A solo días de haber triunfado la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro comenzó a hacer realidad el programa de la Revolución y a dar solución a los problemas que había planteado en La Historia me Absolverá.
Hasta el poblado Las Martinas, en el extremo occidental de Pinar del Río, llegó el primero de marzo de 1959 para poner en manos de 340 campesinos el título que los acreditaba como dueños de tierras.
Unas 740 caballerías que pertenecieron a la Cuban Lan Tobacco Leaf Company fueron a parar a las manos de quienes durante años habían sido explotados y vilipendiados por el gran latifundio norteamericano.
Este hecho histórico está considerado como el preámbulo de la Primera Ley Reforma Agraria que, el 17 de mayo de ese mismo año, se firmaría en la Sierra Maestra.
Ese día, ante un pueblo de guajiros preteridos, Fidel Castro expresó con total convicción: “… que ningún latifundista se llene de ilusiones, porque el latifundio ya no tiene la menor esperanza de salvación en nuestra patria. El latifundio se proscribe definitivamente”.
Y así fue. Quedó desterrada para siempre toda forma de explotación sobre el campesino cubano y empezó a andar un esquema para revolucionar totalmente en el país el tema agrario.
Cuentan protagonistas de aquel hermoso primero de marzo que la alegría era desbordada, el agradecimiento infinito y hasta cierta incredulidad se apreciaba en algunos rostros, pero lo cierto es que la alborada revolucionaria estaba dignificando a uno de los sectores más olvidados de la Cuba neocolonial: los campesinos.