Agitación, temor, cansancio, noches en vela, pasos presurosos, salas concurridas, alivio, reposo, esperanza, entrega, amor… Todas estas palabras se entrelazan en las dinámicas de una institución en Pinar del Río, que es historia viva para los vueltabajeros: el hospital provincial docente clínico quirúrgico León Cuervo Rubio, también conocido como Hospital Viejo.
Su fundación se remonta al 24 de mayo de 1950. Con un aparente perfil humanista, este sitio se prestó a los intereses de políticos de la época prerrevolucionaria que gestionaban el ingreso de los pobres a cambio de que estos entregaran su cédula electoral.
En la sala de atención pediátrica era usual que una misma cama fuera compartida por varios niños. No existían las guardias permanentes de especialistas en horario nocturno y los medicamentos debían ser costeados a altos precios por la familia de los enfermos.
Esta realidad deshumanizada cambió después de 1959, cuando comenzaron a acometerse una serie de reformas para garantizar la calidad de los servicios médicos y la satisfacción de los pacientes.
Hacia finales de la década de los ‘70 del siglo pasado comienzan a edificarse, anexos a la estructura original, un complejo docente, oficinas, teatro, salón de actos, biblioteca, cafetería, farmacia, dos plantas de salas y servicios médicos, entre otras instalaciones.
El centro atesora memorias curiosas como la atención prestada a Ernesto Che Guevara la mañana del 17 de abril de 1961. Se había autoprovocado por accidente una herida de bala a sedal en el rostro. El Comandante del Ejército Rebelde ocupaba la jefatura militar de la provincia en aquellos días marcados por la invasión mercenaria al país por Playa Girón.
Ramón Paz Acosta, especialista en Medicina Interna y jefe del Comité de Auditoría Médica del Hospital, es uno de los trabajadores en activo más antiguos.
Su hoja de servicio integra hechos dignos de recordación y elogio, como su participación en la guerra de Angola, donde laboró como jefe del puesto médico de un batallón de tanques.
En diálogo con nuestro equipo de prensa, el doctor Monchi, como lo llaman cariñosamente sus allegados, evocó a los compañeros brillantes que ha conocido durante su trayectoria por el “León Cuervo” y mencionó momentos puntuales de la historia de este sitio al que ha consagrado su vida entera.
“Recuerdo con claridad la epidemia de dengue hemorrágico del año 1981. Por entonces no existía el hospital Abel Santamaría Cuadrado y debimos asumir todos los casos. ¿Pueden imaginar un hospital sin camas libres? ¡Ah, pues eso lo vivimos nosotros!, al tener que atender alrededor de 100 personas graves, pacientes shockeados, politransfundidos…Fue una experiencia realmente difícil”, relató.
Paulatinamente el personal sanitario de esta sede hospitalaria se ha especializado en el tratamiento de enfermedades infectocontagiosas y ha combatido epidemias como la de meningoencefalitis del año 1989, la influenza A (H1N1) del 2009 así como los contagios de dengue acentuados entre el 2016 y finales del 2019.
El enfrentamiento a la pandemia mundial de la COVID-19 ha significado el reto más serio de este 2020. Hasta el momento han atendido 52 pacientes confirmados como positivos al coronavirus y otra suma importante de sospechosos.
“Siete personas graves se recuperaron totalmente de la enfermedad, lo que denota el alto nivel de preparación y compromiso de nuestros profesionales médicos, que se batieron durante jornadas completas para preservar la vida de sus pacientes”, sostuvo el especialista de segundo grado en Medicina Interna Juan Eloy Cruz Quesada, director del hospital.
Dicha sede ofrece servicios clínicos, geriátricos, de cirugías general y maxilofacial, urología, atención al grave, gastroenterología, dermatología, quiropedia, medicina natural y tradicional, rehabilitación, psicología y farmacia, entre otros. Hay además un laboratorio de microbiología y uno clínico de referencia provincial que realiza controles de calidad a diario.
La plantilla de trabajadores comprende 325 médicos, de los cuales 135 son residentes en formación, además de 242 enfermeros, cuya labor resulta imprescindible para la recuperación de los enfermos.
Pablo Enrique Moreno Melgarejo, licenciado en Enfermería, trabaja desde hace 15 años aquí y aprecia la oportunidad diaria de ayudar a las personas a sanar. “Los enfermeros somos los que más cerca estamos de los pacientes y la confianza que sepamos transmitirles resulta fundamental en sus procesos de recuperación. Esta es una carrera muy sacrificada que no entiende de horarios. Convivimos tantas horas que los compañeros de trabajo aprendemos a querernos como familia, a celebrar los éxitos de los unos y los otros o a compartir el dolor”, concluyó.
Muchas FELICIDADES A ESE COLECTIVO DE TRABAJADORES¡UN GRAN HOSPITAL C TRABAJADORES MARAVILLOSOS