Regla es de las imprescindibles a su tiempo y lugar. No solo porque sea enfermera y tenga conocimientos teóricos y prácticos para la asistencia médica, sino porque en cada jornada pone habilidad, entrega y humor criollo. El calor, problemas familiares, restricción de movimientos por coronavirus o carencias materiales no impiden su ajetreo diario (incluidos los domingos) en función de su gente, que la esperan con la taza de café recién hecho o con los datos precisos del parte epidemiológico del profesor Durán.
Al policlínico Pedro Borrás por medicinas y material de cura, a las casas a atender a los encamados de la demarcación, a la pesquisa, a la vacunación con Abdala, Regla llega y vira, viene y va, siempre de blanco uniforme, que luce más por orgullo y compromiso que por estatus.
Con el protocolo reciente del ingreso de positivos a la COVID-19 en el hogar, suma a su gestión un nuevo contenido: “Educar a las familias, persuadirlas de la necesidad de protegerse para detener el contagio, hacerles entender que no hay nada material, por imprescindible que sea, más importante que la salud y la vida”, explicó, mientras ofrecía ejemplos de la irracionalidad y baja percepción de riesgo de algunos, en detrimento de los arrojos de un país y su personal sanitario.
“Hay quienes se van a la calle estando positivos, por el simple hecho de que tienen que comprar el pan u otro artículo. Quien sepa de la letalidad de este virus no lo haría, por eso es que corresponde al consultorio del médico de la familia ser educadores, maestros. No podemos cansarnos de llevar el mensaje de salud, casa a casa, persona a persona, hasta que se entienda de una vez”.
Regla María Iglesias García es la enfermera del Consultorio 5 de la capital pinareña y, mientras ofrece declaraciones, habla en tiempo presente y número plural. Le atribuye a su equipo básico de salud los esfuerzos y resultados, al que también pertenecen las jóvenes doctoras Claudia y Elianne. “No hay tiempo oscuro para nosotras. Aquí se respira dinamismo, admiración y eso ofrecemos a los pacientes, a la comunidad.
“Estamos sin descansos, agotadas en este tiempo de pandemia, pero no somos los únicos. Así están muchos colegas en todo el país y, sin embargo, a veces veo cosas en la redes que me indignan. Hay mucha difamación y es verdad que tenemos carencias, pero no nos faltan orientaciones, apoyos del policlínico y municipio. Yo veo muchas cosas en las que sinceramente no creo, porque si algo se respeta en este país, de toda la vida, es el trabajo del personal de salud. Sé que el pueblo de Cuba nos aplaude, que está orgulloso de nosotros. No nos ven como héroes, sino como superhéroes y eso se siente a toda hora”.
A principios de esta semana, el área contabilizaba 65 personas positivas a la COVID-19 y sus 839 familias son benefiados con la tercera dosis de Abdala, a excepción de los menores de 19 años, los afectados por el SARS-CoV-2 o los alérgicos al tiomersal.
“Ha sido un movimiento de pueblo a pesar de las restricciones. Los vecinos acuden con entusiasmo, esperanza y nadie se ha resistido, al contarrio, son incontables las muestras de cariño y agradecimientos que recibimos en el vacunatorio”, evocó la enfermera.
En medio de los estragos de la pandemia, la dinámica habitual del Consultorio no se detiene. “Continúan consultas de ginecología, pediatría, estamotalogía, psicología y medicina interna y somos nosotros quienes nos encargamos de su funcionamiento, acorde con la programación”.
Conversar con Regla, y escribirle, ha sido más un gesto de placer que un gaje del oficio. Me constan sus citas porque desde mi balcón la veo recorrer las calles colindantes a la Terminal de ómnibus a las siete de la mañana, una de la tarde, cuatro, nueve de la noche, siempre rápido, siempre risueña.
De ella sé, más allá de sus reportes, que en medio del rebrote estuvo frente a la operación de cadera de su madre sin ausentarse al trabajo, que no ha tomado un día de vacaciones desde marzo del 2020 en que llegó la COVID-19 a Pinar del Río, que dos hijos se quedan en su casa con instrucciones precisas para “arreglárselas como puedan”, mientras ella se pone a la orden de los enfermos. Aun así, siempre aclara: “Allá dejo a mi familia que lo es todo. No podría ser buena enfermera si no soy buena madre, buena hija y esposa”.
Hace poco, llegó a mi puerta en busca de una jeringuilla para una niña necesitada y la he visto, como diestra enfermera de la manigua, curar heridas de ancianos con remedios naturales y paños reciclables. La falta de recursos condiciona la calidad de su trabajo, pero no la paraliza: “Yo acudo a la solidaridad del barrio, al buen corazón de mi gente que para eso las conozco bien y sé lo que tengo. Cuando hay en el policlínico, nosotros tenemos en el consultorio, pero a veces faltan los recursos para todos y ahí hay que inventar, sin cruzarnos de brazos ni desesperarnos”.
Frente al panorama actual, un toque de energía de una mujer de esta estirpe adquiere poder redentor. “Es cierto que la tenemos dificil, pero yo miro adelante y veo luz, estoy optimista. Hay tanto esfuerzo de tanta gente, que es imposible no salir adelante. Lo importante es no rendirnos ni bajar la guardia. Estoy segura que muy pronto nos volveremos a reunir en la familia, en la fiesta”, vaticinó.
“Que pare el que tenga freno”, es una frase que por mucho tiempo ha sido expresión de la resistencia y tesón del pueblo cubano por apalear las crisis. A Regla le queda como anillo al dedo. Para el sol, sombrilla; para el coronavirus, gel, distancia física y medios de protección; para las largas caminatas diarias, voluntad.
Una certeza la saca de la cama cada mañana: “Las personas están agotadas. Hay miedos, se nos mueren vecinos, familiares, compañeros de trabajo. Yo siento que me esperan con ansias, que necesitan un chiste, una palmada en el hombro, un cuento de barrio. Me gratifica salir de una casa y encontrar un ambiente distinto al que me recibió. Si no hay medicinas, les llevo recetas de remedios naturales. Estoy todo el tiempo pensando en resolver el problema, en dar soluciones, apoyo, esperanza”.
La Regla del barrio no es un instrumento de medición ni una norma social, es una mujer cubana humilde, trabajadora, familiar y sociable, de esas tantas que hay en nuestras calles poniéndole corazón a Cuba.