Enfrentarse a una discapacidad, de la naturaleza que sea, siempre es complejo. Se requiere mucha fuerza de voluntad y unas enormes ganas de vivir para sobreponerse a situaciones, incluso, en ocasiones extremas.
Saberse imposibilitado por circunstancias ajenas a la propia voluntad o por azares de la vida, es un golpe del que se tarda en recuperarse, pues las heridas en el espíritu, en el alma, son de pausada recuperación.
Pero este no es el caso de Vanesa Barroso Seguí, quien desde hace 26 años padece de una lesión medular, enfermedad que le provocó una paraplejia y la dejó en un sillón de ruedas.
Ella, alegre y risueña por naturaleza, comenta que la vida es para disfrutarla y vivirla; que es hermosa y que hoy gracias a sus vecinos, su familia y a la Revolución se siente ama, dueña y señora de su vida y su destino.
Esta es su historia.
ANTES Y DESPUÉS…
Residente en el municipio de Consolación del Sur, Vanesa nació y se desarrolló de forma normal como cualquier persona, con pleno uso de sus facultades físico motoras.
Sin embargo, siendo una bella joven de solo 20 años y recién casada, la vida le dio un vuelco a sus aspiraciones y sueños.
“Empezando a vivir prácticamente se me presentó una malformación arterio-venosa congénita, y por ello fui intervenida quirúrgicamente en dos ocasiones.
“Imagina, tenía mi futuro por delante… muchas metas, sueños, anhelos, y de repente… esa enfermedad. Y no es que la vida se te acabe cuando atraviesas por situación así, pero sí cambia tu perspectiva completamente”.
A pesar de ser única hija hembra, hermana pequeña de cuatro varones y con su padre fallecido, Vanesa recibió todo el apoyo de su familia y decidió luchar.
“En ese momento mi familia fue un refugio y un apoyo. Mi mamá y mis hermanos asumieron a mi lado la nueva condición y me acompañaron en cada paso. No hubo proceso por el que pasara que ellos no estuvieran ahí para mí.
“Fue muy duro, no lo voy a negar. Para alguien que nunca se había visto con una limitación acostumbrarse a otra realidad era una pesadilla”.
A pesar del obstáculo que la vida le impuso, Vanesa se enfrentó a su destino, y tras varios meses en espera de sus operaciones y su recuperación respectiva, comenzó su rehabilitación en el hospital Julito Díaz.
DISCAPACIDAD Y VIDA DIARIA
Vanesa, como otros, trabaja en el taller municipal de discapacitados del propio Consolación del Sur desde hace siete años. Allí, asegura, encontró a una segunda familia y se siente de maravillas.
“En el taller nosotros hacemos todo tipo de manualidades, entre ellas cestos, sobres de pago, alfombras, sogas, manteles y muchas otras labores. Ahora, por la situación económica existente y la propia amenaza de la COVID-19 estamos un poco limitados, pero en el taller somos capaces de hacer lo que nos propongamos”.
A la par del taller, Vanesa también lleva la doble condición de la mujer cubana, trabajadora y ama de casa. Y en su hogar, afirma, no hay nada que no pueda hacer.
“Mi casa está hecha a mis condiciones, todas las habitaciones, incluyendo la cocina y el baño. Hago y ejecuto cada una de las tareas del hogar sin problema alguno. Mi mamá me ayuda en algunas cosas puntuales como puede ser el barrer los patios en ocasiones. Pero sí te digo con total seguridad que soy dueña y señora en mi casa.
“Mi día a día es como el de cualquier otra ama de casa cubana. Cocina, batea, animales, atenciones a la familia, a mi hijo, a mi madre, a mi esposo. ¿Sabes el esfuerzo que eso conlleva no?”, pregunta mientras sonríe.
A la interrogante sobre la sobreprotección o la desidia con ella, expresa que siempre habrá quien la trate de menospreciar, ignorar o incluso excluir, pero admite que con una sonrisa y voluntad vence estereotipos.
“Nunca me he dejado llevar por esos aspectos y reticencias de algunas personas. Les doy las gracias por tratarme diferente, al tiempo que les explico que ser limitada no me hace menos… al contrario.
“Es difícil abordar una discapacidad. Lo entiendo. Pero a esas personas se les llega con amor, con cariño, con entendimiento de sus emociones, demostrándoles que la vida y cada ser humano tiene muchas facetas y que todos merecemos vivir y disfrutar por igual.
“No nos podemos amedrentar ni menospreciar. Hay que luchar por uno mismo, por la familia, los hijos, por nuestro porvenir y país”.
ACLIFIM Y FAMILIA
Vanesa afirma que desde que la vida le cambio, sus hermanos le han dedicado cada momento y espacio, al tiempo que orgullosa asegura que viven para ella.
“Mis hermanos han dedicado toda su vida a mí. Y eso no tiene precio. Por eso te digo que sin mi familia, no pudiera ser la persona que soy hoy. Ellos me han dado fuerzas e impulso para continuar.
“Mi mamá, mi esposo que lleva junto a mí 30 maravillosos años de casados, mi hijo de 19 años y mis hermanos son esenciales en mi vida. Los necesito. Tengo que tenerlos cerca, y no por mi condición, sino por el amor que nos une”.
Asegura que la incorporación a la Aclifim le ha dado la confianza y seguridad en sí misma que no tenía, pues en dicha organización encontró algo más que una segunda familia.
“La Aclifim es lo más grande. Existe un error, quizás generalizado, y es que muchos piensan que nos asociamos a esta organización para obtener beneficios. Este es un concepto errado totalmente.
“Lo que sí es veraz, es que ya en su seno recibimos mucho más: apoyo, humanidad, candidez, hermandad. En ella se crean lazos que van más allá de la familia.
“Algo importante de la Aclifim es que en estos tiempos de pandemia nosotros hemos logrado crear una especie de red de apoyo vía telefónica interna, que conste, las 24 horas estamos dispuestos a ayudarnos.
“Ahora por la dificultad del momento no podemos movernos ni reunirnos, pero mantenemos la comunicación y estamos siempre al tanto unos de los otros”.
MI VIDA ES DE LA REVOLUCIÓN
“Realicé mis rehabilitaciones en el hospital Julito Díaz tras mis dos intervenciones quirúrgicas. Al llegar allí, por supuesto que mis aspiraciones eran las de volver a caminar, no te lo niego. Pero poco a poco me di cuenta que mi meta debía consistir en ser otra vez una persona independiente con mi nueva condición.
“Te comento algo: la medicina en este país y la Revolución cubana merecen muchos calificativos para bien, entre ellos para mi pudieran definirse como humanidad y excelencia.
“Estuve nueve meses en el instituto de neurología en La Habana esperando mi operación. Tocó la coincidencia que mi neurocirujano era el jefe de los servicios de Neurocirugía de dicho lugar.
“Era puro periodo especial y la situación estaba sumamente compleja en el país. Mi doctor era uno de los que salía al extranjero con Fidel a la cabeza de su equipo médico. Y él hizo un alto en sus funciones y me operó. Imagina eso.
“Ahora… con qué pagaríamos mi familia y yo ese proceder y esa atención especializada en aquel tiempo. Bueno, ni en aquellos ni ahora. Yo discapacitada, ¿con qué puedo pagarle a la Revolución cubana? Y por eso y mucho más soy revolucionaria… más que eso, soy fidelista.
“Mis agradecimientos infinitos son para esta Patria. Y por supuesto para nuestro Comandante en Jefe. Yo no hice revolución como nuestros mártires y como él, pero con mis armas lucho diariamente y lucharé por este país mientras respire, porque toda mi vida la debo a ellos”.