Dice una frase popular que respetar a los animales es una obligación y que amarlos es un privilegio. Pero más allá del respeto y el amor está la dedicación y la nobleza de quienes tienen como meta salvar sus vidas.
Rosalia Valdés Carrodegua y Yosbany Santalla Pereda son dos jóvenes pinareños que estudian la carrera de Medicina Veterinaria en la Universidad Agraria de La Habana (UNAH) Fructuoso Rodríguez, ubicada en la provincia de Mayabeque.
Si algo positivo han sacado del tiempo de pandemia, es la posibilidad de realizar prácticas en la clínica veterinaria de Pinar del Río. Oportunidad que ambos califican de gran aprendizaje y crecimiento profesional.
“La experiencia en la clínica ha sido muy gratificante, sobre todo sentir el apoyo de los médicos y exponentes de la Medicina Veterinaria en tu provincia y crecer a su lado. La verdad, sin su ayuda no estuviera en condiciones de hacerle lo más mínimo a un animal”, comenta Yosbany.
“Los trabajadores de allí nos tratan bien y comparten sus conocimientos con nosotros, también nos dan la oportunidad de tratar a los animales y poner en práctica lo que nos enseñan bajo su supervisión; siento que tengo una familia allí”, añade Rosalía.
UNA CARRERA DE AMOR
Rosalía cursa el segundo año de la carrera y Yosbany el tercero, y aunque aún no pueden ofrecer consultas ni ejecutar ningún procedimiento médico por su cuenta, confiesan que muchas personas les piden consejos sobre caninos y felinos, en algunos casos equinos y hasta roedores como los hamsters.
Cuenta Yosbany que al vivir en el campo (Entronque de Las Ovas) lo buscan para ver diferentes animales, incluso algunos exóticos como tortugas terrestres y aves ornamentales, entonces trata de aconsejar y remitir a médicos de experiencia.
Rosalía no cree en estereotipos cuando le pregunto cómo asume su carrera, siendo un campo tradicionalmente dominado por los hombres:
“En los tiempos actuales, ya casi no hay impedimentos para una mujer, por tanto eso no me frena para lograr lo que quiero. Además, mi familia y amigos me han apoyado siempre”.
Prefiere la Medicina Interna y como segunda opción la Cirugía, pero su motivación por la carrera viene desde la infancia: “Desde pequeña mi amor por los animales era notable, los veía y los veo como amigos. Siempre sentí que necesitaban de alguien que los protegiera y yo quiero ayudar en eso”.
Yosbany por su parte, asegura que quiere dedicarse a la Cirugía, en especial a la parte de tejidos blandos, aunque reconoce que siempre es bueno dominar los conceptos básicos de las demás especialidades.
“Mi pasión por los animales viene desde que era un niño. Siempre me atrajeron mucho, sobre todo la diversidad, cómo pueden y podemos llegar a sentir afinidad unos por los otros y hacer vínculos muy fuertes. También soy del campo y mis padres siempre me permitieron tener todo tipo de animales.
“La Medicina Veterinaria implica amor, dedicación, empeño, conocimiento, estudio sistemático siempre. Lleva comprensión, esmero, paciencia pero sobre todo ese cariño y la capacidad de llegar a ver esa mirada profunda dentro de los ojos de cada animalito que llega a ti”.
Lo más difícil…
“Para mí lo más difícil que he visto es la hora de realizarle la eutanasia a un animal. Es un momento bastante fuerte y ver pacientes con patologías tratables y que no hayan recursos para salvarlos”, dice Rosalía.
“Un caso difícil fue uno diagnosticado por un doctor de la clínica. Era un dálmata con un cólico nefrítico y orina turbia que con los días llegó a hacer una hematuria. Durante este periodo se trató de gestionar un ultrasonido para estar seguros de la patología que estábamos tratando, pues es muy importante tener un diagnóstico antes de operar. Con los días se agravó el cuadro y cuando se resolvió el ultrasonido era demasiado tarde. Hizo una hidronefrosis que acabó con su vida. Es algo prevenible si se le hubiera realizado a tiempo el ultrasonido, técnica sencilla pero desgraciadamente lejos del alcance de los animales”, narra Yosbany.
UN DECRETO, UN CAMINO
La aprobación del Decreto-Ley sobre Bienestar Animal es un camino que se abre hacia el respeto y cuidado de los animales. Sin embargo, aunque existe el empeño y las ganas de hacer, es un proceso que requiere de la participación de todos, de recursos y apoyo.
“Faltan muchas cosas por ponerse en práctica y temas que se deben tocar y debatir”, apunta Rosalia.
“Se quiere hacer mucho pero estamos muy pobres en ese sentido, hace falta más apoyo del pueblo y de las autoridades. Necesitamos las campañas de esterilización masivas y las antirrábicas, el mejoramiento de las clínicas con la instrumentalización que requieren y con los equipos para hacer exámenes complementarios y la capacitación del personal.
“Además se necesita hacer mucho trabajo con los callejeros porque la eutanasia nunca será la primera solución, sino la última”, agrega Yosbany.
La causa animalista…
Según Yosbany siempre hacen acciones a favor de los animales, de forma individual, pues no pertenecen a ningún grupo; sin embargo, han colaborado y brindado su ayuda en caso de que los necesiten.
“Me gusta trabajar por mi cuenta, alimento a los perritos que están sin hogar aquí en mi cuadra y los ayudo de forma médica siempre que lo necesiten”, acota Rosalia.
Retos…
Para Yosbany y Rosalia el mayor reto que tiene la Medicina Veterinaria en Cuba es que la población o parte de esta se dé cuenta de que todos los animales son iguales, independientemente de su especie y raza y que todos merecen atención médica, apoyo, respeto y amor. “Lo otro es cumplir con lo que está plasmado en el Decreto-Ley y mejorar las clínicas como se deben, que se produzcan medicamentos y funcionen las farmacias veterinarias”, añade Yosbany.
MÁS QUE EL AMOR A LOS ANIMALES
Rosalia y Yosbany no pueden definir qué animal prefieren, quisieran incluso poder trabajar con todos. Ella habla de Luna, Susi y Sultán, sus tres preciosos perros, además de dos pollitos que también tiene como mascotas.
Él menciona a sus canes Siso y Sacha y a su gata Misa. Pero ambos nombran a Samy, un conejo que consideran hijo adoptivo.
Rosalia y Yosbany comparten más que el amor por los animales. Están unidos en la vida y aseguran que la combinación es perfecta.
“En lo profesional me aporta mucho, él comprende mis decisiones y sabe por qué las tomo. Me ayuda a crecer y compartimos el mismo amor por los animales, las mismas metas. Siempre es bueno tener a una persona con quien debatir tus casos, que te acompaña en tus horas de estudio, y te ayuda a darle respuestas a tus dudas”, dice ella.
“A mí me ha hecho crecer en el plano amoroso y en el profesional. La comunicación siempre ha fluido perfectamente. Nos sentamos a estudiar hasta la hora que sea necesario para encontrar respuestas ante casos difíciles. Me encanta trabajar con ella, es como dos amores que laten en un solo corazón, con la misma intensidad”, asegura él.
Rosalia y Yosbany son aún muy jóvenes, pero ya se habla de su talento entre los más avezados. La madurez y responsabilidad con que asumen su trabajo; el amor y la dedicación que muestran ante cada acción en favor de los animales, son señales inequívocas de que el futuro de la Medicina Veterinaria pinareña está en buenas manos.