José Antonio Portuondo, crítico, ensayista e historiador literario cubano, conjeturó en cierta ocasión que si a José Martí le hubieran pedido llenar un formulario con sus datos personales, entre los cuales tuviera que referir su oficio, indudablemente habría puesto periodista.
“Esa fue, en definitiva, su más constante profesión, su labor profesional, el trabajo de pan ganar; y fue también instrumento eficaz de su lucha revolucionaria y de formación ideológica”, apuntó el especialista.
Con apenas 16 años, el joven Pepe publicó su primer periódico: El Diablo Cojuelo, redactado por él y su amigo Fermín Valdés Domínguez.
Obras de su puño y letra aparecieron también en el periódico Patria Libre, como el poema dramático Abdala, expresión de su más ferviente patriotismo.
Tras su deportación a España, retomó su quehacer periodístico. La Soberanía Nacional, de Cádiz, le publicaría su artículo Castillo, descarnado trabajo en el que denuncia la terrible situación de los presos políticos en Cuba y los constantes abusos a los que estos era sometidos, realidad que había vivido en carne propia.
A partir de ese momento, como diría la intelectual Camila Henríquez Ureña, estudiosa de la obra del Apóstol, “…su labor va a expandirse y a vigorizarse, y llegará a constituir una obra inmensa, formada por innumerables artículos y notas que sin duda será imposible recorrer en su totalidad».
Hacia 1890, era uno de los periodistas más conocidos del continente americano. Sus colaboraciones en prestigiosos medios de prensa de México, Venezuela, Argentina y Estados Unidos, entre otras naciones, impulsaron su carrera y lo consagraron como autor de referencia.
Con la fundación del periódico Patria en la emigración, el 14 de marzo de 1892, llegó al cenit de su labor periodística. Se dedicó tanto a las rutinas productivas del semanario que no le importaba pasar noches enteras en la corrección de las pruebas de página. Varios sábados colaboró además en el empaquetado de los ejemplares recién salidos de la imprenta y en su posterior traslado a las oficinas de correo, aun cuando esta última actividad supusiera enfrentarse al frío y las ventiscas de New York.
“Nace este periódico, a la hora del peligro, para velar por la libertad, para contribuir a que sus fuerzas sean invencibles por la unión, y para evitar que el enemigo nos vuelva a vencer por nuestro desorden”, advirtió en el número inicial y agregó:
“Lo que el enemigo ha de oír, no es más que la voz de ataque. Eso es Patria en la prensa: Es un soldado. Para el adversario mismo será parco de respuestas, y en vano se le querrá atraer a escaramuzas inútiles, porque cada línea de los periódicos de la libertad es indispensable para fundarla; aun el adversario hallará en nosotros más bálsamo que acero. El arma es para herir, y la palabra para curar las heridas (…)”.
Se afirma que al pisar tierra cubana en abril de 1895, el maestro llevaba consigo la acreditación como corresponsal de Patriay que desde la manigua, envió varios materiales a los editores en Estados Unidos, tales como cartas informativas, disposiciones oficiales y circulares firmadas por los jefes de la guerra, entre los que él figuraba.
Su vocación de cronista lo acompañó hasta el último segundo de su vida. Tenía la capacidad de convertir en arte el relato de los escenarios más despiadados: el presidio, la guerra, el dolor físico, la enfermedad, la muerte…
Las enseñanzas que Martí legó con su obra, irradian el quehacer de los periodistas cubanos en estos tiempos marcados por la crisis mundial del coronavirus.
A dichos profesionales de la información les ha tocado relatar el impacto de la COVID-19 sobre el país, la batalla que se le hace a la pandemia desde todos los frentes, la labor encomiable de los profesionales de la salud y las historias de héroes anónimos que, en periodos de carencia, nos dejan lecciones de grandeza y solidaridad.
Cronicar la vida que pasa, con sus luces y sombras, exponer la verdad sin complacencia ni temores, ejercer la crítica honesta y constructiva, investigar a profundidad, deberse al pueblo, servirle a la gente: he ahí la misión de un verdadero periodista y la esencia de todo lo que en su tiempo fuera Martí.