Dedicar tiempo, esfuerzo y capacidad a una institución Vanguardia Nacional es orgullo para cualquier trabajador; pero, sin dudas, pasada la euforia de la noticia, el acto de entrega de la bandera que los acredita y la celebración, surge una nueva ambición colectiva: mantener la condición para el próximo año.
Así piensan quienes laboran en la UEB Perfeccionada Restaurante Marinit en Pinar del Río, una unidad gastronómica que resalta en la céntrica avenida Martí por su belleza y que, puertas adentro, ofrece diversidad de opciones gastronómicas, con exquisita elaboración y presencia, ofrecida por profesionales amables, elegantes, gustosos de la profesión que eligieron.
“En su mayoría somos mujeres, aun cuando trabajamos más de 12 horas en el sistema de un día laborable y otro de descanso”, comentó Katiuska Cariaga Guerra, dependiente gastronómica con más de 20 años en el sector y 14 en la unidad. A su juicio: “Nuetros familiares tienen satisfacción y confianza en nuestro trabajo. A todas se nos apoya para poder cumplir con las tareas de un centro que logró estos resultados por las exigencias de su administrador y la entrega desmedida de sus trabajadores”.
Entre sus experiencias más recientes y gratas, nos narró el aporte de El Marinit a la población pinareña durante los meses de confinamiento provocado por la Covid 19. “No dejamos de trabajar. Nos sobreprotegimos para no enfermarnos y conocíamos del riesgo que traía salir de casa, pero tomamos todas las medidas y se hacía comida para vender a domicilio.
“Apareció el transporte y el combustible, los recursos se pusieron en función de apalear la dificil situación de la gente dentro de sus casas, el desabastecimiento. Nosotros nos movilizamos y dimos servicios a cientos de familias. Cuando la situación del distanciamiento mejoró, sacamos la venta de comida variada al portal e igualmente resolvimos muchos problemas, en un momento que la gastronomía de la ciudad estaba muy deprimida”, recordó con orgullo.
Sobre las piedra del camino, sin separarse de su condición de madre y familia, cuenta: “Yo soy ama de casa. Cada día de descanso tengo que hacer todas las tareas en el hogar y así estamos muchas mujeres aquí, incluso las que tienen niños pequeños. Este trabajo es complejo, una vez que entres, hay que concentrarse en lo que estás haciendo y jamás denotar a los clientes tu tristeza o preocupación, porque la atención que les damos, es otra de las cosas que nos distingue. En ese sentido, todas somos muy profesionales aquí”.
Problemas de parejas, ancianos y niños enfermos en la familia o tensiones propias de la inflación, quedan en casa cuando las féminas del restaurante tienen compromisos de trabajo. No hay finalismos en el colectivo, nada queda para última hora, nada escapa del control de la administración. En el almuerzo, por ejemplo, nos consta que la apertura es a las 12 del mediodía; sin embargo, dos horas antes todo está impecablemente limpio, planificadamente previsto.
Contra todas las limitaciones de recursos impuestas por el recrudecimiento del bloqueo y la dinámica postpandemia, El Marinit vive y trabaja. No se trata de sobrevivir a la crisis ni de trabajar por el salario, sino de encontrar en el servicio gastronómico, cada día, una trinchera desde donde también se construye el país.
Para Katiuska, es su primera bandera de Vanguardia Nacional. La siente suya, le pertenece por cada hora extra, cada detalle, cada dejación de sus prioridades personales puesta en función de una parte de su razón de ser: la satisfacción de los pinareños.