— ¿Y a qué hora regresa?, preguntó la muerte. — ¡Quién lo sabe! Depende de los quehaceres. Por el campo anda, trabajando. Francisca y la Muerte
Hay quien dice que la vida no es sino un manojo de azares y voluntades, y que cada cual los maneja lo mejor que pueda. Hay quienes en sus cartas tienen las del triunfo, más prefieren no arriesgar, y apuestan seguro por un final que se esperará tranquilo.
En cambio, hay hombres que prefieren la aventura de un viaje bien vivido y se aferran a su destino, a sus sueños, dejando la suerte a otros. Este es el caso de Israel Bruguera García, quien, a sus 74 años, trabaja solo la tierra con un afán que muchos envidiarían.
Si bien una historia interesante para contar de Israel sería que es hoy el primer pinareño que pasa por una mesa de operaciones para recibir un esfínter urinario artificial, aún más lo es la voluntad con que asume la vida diaria.
CASI TRES AÑOS A LA ESPERA…
Según cuenta el propio Israel, toda su vida la dedicó al CAN. Allí se realizó como hombre y fue trabajador ejemplar. Sin embargo, por herencia familiar de su padre, siempre mantuvo un pedacito de tierra bien cerca para labrarla con sus manos.
“Con la llegada del retiro tuve tiempo para la vega, que en realidad es mi verdadera pasión, pues nací y me crié en este campo, y la verdad es que siempre estuve muy apegado al surco.
“Desde niño me cautivó este mundo de la labranza, de sembrar y cosechar la tierra con mis propias manos, y que mi familia pudiera comer de los callos de mis manos”.
Lo cual es cierto, pues en poco menos de 14 hectáreas, Israel cultiva frijoles, malangas, boniatos, arroz, yuca, calabaza, maíz y otros. La verdad es que no existe ni un palmo sin sembrar, pues él se encarga de que ese espacio rinda al máximo.
“Ahora la vega está un poco descuidada, ya que me enfermé y estuve un largo periodo de tiempo con padecimientos e impedimentos, tanto de salud como por indicaciones médicas, que me impedían venir a trabajar.
“Mi propia familia no quería que en esas condiciones viniera. Pero la voluntad y el espíritu eran más fuerte que yo, y eso ellos no lo comprendían. Sin este pedazo de tierra no era nada”.
Y no era para menos, pues Israel se sometió a dos procederes en una primera intervención quirúrgica en la provincia Pinar del Río, en la cual le extrajeron un cálculo enorme de la vejiga y le removieron completamente su próstata.
Tras la recuperación de dichos procedimientos, quedó con incontinencia urinaria que le impedía controlar su esfínter, y no sabía a ciencia cierta cuando debía orinar y cuando no.
“Tenía que estar todo el tiempo con un catéter y una sonda permanente. Situación esta que era demasiado incómoda, porque muchas veces la sonda se tupía o se salía, y cuando me percataba, estaba ensopado de orine.
“Incluso, en ese tiempo le dije a mi hijo Isael que yo necesitaba ver la tierra, trabajarla, porque ya me faltaba el aire. De a poco me fue llevando un rato todos los días para hacer piernas, como decimos nosotros, y así logré nuevamente comenzar a arar, sí señor, con catéter y todo amarrado a la cintura”.
Así permaneció Israel cerca de dos años y medio, con los impedimentos propios que le generaba el portar una sonda de forma permanente, las dificultades de trabajar el campo con tal padecimiento y las constantes peticiones de su familia de que este permaneciera quieto en el hogar.
No obstante, prefirió y soportó los riesgos, los dolores, y las incomodidades, solo para estar cerca del rocío de la mañana en sus cortes de maíz. No había cosa que le complaciera más.
“No te voy a mentir, fue sumamente difícil. A veces, incluso, olvidaba que tenía problemas de salud y mi familia se preocupaba y me regañaba por eso. Pero no hay nada que eleve más el alma que bien temprano en la mañana oler la tierra”.
“¿CUÁNDO NOS VAMOS?”
De acuerdo con su hijo Isael, al poco tiempo de realizarse la prostatectomía radical y extraerle el cálculo, los remitieron para la capital, para el “Hermanos Ameijeiras”.
“Allá llegamos un día y quien nos atendió fue el jefe de la sala de Urología, nos dijo que caíamos en el día de suerte, pues la doctora Isis Emérita Pedro Silva era quien atendía casos como el de mi papá.
“Ese mismo día, tenía consulta, y esperamos a que terminara. Nos presentamos y conversamos con ella. Realmente nos sentimos como en familia, la doctora nos ofreció una atención de primera.
“Enseguida quiso ver las radiografías y los análisis, y tras varios interrogatorios de rutina y preguntas de corte clínico, nos indicó que lo que solucionaría el problema sería un esfínter urinario artificial. De eso hace alrededor de dos años y medio”.
Ese tiempo tuvo que esperar Israel para recibir el dispositivo, pues el país debería importarlo de Europa. Además, coincidió también la espera con los meses en los que la Covid-19 hacía estragos en todas las provincias de la Isla.
Pero según Isael, nunca perdieron el vínculo con la doctora.
“Cada 15 días o de forma mensual yo iba personalmente y tocaba la puerta de ella. Ya hasta las enfermeras y demás personal que coordinan las consultas y los pacientes me conocían.
“Siempre le decía, ‘doctora, recuerde que soy el muchacho de Pinar del Río del casito del padre para el esfínter artificial’, y ella me respondía con mucho amor, ‘no te preocupes, pero hay que esperar un poco”’.
Fue la propia doctora Isis Emérita Pedro Silva, quien hiciera entonces la llamada telefónica a Isael, para anunciarle que de forma urgente debían personarse en el “Ameijeiras”, pues la operación iba a proceder.
“Recuerdo que papi estaba en la azotea descansando la tarde, me le acerqué y le pregunté si todavía quería operarse. La respuesta fue: ‘Como el primero. ¿Cuándo nos vamos?’. Eso me puso muy feliz”, comentó el hijo.
Su padre, en cambio, estaba dispuesto a todo con tal de poder volver a su rutina de siempre.
“Por supuesto que estaba decidido a operarme. El riesgo no me parecía grande comparado con la felicidad de poder tener una vida normal nuevamente. Y era más que evidente, no iba a sentarme a esperar la muerte. Eso no tiene discusión. A mí, si quiere agarrarme, que vaya al campo a buscarme, y que me sorprenda haciendo lo que me gusta”.
Pero todo no fue llegar y operarse. A Israel, tras una serie de análisis preoperatorios de rutina, le diagnosticaron que su vejiga estaba atrofiada por todo el tiempo que se mantuvo con sondas. Solo almacenaba cerca de 20 mililitros de agua al hacerle las pruebas.
La especialista comenzó a trabajar con él y a hacerle llenados y estiramientos de vejiga de forma artificial, inyectándole grandes cantidades de agua. El procedimiento era doloroso, recuerda Israel, pero en el fondo sabía que era para bien.
“La herida de la operación del esfínter fue grande. Estuve cerca de un mes para que sanara. Mi hijo era mi enfermero. Pero estoy contento. Ahora tengo tres testículos en vez de dos.
“Esto es una comodidad. Realmente no sabía sus beneficios hasta que me lo activaron. Tú mismo lo manipulas y comienzas a orinar, y cuando terminas, el mismo dispositivo tranca el conducto. Ya entre tantas cosas puedo dormir tranquilo, pues con las molestias de la sonda, hacía años que no conciliaba el sueño”.
En cambio, su familia aseguró que tras esa segunda operación fue mucho más difícil mantenerlo en cama todavía.
“Papi quería hacer muchos disparates, desde echarle comida a los cochinos hasta guataquear los boniatos. Tuve que plantarle cara y decirle que nosotros habíamos luchado mucho, haciendo sacrificios para que la operación se diera y su vida mejorara.
“Recuerdo que le dije: ‘Tú decides si ahora que estamos en la recta final quieres echarlo todo por la borda, todo lo que hemos logrado, o esperas un poco más y te portas bien’. Él entendió el mensaje”.
EL ESFÍNTER, LA OPERACIÓN, LOS DOCTORES
Para que se conozca un poco más, los esfínteres en el sistema urinario son músculos que le permiten al cuerpo contener la orina. Un esfínter artificial inflable es un dispositivo médico que impide que la orina se escape. Se utiliza cuando con el que nacemos ya no trabaja bien o existe alguna patología o padecimiento que provoca un mal funcionamiento.
El esfínter urinario artificial consta de tres partes, un manguito de presión, un globo regulador de presión y la propia bomba que se localiza entre el saco escrotal.
Para tratar la incontinencia urinaria, se coloca el manguito de presión alrededor del cuello de la vejiga. Cuando se infla el manguito, la uretra queda bien cerrada. El globo encargado de regular la presión se coloca por debajo de los tejidos de la región inferior del abdomen y luego se llena con líquido. De vez en cuando, se utiliza una solución a base de yodo para que el globo sea más visible al momento de realizar procedimientos que utilizan rayos X.
En el caso de los hombres, como Israel, el mecanismo de la bomba de control se coloca en el escroto. Para utilizar el esfínter, el paciente ejerce presión apretando la bomba de manera que el fluido sea desviado del manguito de presión de la uretra hacia el globo, lo que permite que el esfínter se relaje y el paciente pueda orinar. El manguito de presión vuelve a inflarse por sí solo en un lapso de hasta dos minutos.
Para que se tenga una idea, el procedimiento en algunos países de Europa, cuesta alrededor de los 18 000 euros, en cambio, en Cuba, es gratuito.
Ante una última pregunta indispensable… Israel mencionó que nadie es capaz de imaginar de qué son capaces los médicos cubanos, aun en medio de tantas necesidades, carencias y bloqueo estadounidense.
“Nuestros médicos son eminencias, con escasos recursos hacen maravillas. Yo realmente estoy muy contento con los procederes y los cuidados del equipo médico que me atendió. Realmente no hay sentir o moneda que pague esta operación y la calidad de vida que ahora tengo.
“Fui el primer pinareño operado que recibió este dispositivo. Verás de ahora en adelante cómo la gente se va a interesar por esto”.