No cabe duda alguna: vivimos tiempos muy duros, difíciles, complejos. En parte, el asunto se debe a la tensa situación económica y financiera a nivel internacional –adeudo de la Covid-19–, y por otro lado, los dos bloqueos que tenemos.
Sí, leyó bien… los dos bloqueos: el nocivo, agresivo e injusto muro invisible impuesto por Estados Unidos, y el interno.
Comienzo las líneas de esta semana de esta forma, pues la vida se empecina cada día más en evaluar nuestros conocimientos de matemáticas básicas si de economía doméstica se habla.
Desde que el coronavirus nos tocó a la puerta de la casa, y más adelante el destino nos propinara otros sendos golpetazos tras el reordenamiento económico y su derivada inflación, vivimos “escapando”, como se dice.
Claro está, siempre existieron, existen y existirán las oportunidades y los oportunistas, y de alguna forma, gracias a ellos se siguen inflando los alimentos y otros productos de primera necesidad sin que haya un tajo al asunto.
Y no es que esta crítica sea per se o siquiera lacrimosa, pues cada quien vende y puja por lo que tiene y quiere según su interés; sin embargo, cuando entran al ruedo temas como la salud, ya es diferente.
En este sentido, el asunto que más preocupa al escriba, sin medias tintas, es el de la reventa ilegal de medicamentos y su mercado negro asociado.
Les comparto algo. Hace algunos días, en casa logramos adquirir trofin y vitaminas, –llevábamos meses detrás de los mismos– y tras una cola espantosa, pues pudimos comprarlos en la farmacia.
Cuál sería entonces mi sorpresa al descubrir esa misma noche en un grupo de Whatsapp, del consejo popular Pilotos, venta de hidroclorotiazida, ciprofloxacino, nutri-forte y el propio trofin. Todos provenientes de nuestros laboratorios nacionales, y que casualmente entraron ese mismo día en inventario en toda la red de farmacias de la provincia.
A criterio personal encuentro repugnante, sucia e inmunda este tipo de acción. Existen otros calificativos para ese tipo de personas, pero lo dejaré a la imaginación.
¿Revender medicamentos deficitarios que miles necesitan solo para ganarse unos pesos de más? Qué baja catadura moral y cuánta pobreza de espíritu en esos que dicen “luchar” a costa de la salud de los demás.
Lo triste de esto, es que es que no es un evento aislado. Publicaciones similares he visto por montones, y repito, con medicamentos de factura nacional.
Ahora bien, más allá de buscar culpables y de señalar con ambas manos a posibles responsables, creo que lo más importante es poner mente al asunto en sí.
Sin pensar en la ética o siquiera en ser humanitarios, recordemos que nadie está autorizado a vender medicamentos fuera de las redes de farmacias y del sistema institucional de Salud Pública, según establece la Ley 41 de 1983 en sus artículos 67, 99 y 101.
Igualmente, ningún trabajador por cuenta propia está facultado para comercializarlos, pues esa modalidad no se contempla en la Resolución 12/18 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Muchos cubanos somos “cinta negra” criticando la actuación del Gobierno en cualquier aspecto, pero la inmensa mayoría vemos atrocidades y decidimos hacer la “vista gorda” y decirle al vecino “Ño, está acabando esta gente”.
Sépase, que mientras continuemos mirando hacia el otro lado y no denunciemos, somos partícipes activos de esta red inescrupulosa, y quienes hoy “montan” estos consorcios farmacéuticos caseros, no hacen más que jugar con la vida de las personas.
Para quienes lucran a costa de la salud de terceros, nuestro Código Penal vigente establece que toda persona que incurra en la venta ilegal de medicamentos puede ser enjuiciada por especulación y acaparamiento, como establece el artículo 230, y sancionada entre tres meses y un año de privación de libertad, o multas de 100 a 300 pesos o ambas.
También pueden ser encausados por el delito de actividad económica ilícita, con sanciones similares, y la adición de la accesoria de confiscación de bienes.
Medidas y estrategias vienen a la mente mientras se escriben estas líneas para ponerle freno a un mal en ciernes; entre ellas, lograr controlar, chequear y mantener un seguimiento riguroso de cada medicamento por quienes tienen la responsabilidad de evitar desvíos y recetas mal prescritas.
Como dijera un amigo, una cosa es vender un par de chancletas en 2 500 pesos, y otra muy diferente es aprovecharse de la necesidad de un enfermo y lucrar con esto. Reflexionemos.