“Era la mañana de la Santa Ana. La sangre vertida no fue sangre vana”
Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí)
“A veces la historia se desarrolla ante nuestros propios ojos y no la comprendemos en todo su significado. Los cubanos podemos comprenderla remitiéndonos a nuestras propias experiencias”.
Así hablaba Fidel al pueblo pinareño el 26 de julio de 1976, cuando en el aniversario 23 de la gesta del Moncada la provincia ganaba la sede del acto central.
Recordaba el líder histórico de la Revolución cómo el sentimiento de nación se fue forjando a lo largo de la lucha en las diferentes etapas contra el colonialismo, la opresión, la explotación y la injusticia.
En aquella ocasión expresó: “Hace 23 años del ataque al cuartel Moncada. Y si esta lucha ha podido marchar adelante, fue precisamente por eso, por la importancia que tiene la moral y el espíritu de los combatientes. Realmente, cuando comenzó aquella lucha no había dinero, ni armas, ni entrenamiento militar; no había nada en absoluto. Y a pesar de las inmensas dificultades, nadie pensó que fuera imposible. ¡Y fue posible! Al ver el espíritu de nuestro pueblo hoy, recuerdo que precisamente ese era el espíritu de nuestros compañeros de aquellos días”.
UN CAMINO INDISPENSABLE HACIA LA LIBERTAD
En La Historia me Absolverá Fidel retrataba fielmente la situación de Cuba. Para tener, al menos, una idea de lo que sucedía en el país por aquel entonces, bastaría decir que, de una población de cinco millones y medio de habitantes, más de 600 000 estaban desempleados, mientras que más de la cuarta parte de los cubanos eran analfabetos.
Por si fuera poco, si damos un breve repaso por la historia notaríamos enseguida las razones por las que Pinar del Río fuera conocida como La Cenicienta. Las cifras recogidas antes del triunfo revolucionario mostraban un escenario deplorable en indicadores vitales para el desarrollo pleno de una sociedad.
El atropello, la injusticia, el abandono y la pobreza extrema marcaban a la occidental provincia como la más pobre de Cuba. A finales de la década del ‘50, la tasa de mortalidad infantil era de 60 por cada 1 000 nacidos vivos, y la esperanza de vida no superaba los 53 años.
Según el censo de población, viviendas y electoral de 1953, apenas el 5,4 por ciento de los pinareños mayores de 60 años poseía un nivel escolar superior al sexto grado. Mientras, lo que predominaba eran las viviendas de yagua, madera o guano con una cantidad significativa de pisos de tierra.
Y son solo esos algunos ejemplos de la vida en Pinar del Río, un panorama que, como en toda Cuba, añoraba por un despertar. En el año de la gesta del Moncada, cuando se cumplía el centenario del natalicio del Apóstol, una generación valerosa apostaba todo por cambiar aquel triste escenario.
Fue entonces en aquella mañana de la Santa Ana, cuando la sangre de muchos hijos de esta Isla marcó el inicio de un camino que no cesaría hasta aquel enero de victorias. Al decir de Fidel, de esta tierra salió uno de los mejores contingentes para el inicio de la lucha armada revolucionaria:
“(…) jóvenes de Artemisa, de Guanajay y de la ciudad de Pinar del Río. Por eso tenemos siempre presente el aporte de esta región de Cuba a la lucha revolucionaria, antes del 26 de julio, después del 26 de julio; antes del primero de enero, después del primero de enero; ayer, hoy y mañana!”.
“LO QUE FUE SEDIMENTADO CON SANGRE DEBE SER EDIFICADO CON IDEAS”
Los sucesos del 26 de julio abrieron otra página en la historia de Cuba. Aquella acción armada se sustentaba en un programa de orientación progresista en el que se concretaban las aspiraciones más importantes de la transformación económica, política y social del país.
Aquel revés que cobró la vida de muchos jóvenes valiosos parió un movimiento que enrutaría la lucha posterior, y reafirmó el compromiso con la independencia y la convicción para llevar a cabo una estrategia que alejaría al país de la humillación de vivir en cadenas.
Desde los días del presidio, Fidel le confiaba a Melba Hernández el Programa de la Revolución y la firme decisión de no renunciar a la lucha:
“Es necesario comprender que hoy, más que una fuerza real somos una idea, un símbolo, una gran potencia. Será para bien de Cuba si sabemos seguir una línea. Estamos dispuestos a dar por la libertad, hasta la última gota de sangre”.
El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes fue el motor impulsor para lo que vino luego, y aún después de más de siete décadas, cada cubano siente aquel suceso como un motivo para celebrar y reafirmar lo que desde su concepción se gestó.
Pinar del Río ha sido merecedor de esos festejos en tres ocasiones. En 1976 ya la provincia se despojaba de sus harapos de Cenicienta y se convertía poco a poco en princesa, aún con muchos desafíos por delante.
El año 2000 marcaría después el inicio de un nuevo siglo, y los resultados del territorio lo situaban otra vez en la cima de la celebración. Eran tiempos convulsos, en los que se batalló hasta vencer por el regreso de un niño a su Patria y se esperaba un recrudecimiento de las acciones imperialistas contra Cuba ante la posible salida de George W. Bush como presidente. En aquella tribuna abierta repleta de pueblo, volvió Fidel a estar con los pinareños.
No fue hasta 17 años después que tuvimos el privilegio de ser sede una vez más, con un sabor especial, porque celebrábamos los 150 años de que se fundara la ciudad cabecera. Pinar se mostraba renovada y ostentaba la menor tasa de mortalidad infantil del país y en la historia de la provincia con 2,1 por cada mil nacidos vivos.
A 71 años de aquella heroica gesta, enfrentamos otra vez difíciles contratiempos, vivimos duras realidades y continuamos en pie de lucha, porque es de la misma estirpe de aquellos jóvenes que se ha nutrido este pueblo, a pesar de todo.
Y es en medio de tantas tribulaciones cuando debe primar la vigencia de las palabras de Fidel a los pinareños aquel cinco de agosto del 2000:
“Nos defiende la fuerza de nuestro prestigio y nuestro ejemplo, el acero indestructible de la justicia de nuestra causa, el fuego inapagable de nuestra verdad y nuestra moral, la doble e inexpugnable trinchera de piedra y de ideas que hemos erigido”.