Rosa sonríe con su risa limpia y pequeña mientras acomoda a su padre en la cama, pero por dentro tiene ganas de llorar. No le molesta haberse pasado el día lavando sábanas orinadas, curando las escaras de su viejo y alimentándolo con un puré de malangas impagables; lo que más le duele es su profunda soledad. Una puede vivir rodeada de gente y sentirse sola.
Aunque recibe ayuda económica de parte de sus hermanos, esposo e hijos, siente que todo el peso del hogar cae sobre sus hombros. Un cansancio constante le invade el cuerpo. Hace meses no tiñe su cabello ni sale de la casa ni duerme por más de tres horas seguidas. Le cuesta demasiado conciliar el sueño.
La sociedad patriarcal donde vivimos asigna a la mujer el rol de proveedora principal de cuidados a ancianos, niños y parientes discapacitados. El perfil del cuidador cubano promedio encaja con féminas mayores de 45 años como Rosa.
Durante sus pocos instantes de descanso, ella suele pensar en la escuela donde impartía clases y en sus alumnos traviesos; pero debió acogerse a una licencia sin sueldo cuando su papá sufrió un accidente vascular encefálico.
Según estudios recientes, el 67 por ciento de los cuidadores están en riesgo de padecer trastornos orgánicos y fisiológicos, el 60 por ciento de los que atienden a personas enfermas en fase avanzada sufren sobrecarga y el 30 es proclive a la depresión.
El miedo, la rabia y el sentido de culpa por creer que no atienden del todo bien a su ser querido o que procedieron de un modo erróneo en el manejo de la enfermedad, son algunas de las emociones con que lidian diariamente.
Es común la tendencia al aislamiento social, al descuido de la apariencia personal y a la pérdida de interés por su propia salud y por vivir momentos de calidad.
“Este conjunto de emociones, sensaciones y pensamientos puede desembocar fácilmente en problemas psicológicos y físicos. Tanto es así, que cerca de un 90 por ciento de los cuidadores presentan algún daño del estado de ánimo como apatía, irritabilidad, ansiedad o trastornos depresivos.
“También pueden sufrir dolores musculares o de cabeza, alteraciones del sueño o desajustes gastrointestinales, entre otros”, advierte el artículo El síndrome del cuidador: ¿qué es y cómo prevenirlo?, publicado por el blog de la fundación española Pasqual Maragall, cuya razón de ser es fomentar y dar apoyo a la investigación científica en el ámbito del Alzheimer.
Ahora bien: ¿quién cuida al cuidador?, ¿quién lo sustenta?, ¿quién comparte su carga? Desafortunadamente muchas veces esas interrogantes quedan sin respuesta.
Las dinámicas demográficas develan que hacia el 2050 Cuba será uno de los países con más cantidad de adultos mayores en el mundo; ante tal contexto, urge visibilizar cada vez más el importante rol de los cuidadores en la garantía de la calidad de vida de los ancianos.
La generalización de iniciativas como las escuelas de cuidadores podrían ayudar a despejar las inseguridades y dudas que se generan frente al padecimiento del familiar dependiente.
Es fundamental que los cuidadores dispongan de una red de apoyo, de personas que los acompañen, escuchen, compartan sus tareas, se preocupen por su bienestar, los alienten y les brinden la comprensión y el amor necesario para que no se olviden de ellos mismos y de su humanidad.