Movido por el amor, Fernando, de 78 años, vendió su única pertenencia: una casa de dos cuartos y se mudó con su hija, a quien donó el dinero para que hiciera reformas en su vivienda.
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Al principio compartía habitación con su nieto, pero luego el joven empezó una relación con una muchacha y Fernando debió cambiarse a la sala.
Ahora duerme en el sofá, situado muy próximo al único televisor de la casa. A veces desea descansar y no puede, porque la familia está observando algún programa.
Fernando resiste callado el cansancio y trata de no quejarse en frente de los suyos. Cocina para ayudar con las tareas domésticas, pero constantemente le reprochan que se le fue la mano con la sal, que se gastaron los frijoles o que deja costras en los platos…
“Viejo inútil, tú no aportas nada y solo das molestias”, le recriminó hace unos días su nieta porque el anciano, ante la ausencia de detergente, usó para fregar un poco del champú que la muchacha había dejado en el baño.
Muchos adultos mayores como él sufren a diario manifestaciones de violencia sicológica y física. A algunos abuelos les han impedido incluso comunicarse con sus nietos debido a resentimientos o litigios familiares por herencias y hay quien niega a sus mayores hasta los alimentos y la atención, después de despojarlos de sus bienes patrimoniales.
Proteger los derechos de este sector poblacional, inmerso por años en un limbo jurídico, es una asignatura pendiente de los legisladores cubanos. Es por ello que la más reciente versión del proyecto de Código de las familias apuesta por promover la integración, la participación social y el respeto por la autodeterminación, las preferencias y la igualdad de oportunidades en la vida familiar de las personas adultas mayores.
La propuesta de ley destaca la corresponsabilidad de las familias, el Estado y la sociedad de proteger a estos ancianos y garantizarles una vida familiar digna, autónoma, independiente y libre de violencia.
Se reconoce el derecho de los abuelos y abuelas a elegir su lugar de residencia, a convivir en un entorno accesible, a tomar parte en las decisiones familiares, a trazar sus propios proyectos y autorregular su protección futura, o sea, que pueden configurar, según su voluntad, el sistema de protección que estimen pertinente para su porvenir.
Uno de los aspectos más novedosos del proyecto de Código es lo relativo al derecho a la comunicación de los abuelos con sus nietos. Situaciones diversas motivan a los padres, en muchas ocasiones, a cortar el vínculo de los ancianos con los niños y hasta el momento no existe una figura jurídica que proteja esa comunicación.
En la normativa propuesta se refiere la importancia de la figura del cuidador, a la que se asignan deberes y derechos, como el cuidado de su propia salud física y síquica.
El código valora a los adultos mayores desde la participación y no con un enfoque asistencialista, lo que resulta fundamental en el contexto de uno de los países más envejecidos de América Latina.
Se trata de una ley moderna, sólida y atemperada a los tiempos actuales; que, de ser aprobada en referendo, puede tener un impacto positivo en la sociedad y ayudar a promover el respeto por esos abuelos que edificaron las casas donde vivimos, lucharon por nuestra felicidad, trabajaron sin cansancio por alimentarnos y educarnos y ahora merecen que se les retribuya tanto esfuerzo y dedicación.