“Lo único que necesito es que me haya dejado viva la yunta de buey, solo eso me hace falta para recuperarme”. Fueron las palabras de Yoandy Lazo Pérez después de que Ian pasara por San Juan y Martínez en septiembre pasado.
Afortunadamente le dejó más que eso, pues luego de la larga noche su vivienda y la casa de curar tabaco seguían en pie. Desde hace cinco años, este joven es asociado de su padre Francisco (Pancho) Lazo Díaz, usufructuario de la CCS Jesús Menéndez del territorio, y en 1.86 hectáreas de tierra se dedican a sembrar tabaco tapado y cultivos varios.
TODO ESTABA EN PIE
“Lo único que yo no hago es visitar la iglesia, pero todos los días le agradezco a Dios, porque es increíble que el monstruo que pasó por aquí haya tumbado el monte de “desnudo” que yo estaba esperando para quemar y me dejara las naranjas, el café, la casa… Es decir, lo que no servía se lo llevó y me dejó lo bueno”.
Así recuerda este joven la mañana en que regresó a su finca después del huracán y ver que solo una parte del techo de la casa de cura había sido afectada. En solo siete días y con ayuda de la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco Hermanos Saíz repararon los daños y se intrincó en el monte a cortar la madera para preparar el tapado.
En 1.56 hectáreas plantaron 50 000 posturas de las cuales obtuvieron 4 400 cujes, 1 800 de ellos ya zafados. “Ha sido un año muy bueno para la cura, de hecho, ya comencé a recolectar el rebrote y la hoja está divina. Es una técnica que no se debe aplicar muy seguido, porque hay que dejar que la tierra descanse y se alimente”, explica.
Yoandy y su padre cuentan con la asesoría de Manuel Llanes, un ingeniero especializado en suelos que le ayuda con la ciencia necesaria para el buen rendimiento de sus cultivos.
“El pasado año, con la siembra de maíz intercalado con terciopelo en las áreas de tabaco, le aportamos al suelo 20 toneladas de materia orgánica, o sea, que no solo obtuvimos maíz para el consumo y le vendimos al pueblo, sino que nos dejó el abono natural para que se vea hoy el rendimiento y la calidad de la hoja”.
SEMBRAR COMIDA Y “ALGUNAS LOCURAS”
En 2022 entregaron al municipio 825 quintales de hortalizas, compartidas entre col, pepino, berenjena, habichuela, quimbombó. También cosecharon maíz, aguacate y 60 quintales de sorgo de los que entregaron 13 a Comercio con el objetivo de hacer rositas y gofio. El resto lo destinaron para el alimento de más de 70 aves y cerdos.
“Dedicamos un cantero tecnificado a la cebolla después de que terminamos con las posturas del tabaco. Este año tenemos un plan de media hectárea de sorgo, una de maíz intercalado con habichuela y media de pepino, eso está previsto para el mes de junio, después que recolecte el rebrote”, refiere Yoandy.
Al hablar de la experiencia del sorgo retomamos la parte de las rositas y el gofio y cómo se insertó en el cultivo: “Hace ya 22 años, cuando Isidore y Lili devastaron todo, uno de los carpinteros que vino de Cienfuegos a hacer mi casa de tabaco se casó con mi hermana y se quedó con mi padre trabajando en la vega. Un día trajo la semilla de sorgo blanco de su provincia, entonces compré gallinas ponedoras con el fin de que ese fuera el alimento.
“El ingeniero de suelos me dijo que era bueno para la tierra y otras personas me comentaron que su harina se usaba para hacer el pan de los niños celiacos. Entonces mi padre dijo que si servía para eso, la harina, al igual que la del maíz, se podía comer. Ya te digo, las rositas de sorgo son más ricas”.
Un artefacto acapara de pronto la atención, enseguida preguntamos sobre su uso y confiesa que para algunos sus ideas son locas. “Eso es para extraer aceite de semillas de girasol y soya. Un compañero me habló de la existencia de la máquina en la Empresa de Tabaco, la encontré, pedí autorización y la traje, las piezas que le faltan están guardadas en la casa, solo me falta la electricidad para echarla a andar.
“Hace un tiempo que cultivo girasol, lo sembramos una vez, recogimos la semilla y lo volvimos a plantar intercalado con calabaza. Recogimos cinco quintales que usamos como alimento animal. Ya está comprobado que un quintal de semillas de girasol da 15 litros de aceite.
Agrega Yoandy que también se puede sacar lo que se le llama torta de soya o de girasol muy bueno para la cría de aves y conejos. La idea es incentivar el cultivo de soya en los campesinos del municipio que estén interesados. En su caso, está a la espera de que se apruebe que en tierras dedicadas al tapado se pueda plantar la leguminosa.
“El proyecto está montado. Tenemos incluso los lugares adonde se va a suministrar esa torta que serviría como alimento animal. Nos quedaríamos con un porcentaje y el que no quiera llevarse la torta podemos contratarlo y comprársela, igual pasaría con el aceite, que puede procesarse y luego comercializarlo en las tiendas del territorio. Hay que ponerla a funcionar”, añade.
Orgulloso del tiempo que dedica al trabajo en la vega, Yoandy lamenta los años que estuvo lejos de ella. “Yo nací en esta casa, y cuando crecí me fui pensando que no me iba a gustar el trabajo en el campo. Estuve mucho tiempo dirigiendo en la Anap y en organizaciones políticas y de masas, hasta que decidí volver.
“Hoy no sé qué haría si no me levanto cada mañana a darle vuelta a los sembrados, a los animales. Nunca debí irme de aquí”.