Desde que estaba en segundo grado en la ciudad Pinar del Río, Malia Stefany Salazar Prieto comenzó a confeccionarle ropita a su muñeca. Sentada en la escalera de su casa recortaba la tela y cosía a mano los más diversos atuendos.
A sus 12 años continúa con sus diseños, pero su creatividad e imaginación han ido más allá. Desde que la COVID-19 impuso el necesario confinamiento ha empleado parte de su tiempo en casa a las manualidades.
El cartón se convierte en el material principal de su casa de muñecas. Con tubos de pasta, pomos de champú o vasos de plástico construye poco a poco las habitaciones, los muebles, los detalles más impensables, y a su gusto crea un universo en el que puede soñar y también desarrollar habilidades.
“Mis papás me apoyan mucho, ellos me consiguen algunos materiales, pero todo lo hago sola. Nadie me enseñó, a veces veo algún tutorial, lo demás lo invento”.
Malia es una niña de pocas palabras, la timidez se asoma en la tenue textura de su voz cuando un bombardeo de preguntas le asalta su rutina diaria, que además de las manualidades, comprende que debe dedicar tiempo al estudio y participar en los quehaceres de la casa.
Aún no sabe con seguridad lo que hará con sus creaciones cuando ya no las use para jugar, pero piensa que tal vez las pueda donar a un círculo infantil o a alguna otra institución. Por el momento, algo sí tiene bien definido: “Cuando sea grande voy a ser diseñadora”.