El siete de abril de 1930 nació en Santiago de Cuba Vilma Espín Guillois, heroína de la República de Cuba y presidenta fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas. Tuvo una vida novelesca y plantó tantas buenas semillas, que solo con amor la evoca su pueblo.
Solía ser una joven multifacética, amante de la danza, el canto, el ballet y los deportes. Capitaneaba el equipo de voleibol de la Universidad de Oriente, donde cursaba estudios de Ingeniería Química y era solista de la Coral Universitaria dirigida por el italiano Juan Viccini.
Varios intelectuales españoles exiliados en Cuba tras la Guerra Civil, fueron sus maestros en dicha sede y la influyeron con sus ideas de avanzada.
Vilma soñaba un país mejor, libre de dictaduras y miserias. Se prometió a sí misma hacer todo para construirlo. Participó en disímiles manifestaciones estudiantiles y fue fiel colaboradora del Frank País, jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio e integrante de su Dirección Nacional.
Déborah era el nombre de guerra de la patriota, quien tomó parte en importantes acciones como el alzamiento armado de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956 en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma.
Frank País le tenía mucha confianza y poco antes de ser asesinado, la nombró coordinadora del movimiento clandestino en la provincia Oriente. El peligro de muerte la rondaba, pero la muchacha no desistía de su empeño; hasta que fue demasiado el acecho y hubo de incorporarse al Segundo Frente Oriental.
También en la Sierra fue imprescindible su presencia. Allí asumió roles en la distribución equitativa de suministros, la constitución de nuevas columnas, la gestión de fórmulas para la fabricación de explosivos, el cifrado y descifrado de claves, la realización de eventos como el Congreso Campesino en Armas y la superación educacional de los oficiales.
En medio de aquellas montañas, conoció el amor a la edad de 28 años. El corazón se le aceleraba cada vez que tenía cerca a Raúl Castro, pero no conseguía descifrar el afecto que el joven comandante le inspiraba.
«Entró a mi cuarto, allá en la comandancia del Segundo Frente, y recuerdo que conversamos sobre un cargamento de armas y ropas que habíamos recibido. De pronto, recostó su cabeza a mi hombro… yo, extrañada, indagué:
– ¿Qué pasa?
– Nosotros estamos enamorados, dijo.
– ¿Y tú cómo lo sabes?
– ¡Ah! Pero, ¿tú no lo sabes?
– Yo, no.
«Nos reímos; conversamos y desde entonces, comenzó el noviazgo”, contó Vilma en una ocasión a la revista La Jiribilla.
Después del triunfo de la Revolución, se empeñó en unificar las organizaciones femeninas existentes y potenció la creación de la Federación de Mujeres Cubanas, a la que se consagró hasta el último minuto de su existencia.
La emancipación de las féminas, la igualdad de derechos de mujeres y hombres, la atención social y la protección de la niñez y la juventud; fueron temas que ocuparon su agenda y sus esfuerzos.
“La batalla porque la mujer pudiera desempeñar las mismas labores que los hombres fue dura, y ella la enfrentó y la ganó. También luchó mucho por la creación de los círculos infantiles, la licencia de maternidad… Siempre minuciosa, de detalles, y de cosas grandes, porque para ella no había cosas pequeñas…”, declaró a Granma Asela de los Santos, entrañable amiga y compañera de luchas.
La tierna voz de Vilma Espín, la misma que enamoró a Raúl al ritmo de canciones de la época, o arrulló a los hijos y nietos en la tranquilidad del hogar, esa dulcísima voz que arengó a las cubanas a buscar su dignidad, nos convida otra vez ser fuertes y crecernos en estos tiempos difíciles que vivimos.