Con las primeras luces de este 9 de mayo, fecha sublime en la historia de la humanidad, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana, y el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, encabezaron el acto político y ceremonia militar en ocasión de conmemorarse el aniversario 78 de la victoria sobre el fascismo.
Las notas del Himno de Bayamo, interpretadas por la banda de música del Estado Mayor General, marcaron el inicio del homenaje, que tuvo como escenario el Mausoleo al Soldado Internacionalista Soviético, sitio ubicado en las afueras de la capital, donde reposan los restos de un grupo de combatientes de las antiguas repúblicas soviéticas que perdieron la vida en nuestro país, en cumplimiento de una misión.
Seis ofrendas florales, en nombre del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, la Federación de Rusia, las Repúblicas de Belarús, Kazajistán y Azerbaiyán, así como del pueblo de Cuba, fueron colocadas frente a la llama eterna que rinde homenaje a los fallecidos, pórtico de una jornada en la que estuvieron presentes, además, los miembros del Buró Político Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central del Partido; el general de Cuerpo de Ejército Álvaro López Miera, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; el general de División Lázaro Alberto Álvarez Casas, ministro del Interior, y el canciller Bruno Rodríguez Parrilla.
También asistieron otros jefes principales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, dirigentes del Partido y del Gobierno, embajadores, y una representación del cuerpo diplomático militar acreditado en Cuba.
De las huellas imborrables de la guerra más sangrienta en la historia de la humanidad, concluida hace casi ocho décadas, del altísimo precio que pagó la antigua Unión Soviética por la victoria, ascendente a más de 27 millones de vidas ofrendadas en los campos de batalla; de la aniquilación de ciudades, aldeas y poblados, y de los daños incalculables a la industria y a la agricultura, habló Viktor Koronelli, embajador de la Federación de Rusia en la Mayor de las Antillas.
Pese a tanta devastación, evocó el diplomático ruso, el Ejército Rojo pudo derrotar la maquinaria militar alemana, y con ello liberar a Europa de la peste fascista. Desafortunadamente, agregó, «no todos sacaron las lecciones de aquella guerra, y hoy el neonazismo vuelve a levantar la cabeza en distintos países del mundo».
Vemos cómo se destruyen monumentos dedicados a los soldados de la epopeya y se prohíben símbolos de la gran victoria; por eso, afirmó Koronelli, «valoramos altamente la contribución de la República de Cuba a la lucha contra la glorificación del fascismo».
Seguidamente, Roberto Morales Ojeda también rememoró la hombrada de los pueblos que conformaban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuya unidad y heroísmo permitieron contener y luego aplastar la arremetida bélica fascista en la Segunda Guerra Mundial.
El dirigente partidista no pasó por alto el digno aporte de Cuba a la victoria sobre el fascismo. Sangre de 250 cubanos caídos en batalla así lo atestiguan, tanto como los nombres de hijos de este pueblo que combatieron a las hordas nazis en territorios de la URSS, África del Norte, Normandía y otros escenarios.
En palabras de Morales Ojeda, los hechos que hoy conmemoramos y las lecciones que nos dejan tienen que ver con la esencia, los objetivos y los métodos del imperialismo, y con la dura realidad de que sus pretensiones hegemónicas no desaparecieron en 1945, sino que se alentaron e incubaron en un nuevo imperio, esta vez más cercano y hostil: el imperio yanqui.
Pero también demuestran, a su juicio, que un pueblo decidido a luchar, con una unidad sólida, valentía y disposición heroica, con una tradición revolucionaria y patriótica que se honra en defender, es capaz de superar cualquier agresión.
La victoria sobre el fascismo, dijo el miembro del Buró Político, «preservó la vida de millones de personas, salvó el legado milenario de la cultura humana, el sentido de la dignidad del hombre y fue un triunfo de la humanidad progresista».
Al rememorar aquellos heroicos acontecimientos, se impone seguir avanzando por preservar la paz mundial y denunciar con toda la fuerza posible lo que atente contra ella, como garante esencial de la supervivencia humana, sentenció.
«Construyamos un mundo donde prevalezcan la amistad y la solidaridad entre los pueblos», ese fue el llamado que selló su intervención. «No permitamos bajo ningún concepto que las ideas fascistas impongan su designio sobre el futuro de la humanidad».
Tras la marcha en revista de las tropas, Raúl y Díaz-Canel, y los demás miembros de la presidencia, depositaron rosas rojas ante la escultura que recuerda al general de Ejército Issá Aleksándrovich Plíyev, dos veces Héroe de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, quien asumiera la responsabilidad de jefe de la Agrupación de las Tropas Soviéticas en Cuba durante los días tristes de la Crisis de Octubre, en 1962.
Hasta la llama eterna, custodiada por las ofrendas florales, caminó después, en tributo, la comitiva. Y también allí fueron colocadas rosas rojas.
Ya han pasado 78 años –recordaba Morales Ojeda en su discurso– desde que las imágenes del soldado fijando la bandera soviética en lo alto del Reichstag recorrieran el mundo. Sin embargo, ante las nuevas amenazas que se ciernen sobre la humanidad, urge no olvidar el holocausto, si los pueblos quieren, en verdad, no repetirlo.