Sumado a los reconocidos almendrones de procedencia estadounidense y fecha de fabricación antes de 1959, los autos producidos en la antigua Unión Soviética devienen herencia, patrimonio y medio de transporte insustituible.
La incorporación de la isla al extinto Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) en 1972 y, por consiguiente, las relaciones y convenios impulsados entre los estados del campo socialista propiciaron la llegada a la nación caribeña de vehículos de marcas como Lada, Moskvich, Volga, Niva y Zil.
Sin embargo, en los años 90 del siglo pasado cesó el suministro de coches y componentes y el acceso a tecnología y piezas de repuesto a bajo precios, de ahí que los cubanos debieran innovar para mantener en funcionamiento sus autos rusos.
‘Nosotros siempre decimos que mientras exista en el portaequipaje una buena pinza y un pedazo de alambre se soluciona cualquier problema’, aseguró en exclusiva a Prensa Latina el ingeniero Geovany Garayburu, dueño de un carro marca Moskvich desde hace 34 años.
Desde hace dos décadas, la flexibilización de políticas migratorias y la decisión de Rusia de no exigir visa a los cubanos, posibilitó la creación de un canal para el comercio privado de partes y piezas; así como, la apertura de tiendas estatales y el impulso de la ley para modificaciones y adaptaciones mecánicas.
Moskvich: pasión, cooperación y añoranza
‘En la década de 1980 ese modelo se les otorgaba a los trabajadores más destacados del país. Fue así como llegó a nuestra familia el 6 de octubre de 1987. Aún tengo en mi memoria la alegría de la noticia, el olor del auto nuevo y la curiosidad por conocer cada detalle’, confesó Garayburu.
Fue el vehículo donde aprendió a conducir, hizo sus exámenes para sacar la licencia y conoce al dedillo su mecánica y electricidad. También, señaló, lo ha acompañado en los momentos más significativos de la vida: su adolescencia, tres bodas y cuatro hijos.
Precisamente, esa pasión lo llevó a crear en 2016 el grupo ‘Moskvich en Cuba’ en Facebook, cuya idea inicial era agrupar a los amantes de ese modelo de autos, propietarios o no; crear un sitio para compilar información sobre el tema, desde la experiencia acumulada por mecánicos, electricistas y dueños.
Actualmente, cuentan con 53 mil miembros de más de 90 países y unas 126 publicaciones diarias. Durante cinco años, los integrantes conformaron una red de apoyo y cooperación y algunos mensajes constituyen llamados de urgencia y otros, disponibilidad de auxilio.
Lada: más que un club, una familia
Según Carlos Rodríguez Herrera, presidente del Club del Lada, en La Habana no existía un proyecto que reuniera exclusivamente a los amantes de esa marca y fue así como, junto a un grupo de amigos, decidió fundar esa asociación el 30 de octubre de 2020.
‘Ese es un carro familiar y muy popular, y hoy somos una familia de 150 miembros. Si a alguno se le rompe el auto, acudimos varios a auxiliarlo sin ningún interés ni remuneración. Tenemos un compromiso social y hemos planificado varias actividades de impacto en la comunidad’, explicó.
Dentro de esas iniciativas estuvo un recorrido por varios hospitales del capitalino municipio de Marianao, el cual incluyó la entrega de flores y un homenaje a los médicos que libran la batalla diaria contra la Covid-19.
También la visita a un hogar de niños sin amparo filial, donde celebraron el cumpleaños de una de las pequeñas y la entrega de juguetes a los pequeños ingresados en el hospital pediátrico docente William Soler, centro de referencia en la asistencia médica integral.
La primera unidad del Zil descapotable, modelo 111, basado en el Cadillac Fleetwood, fue un regalo del exdirigente de la URSS Nikita Jruschov al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
El modelo resaltó por su elevada tecnología, pues la capota cerraba automáticamente tras apretar un botón.