La verdadera urgencia

En esta semana Cuba alcanzó el pico de casos reportados en un día durante la pandemia de la COVID-19, desde que comenzaran a reportarse enfermos el 11 de marzo. Sucedió cuando alimentábamos esperanzas de recuperar rutinas de vida y poco a poco dejar en el olvido meses de encierro e incertidumbre.

Nuestro país no solo hizo un buen manejo de las estrategias de Salud Pública dentro de fronteras, sino que su aporte resultó y es todavía decisivo en otros donde, el virus SARS-CoV-2 golpeó incluso con mayor fuerza que aquí.

Al margen de las insatisfacciones que podemos albergar con respecto a políticas de distribución, desabastecimiento de las redes comerciales y medidas tomadas en las últimas semanas, que aunque necesarias no siempre gozan de la aprobación general, sería injusto desconocer los esfuerzos desplegados para crear opciones de expendio de alimentos elaborados, mecanismos para proteger a los más vulnerables y otras alternativas que buscan mitigar carencias, mientras en el proceso se limitan los riesgos de propagación de este coronavirus, que ya va dejando de ser nuevo.

Duele que sea la indisciplina la causante del actual retroceso en el control de la pandemia y que algunos tan alegres y divertidos no puedan prescindir de las fiestas y menos de las celebraciones multitudinarias: un pueblo que presume de instrucción es vergonzoso que no entienda cosas simples, repetidas hasta el cansancio, sobre las necesarias medidas a adoptar.

Pinar del Río no figura entre los territorios con situaciones de extrema complejidad, pero tenemos el peligro en la frontera, Artemisa y La Habana lamentablemente aportan el peso que nos lleva nuevamente a tocar fondo, justo cuando divisábamos la orilla.

Tal proximidad exige elevar el rigor en los controles. Eso les compete a los organismos encargados y está bien que exijamos por la calidad de los mismos, pero no nos confundamos: cada uno tiene que hacer su aporte.

¿Hasta cuándo vamos a esperar que el Estado, visto como un ente omnipotente, sea quien cargue con todas las culpas? Si usted no se cuida, deje de hacer responsable a otros por sus desvaríos ¿qué tipo de familias somos si los padres no pueden retener a sus hijos en casa? Velar porque salgan protegidos y lo menos posible.

¿Qué tiene que suceder para que comprendamos la magnitud de una pandemia que ha puesto en crisis los sistemas sanitarios de naciones desarrolladas? La medicina cubana sustenta sus logros sobre métodos de prevención, pero en casos como estos donde toda la población está expuesta al contagio se impone que individualmente seamos responsables.

No es preciso que llegue alguien a realizar pesquisas para detectar síntomas de infecciones respiratorias, vaya voluntariamente al médico o ¿usted no escucha que cuando hay presencia del virus la atención temprana evita complicaciones?

Más de la mitad de los casos diagnosticados en Cuba son asintomáticos; ¿tampoco entiende lo que eso significa? Pues le explico que es una enfermedad sin rostro, cualquiera puede portarla y transmitirla, si no se protege tal vez no tenga la misma respuesta inmunológica que quien lo contagió y sufra los estragos de la COVID-19, la cual, por cierto, puede ser letal.  

Se acabó el momento de apelar a la conciencia, ya es irracional hablar de baja percepción de riesgo, llamemos cada cosa por su nombre: indisciplinas es la palabra adecuada, porque las cadenas de propagación que se reportan están asociadas a ellas.

No es el problema del otro, es el suyo, el mío, el de todos, no solo de los residentes en Pinar del Río o Cuba pues se trata de un mal que azota el mundo y las carencias que hoy lamentamos, serán mínimas ante las que sobrevendrán si la economía sigue detenida; digo esto para los que continúan anteponiendo necesidades como justificación a sus conductas y no comprenden que la verdadera urgencia es continuar con vida.

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