Apenas se habla ya de los barrios en transformación, de aquellas comunidades en situación de vulnerabilidad que fueron el centro de atención por más de dos años y que, al día de hoy, queda mucho por hacer en ellas, acaso más desde lo social que en lo estructural propiamente.
Con cronogramas de ejecución bien determinados y chequeos de obras se remozaron bodegas, consultorios, placitas, algunos parques infantiles, y habría que revisar cuánto de ello se sostiene y mantiene en el tiempo; cuánto se ha cuidado y cuánto se ha utilizado en pos de favorecer también espiritualmente la localidad.
Los barrios en transformación, identificados desde los inicios a partir de diagnósticos precisos realizados con la ayuda de los trabajadores sociales, partieron en sus labores de las problemáticas visualizadas por los propios pobladores, por el qué querían o aspiraban hacer en sus barrios, y la premisa fue hacer desde adentro.
¿Y ello qué significa? ¿Qué es hacer desde adentro? Implica participación ciudadana, que se traducirá después en protección, conservación, sostenibilidad.
Es en el barrio donde empieza la Revolución, se dijo hace ya algún tiempo, y habrá que mirar con lupa al interior y a la luz de las más recientes decisiones del país, qué pasa en un barrio identificado en situación de vulnerabilidad. ¿Dónde están sus jóvenes? ¿Comen los abuelos? ¿Cómo se distribuye el medicamento que llega a la farmacia? ¿Van los niños a la escuela? ¿Cómo viven la embarazada y el combatiente?
Transformar un barrio parte de una voluntad política que no se puede minimizar, pero por algo es que se ha decidido hacer acciones allí. Un escenario puntual reclamó en su momento que las miradas de autoridades e instituciones de la provincia voltearan hasta su realidad, quizás más o menos compleja según el contexto.
No está de más volver a esos lugares y a la luz de los cambios más recientes, del impacto del alza desmedida de los precios, de las escaseces, de las ausencias de seres queridos, volvamos todos sobre estas comunidades y ver en ellas cuánto cambió y qué necesitan ahora.
Habrá quizás que hacer un trabajo más profundo sobre cuestiones, a mi juicio, hoy determinantes como la dinámica demográfica, el envejecimiento poblacional, la atención a madres solteras, a hijos de padres que cumplen sanción privativa de libertad, a adultos mayores solos, a familias de bajos ingresos y con miembros con discapacidad severa.
La participación es ejercer el poder popular en su expresión más pura. Por ello partimos de que lo que se haga en cada uno de los lugares tiene que partir de aquello que más preocupe a los vecinos, y que quizás no sea el bache de la esquina o la pintura de un local.
Se trata de una transformación integral que debe, sobre todo, ser transparente. Transparente en las decisiones, en el uso de los presupuestos, con diálogo y consenso; transparente en el seguimiento a cada caso, y también en la información oportuna que se ofrece en ese espacio más cercano a la familia.
El reto sigue siendo hacer el cambio perdurable; incidir donde de verdad es necesario, para que igual de necesaria sea su conservación. Y el desafío está también no solo en enfocarse en locales y viales, tan difícil en estos días de restricciones económicas; sino en llegar hasta donde más duele, acompañar, ayudar, guiar y conducir a aquellos que más lo necesitan hoy en cada una de las comunidades vueltabajeras, y que muchas veces no saben dónde ir o a quién acercarse.