La pelota es un deporte que necesita concentración, pues tiene más de filosofía que de militar, en la que prevalece el ataque-defensa. Quienes lo fundaron, encabezados por Alexander Joy Cartwright, mucho tuvieron que pensar para medir las distancias del terreno, la confección de una regla que supera en grosor a cualquier otro deporte y los miles de vericuetos que a veces confunden hasta a los mismísimos jueces que imparten justicia.
Los tríos de grandes bateadores se han enseñoreado en nuestra pelota: Capiró- Marquetti-Medina, Pacheco-Kindelán-Pierre, Muñoz-Cheíto-Olivera, entre tantos… Pero Vueltabajo no queda atrás: Linares-Casanova-Madera, a quienes habría que agregarle al recordado Fernando Hernández. Tanto y con tanta fuerza bateó Madera, que llegó a ocupar el quinto turno, para cubrir a la perfección al mismísimo Señor Pelotero.
Unos verán más las virtudes de los suyos, otros por los demás y así sucesivamente. El sempiterno quinto bate pinareño era un jugador impredecible, ora con jugadas tremendas o defectuosas, ora en un mal corrido, siempre conectando con fuerza, incluidos jonrones siderales y entrega absoluta al terreno.
He pensado que adivinaba los lanzamientos que le venían encima. Fue, nadie lo dude, el bateador más indescifrable de la pelota cubana y mucho más allá. Impulsor de carreras, cuando acudía al home plate, abría un hoyo, después una lomita. Hasta le llamó la atención en alguna ocasión el inolvidable Apolinar, quien atendió el terreno por más de 40 años, ya que después tenía que arreglarlo. El fortísimo bateador no se sentía bien sin aquella ceremonia que incorporó.
Madera, convertido en entrenador y mánager en las series provinciales, recomienda a sus discípulos que le tiren siempre duro a la bola, como él lo hacía. Pero sucede que es imposible hacer las cosas a su forma. Los pitchers se desconcertaban cuando lo veían entrar al cajón, pues con la sencillez del mundo ponía a volar la pelota sobre las bardas, con lanzamientos disímiles por el centro de home, bien altos, casi contra el suelo… Su problema era tirarle, no poncharse e irle siempre arriba a la pelota. –“A la que venga le voy a tirar”. Y así, rompiendo reglas y costumbres del béisbol, “adivinaba” kilométricos batazos.
Yo me preparaba para batear lo que fuera, el asunto era darle duro y que saliera para donde quisiera, no estaba en eso de conectar para acá o para allá, las cosas salían casi siempre. Eso sí, me preparaba con fuerza, con mucha dedicación, respeto y disciplina. Los entrenadores me decían qué hacer, yo quería obedecerlos, pero cuando veía una bola a la que podía darle, le iba encima como una fiera.
Huidizo a las entrevistas, dejaba el show mediático a los Casanova, Linares y compañía, a él había que “pescarlo” para que hablara ante las cámaras y las fotos. De él se habla mucho menos de lo debido. Quizás el estilo peculiar le haya aportado la anterior sentencia, pero jamás se le oyó una queja, ni cuando le tiraran una bola encima, sencillamente se sacudía, a lo Cheíto Rodríguez, y salía para primera.
Alguna vez, desconcentrado, se fue al robo de tercera con las bases llenas, como también le sucedió (siempre lo recuerda), al mismísimo Linares en el “Latino” y años atrás a Don Miguel Cuevas. No obstante, ha demostrado su sapiencia al frente de varios equipos en las series provinciales, con resultados positivos. Un año lo soltaron para robar bases y resultó el primero del torneo.
Recuerda Casanova:
Aquella noche jugábamos en el “Capitán San Luis”, estábamos arriba en el marcador, yo estoy en primera y Madera conecta un buen batazo que picó entre los jardineros. Salió desaforado como siempre, recuerda que era el año donde resultó líder en bases robadas. Yo, por una causa u otra, no seguí para home, me quedé en tercera. Entonces veo que viene a todo meter para arriba de mí. Puse el pie sobre la base y por poco me corta con los spikes. Cuando levantó la cabeza y me vio allí, preguntó: – ¿Pero no habías anotado? –No, no anoté, ahora te quedas tú aquí, yo me voy para el dugout.
En fin, para no hacer extensas estas palabras, a quien apodé Caballo Loco, lo admiré y admiro, por el indudable talento, y la modestia; mérito mayor. Carismático en el silencio, está entre los grandes. La Selección Nacional le fue esquiva ante los Gurriel, Víctor, Ermidelio, el Capirro, Fernando Sánchez y otros, pero cuando lo hizo, enseñó las garras de un campeón y eso merece respeto.
No es día de números, sólo recordaremos algunos: En 15 Series Nacionales, incluidas varias Selectivas alcanzó 5 774 veces al bate, 1 872 hits (.324), 909 anotadas, 1 093 impulsadas, 297 dobles, 26 triples, 264 jonrones y terminó con un slugging de .522.