Lidia Meriño es una escritora pinareña de alma dulce, comunicadora ferviente. Quizás por su formación pedagógica en Español y Literatura es virtuosa trabajando con niños y adolescentes, incluso con público en general, porque toda obra literaria es también un acto de comunicación.
A lo largo de su carrera ha recibido varios reconocimientos por sus poemas y cuentos infantiles, entre los que sobresalen los premios Alcorta (2002), el Regino Boti (2004), el premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara (2013), el Hermanos Loynaz (2017), así como el Reconocimiento del Centro Cultural Unesco de Puerto Rico, por la trayectoria literaria (2017).
Y entre sus muchos libros podría mencionarse: Ciertos nombres de amor… y otros versos desesperados (poesía juvenil; publicaciones Entre Líneas, Miami, USA, 2017), Lloviendo (narrativa infantil, Editorial Gente Nueva, 2017), Esto no es un libro (narrativa infantil, 2017) y Sangre fría/Sangre tibia (poesía, 2018), ambos por Ediciones Loynaz y El libro de todas las lunas (poesía infantil), Ediciones Matanzas, 2019.
Cuando comenzó a escribir necesitaba un tiempo específico para hacerlo, sus hijos eran pequeños y debía racionar las horas en función de ellos. La madrugada le ofrecía la concentración y el silencio necesarios. Ya al asumir la escritura como un oficio, cualquier momento fue válido. “Por lo general me gustan las mañanas, uno tiene más energías: no has enfrentado el día con otros esfuerzos mentales y físicos; pero cuando estoy inmersa en un proyecto, cualquier horario del día es oportuno, todo lo demás se subordina a eso”.
Cuenta que no existen diferencias entre la Lidia que escribe para niños y la que escribe para adultos. “Es el mismo ser humano, son los mismos sueños y necesidades de llevar a la literatura ciertos mensajes, sentimientos, sea el género que sea. Un escritor respeta las edades, respeta al lector y, por tanto, debe mantener un rango de calidad y de comunicación efectiva. Lo que cambia es el modo en que se aborda la obra literaria y se asume el sujeto lírico, el tono según el protagonista y ese tono da el manejo del lenguaje”.
Hace años reside en Santa Clara. Al principio buscaba paralelismos entre Pinar del Río y su nuevo hogar, en costumbres, espacios físicos que llenaron su nostalgia. Pero los “pilongos” – santaclareños nacidos y bautizados en esa tierra de Marta Abreu- unidos por un lazo casi de sangre desde cualquier lugar del mundo, no desdeñan al que llega; su mejor carácter es la hospitalidad. Por eso jamás se ha sentido foránea al centro de la Isla. “Somos un mismo país” – asegura.
Para esta Feria Internacional del Libro 2022 presenta dos novedades. El álbum ilustrado Tú+Yo =Dos de la editorial Cauce y Diario de las cosas, por la editorial Capiro.
Sobre Tú+Yo =Dos confiesa:“Fueron poemas que me costaron mucho trabajo escribir, dedicados a las primeras edades, poco atendidas en las publicaciones cubanas ahora mismo. Ahí tiene protagonismo el diseño y la edición junto a los textos. El corpus de ilustradores jóvenes le ha dado a Cauce un sello muy particular y muy respetado en el país”. Así Lidia elogió las ilustraciones de la artista también vueltabajera Yanet Pérez Rosas, en su libro y reafirmó ese modo de escribir peculiar que debe agenciarse un escritor para la etapa preescolar, en la que predomina el ritmo, la musicalidad, el colorido, el descubrimiento del mundo. “Intenté que fuera una especie de juego, con ritmo marcado, con repeticiones de frases y palabras, que invitaban a un juego permanente como si fueran breves canciones”.
Diario de las cosas es, en cambio, un libro de prosa poética para un lector adolescente, cual breves viñetas con tono filosófico o contemplativo en algunos momentos, que repara en la observación de esas sencillas cosas que conforman el mundo y en las que no reparamos muchas veces, aunque tengan vida propia. Arístides Vega tuvo a su cargo las ilustraciones.
Sobre éste en particular, la crítica ha dicho: “Es un texto fluido, correctamente escrito que, valiéndose de un discurso coherente y sostenido y utilizando estratégicamente las voces de objetos y otros personajes como las olas, aborda en realidad aspectos de la vida humana como la soledad, el amor, el deseo, la libertad. Su lenguaje no es complejo pero su sencillez no lastra una escritura sugerente y comunicativa. Evade tópicos de la literatura juvenil con astucia y trae a esta una manera diferente de acercarse a estas edades. Los textos tienen un sabor aforístico que los dota de un carácter sentencioso, a veces propensos a la frase lapidaria, otras a la sentencia, algunas hacia un lirismo ligeramente noble.
“Diario de las cosas nos seduce por su eficacia, por esa concentración «oriental» que nos propone en cada texto: siempre sugerente, abierto a muchas interpretaciones, sensaciones, hallazgos”.
Meriño es hoy editora en la revista Signos, fundada por uno de nuestros más reconocidos poetas, Samuel Feijoo, en 1969. “Es para mí un honor tremendo trabajar en Signos y conocer de cerca esos números que fueron materializados por Feijoo y cómo él -una persona muy intelectual- le dio lugar a lo más popular imbricándolo a su vez con las voces de las personalidades más renombradas de este país tanto en la plástica, como en la literatura y la música”.
Es una responsabilidad conseguir que Signos no muera en una época en la que es muy difícil lograr la impresión. Por eso veo el formato digital como una opción para que no deje de salir la revista, pero hacerla completamente digital significaría perder el espíritu con que fue fundada. Los equipos que han trabajado en ella han tratado que la revista no desaparezca. Tenemos numerosos atrasados desde que comenzó la pandemia por carencias de papel, dificultades con la poligrafía, etc… pero Signos es muy esperada, tiene muchos seguidores que defienden que siga saliendo – explica.
También realiza el taller de apreciación y creación literaria Hojita suelta en la Uneac de Santa Clara, desde el 2011. “No creo que los niños sean escritores, como no creo que sean albañiles o médicos. Siempre he querido que sea un lugar donde los muchachos vengan a jugar con la palabra, a manosearla, a conocerla, a aprender cuántos caminos nos puede proporcionar, y por supuesto, promocionar la lectura, a partir de los análisis de algunos textos y de crear jugando. No todos los niños logran escribir una ficción, un poema, pero todos se identifican con lo que allí sucede: leen participan, dan criterios.” Para incentivar la creación y la apreciación del arte en sentido general Lidia programa la visita al taller de otros escritores, directores de teatro, especialistas de cine o lleva a sus integrantes a otros talleres con niños de la enseñanza artística, así como los implica en cuadernos manufacturados con textos y dibujos de ellos mismos.
Quien la conoce da fe de cuan maternal puede ser y cuanto talento encierra esa mujer que se deja guiar por la espontaneidad cuando escribe, sin ataduras técnicas, ella, que si pudiera ser un libro sería Peter Pan y Wendy; y que regala algunos solo en ocasiones especiales, como manera para señalar que es un obsequio de mucho valor. Dice haber sido una niña común que redactaba bien. Se creía un personaje literario, a veces, pero nunca pensó publicar un libro.
Ella que ya no vive en Pinar del Río, siempre regresa. Sus dos hijos nacieron aquí, aquí comenzó a escribir y publicar; y de aquí atesora vínculos con personas que están dentro de los afectos más importantes de su vida.