto nivel. Los responsables de este gravísima atentado fueron: el premio Nobel de la Paz y presidente de EEUU Barack Obama; el presidente del gobierno español Mariano Rajoy; el presidente de Francia Francoise Hollande; el socialdemócrata Passos Coelho, primer ministro de Portugal; y Enrico Letta, primer ministro de Italia.
En la otra cara de la medalla, la respuesta sudamericana fue ejemplar: liderados por Rafael Correa, Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás Maduro, la Unasur realizó una reunión de emergencia, el Mercosur acordó llamar a consultas a sus embajadores. También, en la sede de la ONU, dos tercios de los Estados, agrupados en el Movimiento de los Países No Alineados y en el Grupo de los 77, condenaron la agresión.
Seguramente en estos tiempos, los medios de espionaje son mucho más sofisticados, pero permanecen dos lecciones insoslayables: para los poderosos las reglas no valen y para los pueblos el único camino posible es la unidad.