Ramón Antonio Estévez Remis, “Mongo” para sus amigos y allegados, es un hombre que sueña con el tabaco. Para él no hay otra vida que la del campo y la mayor parte de sus días están asociados únicamente al cultivo de la hoja.
Indiscutiblemente cuando se mencione a la CCS 26 de Julio, ubicada en el Consejo Popular de Puerta de Golpe, hay que hablar de este hombre trabajador que, desde el amanecer y pese a los reclamos de su esposa producto de las enfermedades que lo aquejan, no levanta la vista del surco hasta que lo sorprende la noche.
Para él siempre hay algo que hacer en el campo, pues de acuerdo con su criterio de la tierra salen los mayores beneficios que puede recibir el ser humano.
A sus 84 años confiesa que toda su vida ha transcurrido en estas tierras y que no sabría qué hacer si un día de pronto sintiera que no le es útil a la vida y la Revolución.
“Yo nací aquí en esta misma finca. Y toda la vida me he dedicado a cultivar, especialmente el tabaco.
“Hubo una época que lo que teníamos eran solo dos caballerías de tierra en los potreros. Pero al triunfo de la Revolución se les dio la oportunidad a los campesinos de tener sus tierras y ser dueños de ellas y dedicarse a la producción.
“Yo no soy de sembrar cultivos varios. Mi pasión es el tabaco. Más allá de mi hija que es mi mayor tesoro, mi amor por esta planta es inconmensurable. Sinceramente el día que deje de sembrarlo creo que voy a estar de más. En pocas palabras, me crie con él y no puedo vivir sin cosecharlo”, expresa.
Su esposa narra que no son pocos los problemas de salud de Mongo, pero a pesar de todo él insiste en que uno de sus deseos es que la muerte lo sorprenda en un surco de tabaco.
Desde el aire fresco que corre por su portal y sentado en su taburete, confiesa que ser campesino significa la vida misma, ser rico de alma y de espíritu, pues no existe valor más grande para el hombre que ser útil a la Patria.
Fundador de la “26 de Julio”, expresa que su amor al trabajo y el “amarre” a los rendimientos de su terruño les ganaron a las incesantes proposiciones de un puesto administrativo en los inicios de esta cooperativa.
“Yo confieso también que en aquel momento no estaba capacitado para eso, pero lo que sí sabía era que quería sacarle todo el provecho posible a mis tierras. Y así lo hice y lo hago todavía”.
Para Mongo, quien labre no debe dejar de luchar nunca porque lo suyo sea lo mejor y cause admiración. No se debe escatimar en horarios ni sacrificios, pues lo anterior se convierte en orgullo cuando reverdecen lo suelos. “Para eso hay que saber escuchar la tierra y sentir cada planta. No puede perderse minuto alguno cuando el campo requiere de tus manos”.
Los rendimientos estimados por encima de los 700 quintales por caballería son producto de sus desvelos y los regaños de su esposa. Ambos se levantan bien temprano para que él desande los campos y “pase la mano” por cada hoja. Esta tarea no se acaba hasta que los sorprende la noche.
Ella regañándolo por no tomar descanso alguno, y él siguiendo el refranero popular de no dejar para mañana lo que bien pudiera hacer hoy.
Según afirma, el futuro de los campos está en los deseos de cada quien de trabajarlos, pues la vida brota de la tierra y el desarrollo indiscutiblemente viene aparejado a ella.
Al preguntarle sobre un antes y después del triunfo de la Revolución y la Ley de Reforma Agraria, comentó que explicar esto a las nuevas generaciones es sumamente difícil, porque no tienen un referente cercano pero él en su niñez se vivieron tiempos muy duros.
“Mi papá era cogedor de tabaco y nosotros teníamos que subsistir de su trabajo. Antes se vivía en condiciones muy difíciles. Aquí en esta zona del Palenque había campesinos que tenían que irse de forma inmediata tras terminar la cosecha a fanguear tierras en granjas privadas para traer sustentos a su familia.
“Sus mujeres debías irse para las escogidas. Y al llegar los fines de semana y cobrar ese dinerito, se iba solamente en buscar los cuatro mandaditos que se podían con los quilos adquiridos.
“Hoy no agradecemos todo lo que tenemos. Ahora somos ricos. Hoy el campesino tiene casas buenas, con lujos, pisos pulidos y demás. Yo nací en una casa de yaguas y tablas de palma, y al piso se le echaba cenizas para que simulara algo bonito.
“De la salud y la educación no tengo que hablar porque todos sabemos las bondades de ambas. El que hoy hable lo contario lo hace descaradamente; o es contrarrevolucionario o habla boberías por hablar”.
Para Mongo la Revolución lo es todo y lo que tiene, asevera, es gracias a que Fidel lo hizo posible.
“Que nadie se crea el cuento de que vamos a tener más si los enemigos algún día utópico nos ganan. No estoy ajeno a quienes piden un cambio. Me mantengo informado y doy gracias a que ya Trump salió de la presidencia. Veremos cómo nos va con este nuevo inquilino de la Casa Blanca”.
Cubano orgulloso hasta la médula es la definición que tiene de sí mismo. A ello se suman los criterios de sus compañeros de trabajo y amigos, quienes lo caracterizan como humano, jovial, trabajador incansable, entusiasta y feliz.
“Solo soy un hombre trabajador que ha labrado un camino para el bienestar de su familia. Y ya a estas alturas de la vida no voy a cambiar ¿verdad?”.