El batallar intenso de 10 años, el ejemplo de un puñado de hombres que ofrendaron cuanta riqueza tenían por el anhelo de ver a su Patria libre, el sueño de una Cuba sin esclavos, cientos de combates desiguales contra un ejército superior en armas y hombres, la vida de sacrificios en la manigua, todo pareció perderse en un solo día, el 10 de febrero de 1878, con la firma deshonrosa del Pacto del Zanjón orquestada por el general español Arsenio Martínez Campos, en complicidad con el Comité del Centro, que asumiendo ilegítimamente funciones del gobierno de la República en Armas, rubricó dicho documento.
El pacto fijaba las exigencias para la capitulación de las fuerzas cubanas sin resolver los problemas económicos, políticos y sociales de la Cuba colonial ni garantizar el cumplimiento de los dos principales propósitos de la contienda: alcanzar la independencia y abolir totalmente la esclavitud.
Maceo lo calificó como una rendición vergonzosa e inaceptable y así se lo hizo saber a Martínez Campos en el encuentro que ambos sostuvieron el 15 de marzo de 1878 en Mangos de Baraguá.
“Pero es que ustedes no conocen las bases del Convenio del Zanjón”, insistió el jefe español.
“Sí”, lo interrumpió Maceo, “y porque las conocemos es que no estamos de acuerdo”.
Acto seguido el general ibérico intentó leer el contenido del Pacto, pero Maceo lo frenó al comunicarle:
“Guarde usted ese documento, que no queremos saber nada de él”.
En la entrevista se acordó romper las hostilidades en un plazo de ocho días para dar tiempo a las tropas a ocupar los territorios designados.
Refieren los historiadores que Martínez Campos se retiró de la conferencia derrotado ante la intransigencia y determinación del Titán de Bronce. El hecho, conocido como La Protesta de Baraguá, es considerado una de las páginas más brillantes de nuestras gestas por la independencia, demostró la radicalización del pensamiento revolucionario cubano en momentos de profunda crisis moral y la disposición de continuar la lucha de parte de aquellos mambises justos que habían cargado sobre sus espaldas, las penurias de la guerra.