El cuatro de enero de 1984 tuvo su inauguración el Programa del Médico y Enfermera de la Familia, un plan generado por la idea de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, de crear un médico diferente y un especialista nuevo, con la finalidad de alcanzar nuevos niveles de salud y satisfacción de la población, y cuyos esfuerzos estarían dedicados a las acciones más importantes de la salud del pueblo cubano: la prevención de factores de riesgo y la promoción de estilos de vida saludables.
A partir de este momento la salud pública cubana situó al médico y enfermera de la familia como los máximos responsables de la salud de los individuos, las familias y la comunidad.
Guerrillero conversa con el doctor Julián Domingo Fábregas Hernández, especialista en Medicina Interna y actualmente fármaco-epidemiólogo de la Dirección Municipal de Salud en el municipio de Consolación del Sur, quien fue fundador del mencionado programa, para conocer un poco más de su vida y de sus experiencias.
Según comenta, la medicina siempre fue su pasión. Vocación inculcada por su madre, quien presentaba muchos padecimientos y que deseaba ver en el joven estudiante la profesionalidad y las prácticas médicas que a ella profesaban sus doctores.
Tras concluir el instituto Hermanos Saíz, ingresó en el de ciencias básicas y preclínicas Victoria de Girón, buque insignia de la medicina cubana, donde cursó sus primeros estudios en el periodo de 1971 y 1972.
“Girón para mí fue una escuela muy importante, porque fue el despertar de algo maravilloso, el inicio de quien soy hoy en día. También tuve la suerte de que en segundo año me llegara la vinculación laboral como auxiliar de Enfermería en el hospital Calixto García en la unidad de traumas de su cuerpo de guardia.
“Más tarde continué en la sede universitaria de Pinar del Río, sobre todo en el hospital clínico quirúrgico León Cuervo Rubio que era el centro o el Alma Mater de la medicina pinareña, al tiempo que roté por el Pediátrico y la antigua Maternidad hasta graduarme en noviembre de 1977”.
Casi de inmediato, el doctor Domingo Fábregas fue ubicado en el hospital Juan Navarro perteneciente a “Manuel Lazo” en el Cayuco, municipio de Sandino.
Allí chocó con la realidad de la responsabilidad real y de atender clínicamente a una población que al principio, solo por su juventud, le hacía rechazo.
Pero esto no lo amedrentó, con sus escasos 25 años se ganó el cariño de todos los habitantes de “Manuel Lazo” y las localidades adyacentes de La Güira, El Carril, Las Martinas, Palmarito, El Bagá, Pasada de Marín y La Grifa. Lugares donde todavía mantiene muy buenas amistades y se le recuerda con mucho cariño.
Pero quiso la suerte, o el destino, que le llegara una notificación que esperaba con ansias. Angola.
“El 25 de diciembre de 1977 en un trabajo productivo en la construcción de unos albergues me notificaron que me habían designado para ir a cumplir una misión internacionalista a la hermana República de Angola.
“Me puse muy contento, enseguida notifiqué a mi familia y a partir de ese día mi tarea fue prepararme para asistir a ese pueblo desconocido para mí. Arribé a Angola el siete de enero de 1978, recién graduado y casi que en plena proclamación de independencia por Agostinho Neto.
“Allí nos explicaron que íbamos por voluntad propia y se nos administraron todas las vacunas necesarias. También nos dieron una chapilla con estas palabras: ‘este es su número en Angola. Esta es su identificación en Angola. Si un compañero suyo cae cerca de usted, usted tiene la responsabilidad de recuperar su chapilla, y si usted está herido debe ponerse la suya en la boca. De igual forma otro compañero lo hará por usted si usted es quien cae herido de muerte”’.
– 49592. Ese es su número. ¿Está de acuerdo?
– Sí.
Según afirma, esta primera misión internacionalista fue muy importante, pues definió para él una postura inequívoca en su vida, tanto social como política; confiesa que lo hizo ser una persona más madura y un médico más preparado.
Tras su regreso, todavía mantenía la categoría de médico general, por lo que de forma inmediata comenzó la especialidad de Medicina Interna en el policlínico Hermanos Cruz con el doctor Marcos Montano, la cual concluyó en el hospital León Cuervo Rubio en abril de 1983.
“Me ubicaron en San Juan y Martínez como clínico en la etapa ‘83- ‘84. Quise ser intensivista pero no me dieron el curso que solicitaba en ese entonces.
“Poco después en conversaciones con el doctor Abelardo Ramírez, él me comentó que se iban a producir cambios importantes en la salud pública cubana. Me instó a que esperara, pues según su visión podía ser muy útil para ese nuevo amanecer”.
Así, con tales prerrogativas fue trasladado de inmediato al hospital 27 de Noviembre de Consolación del Sur para desempeñarse como clínico en la sala Segundo Congreso.
“Una mañana me solicitaron en la dirección del hospital y allí me esperaban la doctora Carmen Serrano, exdecana de la Facultad de Ciencias Médicas y el doctor Marcos Montano.
“En esa conversación me comentaron que a partir del curso del ‘84 se iban a producir cambios en los programas de estudios y en todo el proceso de gestión de conocimientos a impartir en la Salud, así como en la Atención Primaria.
“Me solicitaron que me incorporara al policlínico Cinco de Septiembre, también en Consolación, para de cierta forma organizar la docencia en ese centro”.
Así comenzó para el doctor Fábregas Hernández una nueva labor, la de la docencia, mediante la asignatura de Sociedad y Salud que por primera vez se daría en Cuba, y por supuesto, en la provincia.
“Después comenzó la Medicina Familiar, en la que se incorporaron los primeros médicos graduados a la Atención Primaria de Salud, ya como médicos de familia. Y con la docencia de Medicina General Integral. Una experiencia muy bonita de la que fui también partícipe y protagonista.
“Era una época en la que nos reuníamos para todo, pues nada en la salud estaba a la altura de lo que concebía Fidel que fuera la atención primaria. Recuerdo que en una ocasión nos reunimos para definir el mobiliario clínico que debía tener un consultorio. Allí por primera vez se comenzó a hablar de las camillas.
“Recogí ideas y conceptos de cómo podía ser una camilla que tuviera las condiciones técnicas necesarias para esta función. Realicé un dibujo a mano alzada de una posible camilla multipropósito con doble plegamiento y acanalada al medio. La idea gustó y los compañeros responsables de fabricarla en aquel entonces se llevaron gustosamente la idea.
“Y hoy, con toda la modestia que me caracteriza, de cierta forma al ver las camillas modernas hechas en Cuba me siento también parte de ese diseño. Fue una etapa muy bonita en la que todo había que hacerlo, que inventarlo. Partíamos de cero”.
Gracias a la experiencia del doctor Domingo, se graduaron parte de los primeros médicos que iniciarían en la provincia la rama de la Medicina Familiar.
“De esa graduación del ’84 comenzaron 12 médicos en total en Pinar del Río. De ellos ocho de Consolación. Nosotros tenemos la dicha de haber sido también los consolareños quienes por primera vez incluyéramos la figura del médico en una estructura de producción cooperativa en la CPA Alfredo Yabur.
De igual forma, afirma, se consolidó la idea con el primer médico de la provincia en asistir a un centro estudiantil, al que ubicaron en aquel entonces en el «Luis Bocourt Díaz».
“Así surgió el plan del médico de la familia en el municipio de Consolación del Sur.
“Tuve una formación bastante sólida como internista, de cierta forma casi que biologicista si se quiere, y siempre vinculada a la atención secundaria de un hospital. Pero gracias al doctor Montano y sus consejos, no me faltó capacidad para comprender, para darme cuenta que esta nueva forma de la medicina era tan útil como el intensivismo que una vez quise hacer.
“De hecho, nunca más desee salir de la atención primaria de salud. En aquellos primeros días era una experiencia que diariamente daba frutos, una rama a la que se le encontraban y descubrían alegrías desde el punto de vista profesional.
“Era muy grande la satisfacción de las personas y se veían crecer las modificaciones para bien de los indicadores de Salud y ser parte de eso fue muy bonito. Era una medicina nueva, distinta”.
Hoy, con sus más de 40 años de vida profesional, el doctor Domingo Fábregas asegura que de volver atrás lo haría todo de la misma manera, pues para él, la medicina no es solo una profesión, sino una compañera de vida.
“No hay momento que me brinde mayor regocijo que cuando algún paciente me muestra su afecto y agradecimiento.
“Doy gracias por ser médico y cubano; pues estas dos palabras significan ser útil, distinto y necesario. Significan vocación, dedicación, humanismo, desinterés material y económico. El deseo intenso de hacer una labor de salud por el prójimo, es solo de nosotros los cubanos, y me siento muy orgulloso de ello”.