“Hijo soy… Nací nubio… Ya no dudo:
¡Adiós! Yo marcho a defender mi patria”.
Faltan unos minutos para las 10 de la mañana. El calor es sofocante. La resistente tela verde olivo del traje de campaña no ayuda mucho con el clima y si a ello le sumas el cansancio, no resultan una buena combinación. Pero por encima de cualquier debilidad física, está el deber que siente le corresponde asumir y lo hace con mucho gusto.
Su cuerpo menudo de tan solo 20 años y su mediana estatura no sobresalen por encima del resto, pero sus ojos verdes expresivos sí llamarían la atención de cualquiera, más ahora estando alerta, midiendo todo movimiento alrededor como si se tratara del más moderno de los radares.
Francisco Osorio Otero llegó junto a sus compañeros a la zona de Rancho Mundito, ubicada en Pinar del Río, sin saber motivos, tampoco preguntaron, así les enseñaron. En la milicia todo es muy serio, el mínimo error te puede costar la vida, es por ello que las cadenas de mando se respetan, así como se confía en la pericia e inteligencia de los grados superiores.
El viaje en el camión militar soviético no fue el más cómodo del mundo, pero su cuerpo de adolescente ya aprendió a curtirse. Para él quizás es toda una aventura, como esas que relata Julio Verne en sus libros, aunque si por algún instante se deja llevar por la fantasía, la cercanía del peligro, las ráfagas de disparos y los compañeros heridos, lo traen de golpe a la realidad.
Hoy les asignaron una tarea importante y quieren sentir el orgullo de la misión cumplida. Acabar con la banda de Pedro Sánchez, uno de los más connotados asesinos del país que viene desde otras provincias cometiendo barbaridades, no será un juego. Deben recordar cada detalle de su preparación militar…
Transcurría el año 1963 y en toda Cuba aun recordaban los ataques de la invasión por Playa Girón, intento fallido del gobierno norteamericano de derrocar a las fuerzas revolucionarias, que se convirtió en la primera derrota del imperialismo en América Latina.
La Lucha Contra Bandidos (LCB) quedó recogida en la historia de Cuba como un movimiento que se generalizó en toda la Isla, aunque con mayor fuerza en la región oriental del Escambray, entre los años 1959 y 1965. Se trató de los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del Interior y el pueblo de Cuba conformado en las Milicias Nacionales Revolucionarias, por un lado, y por otro, las bandas terroristas armadas por la CIA norteamericana, luego del triunfo revolucionario del 1 de enero.
Fueron tiempos duros. Los alzados, en gran parte eran miembros de los cuerpos represivos de la tiranía que intentaban eludir la justicia de los tribunales populares o terratenientes y dueños de negocios que no estaban de acuerdo con las nacionalizaciones, se resistían a los valores y leyes de la Revolución naciente.
Las zonas de difícil acceso se volvieron sus escondrijos y desde allí, apoyados por los políticos norteamericanos, se conformaron en resistencia organizada, que afortunadamente fue desarticulada tras años de intensas luchas.
“Fui miliciano porque la Patria me necesitaba”
Mientras ascendía las lomas sembradas de plátano, en fila junto a sus compañeros, venía a su mente la familia que dejó atrás. Se imaginaba a su madre dándole de comer a los animales del patio, barriendo el piso de tierra de la casa de madera y techo de guano, preparando el almuerzo para cuando su “Lolo” llegara de la vega de tabaco.
Añoraba ayudar a su padre, convivir con sus hermanos menores, pero como si se tratara de un destino tejido para él mucho antes de nacer, no pudo sino seguir los pasos de los mayores y dar un sí firme ante la petición de integrar las milicias, que ayudarían a sacar a los bandidos de las mismísimas entrañas de la tierra donde se metieran. Esos condena´os querían robarse la tranquilidad de los campesinos, pero en él y en cada cubano sobraba valentía.
Era diciembre y se acercaban ya los días típicos de las festividades, pero eso era lo último en lo que pensaba. Sabía que la batalla no sería fácil. Los bandidos estarían armados hasta los dientes, dispuestos a matar a cualquiera de ellos, pero la lozanía e inexperiencia, propias de la juventud, no le hacían sentir miedo.
“Yo caí en un cerco con otro compañero y luego comenzamos a peinar la zona. Uno de nosotros gritó: ´mira a Pedro Sánchez´, al mismo tiempo que le dieron dos tiros por el pecho y uno por la frente. Enseguida nos llamaron para que bajáramos a ayudar a sacar al muchacho y entonces lo pusimos cerca de una mata de cachimba donde estábamos nosotros. Yo tenía una lonita en la mochila y con eso lo tapé. Después comenzaron a bajar unos muertos y otros heridos y así fue hasta que finalmente lo atrapamos, casi a las 4 de la tarde”-más de seis horas de enfrentamiento.
Desde los 16 años respondió al llamado de la Revolución: ´sé miliciano, la patria te necesita´. En carne propia había sufrido las penurias, miseria y los desalojos del ´batistato´ y apreció la diferencia y cuánto les cambió la vida para bien, luego del triunfo de los barbudos. Sin dudas eso lo llenó de voluntad y patriotismo.
“Todas las tareas que nos encomendaban no preguntábamos ni dónde era ni por cuánto tiempo, salimos siempre decididos y convencidos de la causa por la que estábamos luchando”.
Tanto fue así que no le importaron los largos meses acuartelados y el constante estado de alerta, y la añoranza hacia sus queridos supo guardarla bien adentro.
“En una ocasión estuve tanto tiempo sin ir a la casa que a mi mamá la operaron de un fibroma y pude verla tres o cuatro meses después. No pusimos nunca ningún pretexto, nos enfrentábamos a cualquiera que atacara a la Revolución sin medir la circunstancia ni el peligro, siempre era pa´lante pa´lante”.
Milicianos: un ideal, Cuba, libertad
A lo largo de toda Cuba se crearon batallones. En San Juan y Martínez, municipio pinareño y tierra que vio nacer a Francisco, radicaban el 81, 83 y 85.
Durante seis años formó parte del LCB, hasta que en 1965, se logró liberar, tanto a Vueltabajo como al resto del país, de las bandas de alzados.
“Trabajé en varias zonas, en el Mariel, en la de Pica Pica, en el propio San Juan, en la parte de Guane cuando no existía Sandino. Cuando nos avisaban que por tal lugar sobre todo en las montañas de Pinar, en la Cordillera de los Órganos, se había detectado algún grupo de bandas de alzados, salíamos a operar en esa zona hasta la captura total de sus miembros”.
Fueron muchos los sacrificios y su vida estuvo en peligro, pero no se arrepiente y es que bien lo dijo Martí: quién a su patria defender ansía, ni en sangre ni en obstáculos repara.
Francisco acumula ya 77 años. Tiene muchas historias que contar, tantas experiencias de vida. Su voz se llena de emoción al relatar esa época en que anduvo capturando bandidos, no por creerse héroe, sino por el orgullo de saberse defensor de su patria. “Donde quiera que he estado he defendido a mi tierra y así lo haré hasta que muera”.
Gracias a la serie de Roly Peña y de Miguel Sosa, pudo verse reflejado en la pantalla chica y disfrutar cómo los actores encarnaban a los personajes, aparentemente creados en un mundo de ficción, pero que para él fue y sigue siendo muy verdadero.
“Esa serie se asemeja muchísimo, es casi exacta a lo que ocurrió. Me emocioné viéndola, es como viajar en el tiempo. Regreso 60 años atrás y me vienen todos esos recuerdos. La historia no se puede borrar ni negar, yo me siento contento de haber aportado mi granito de arena y me reconforta que tantos años después recuerden todo lo que entregó aquella generación de jóvenes”.
“Me inspira y me hace sentir orgulloso de lo que vivimos. También lo siento por las generaciones de hoy. Todo lo que se está haciendo en el país en su mayoría son los jóvenes los protagonistas: médicos, científicos, periodistas. La juventud siempre da el paso al frente, tengo mucha fe en ella. La revolución se hizo con jóvenes, los que asaltaron al Moncada fueron jóvenes, también los que vinieron en el Granma y combatieron en la Sierra Maestra, la juventud siempre estuvo al frente de todas las batallas y sé que así será siempre”.