Ya empezaron las lluvias, y con ellas también comienzan las quejas sobre Acueducto y Alcantarillados y la recogida –o no– a destiempo de los desechos sólidos en las principales calles y arterias de los municipios vueltabajeros.
Es que precisamente los malestares recaen en las ya conocidas tupiciones que por varias causas perjudican a cientos de viviendas, establecimientos, y por supuesto, a quienes residen o trabajan en esos lugares.
Estamos en una etapa del año un tanto peligrosa para Cuba. Época de ciclones. Casi comienza septiembre, y con él afloran varios problemas innatos de este mes y sus hermanos venideros.
Lo malo de este asunto, es que como dijera el refranero popular, solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y ya ahí para qué… reuniones amonestaciones, responsabilidades y… bueno, las culpas para quienes las merezcan.
Pero el asunto es que tal culpa no recae solamente en tal o más cual empresa. Si bien es cierto que existen entidades estatales que deben velar con ojo bien abierto por estos problemas, también lo es que todos nosotros igualmente debemos poner de nuestra parte.
No es que diga que no estamos preparados para enfrentar estos problemas o situaciones, pues las acciones cederistas en cada localidad y el pasado ejercicio Meteoro, sin duda nos dejan en una mejor posición; sin embargo, todavía hay muchos males que erradicar, pues todos los años “nos muerde el perro” en los mismos repartos y las mismas calles.
La realidad del asunto es bastante simple y a nadie debería molestarle, ya que a pesar de las acciones acometidas, el escriba considera que no se trabaja lo suficiente para prevenir estas molestas y peligrosas situaciones que provoca el clima de la Isla por estas fechas.
Hace poco alguien me comentaba que si se observa con ojo clínico, se pueden notar cientos de tragantes y desagües obstruidos, abarrotados y en malas condiciones.
¿Las causas? Seguramente coincidirían en que lo primero que asoma a la vista, aparte del agua estancada en algunos de ellos, son vasos plásticos, latas de cerveza, papeles de pizzas, restos de comida… y tierra, eso sí, mucha tierra –deslizada muy a menudo hacia los tragantes por nuestros barrenderos–.
En esto, mucha culpa tienen aquellas cafeterías, centros y establecimientos de expendio de comida chatarra y rápida para llevar que no cuentan con los cestos respectivos para la basura.
Bastaría una ojeada para percatarse que en algunas calles la presencia de cestos públicos está bastante deprimida.
Aunque el escriba también es del criterio de que el problema tiene su cénit en la alta indisciplina social que arrebata las buenas costumbres sociales, pues no es tanto la carencia de basureros como la de modales la que nos mata al final del día. A ello súmense el poco o inefectivo actuar frente a violaciones flagrantes por parte de los “invisibles” inspectores sanitarios.
Por último, es imprescindible que se logre una mayor constancia en la recogida de desechos sólidos presentes literalmente en las calles, ya que entre la mencionada indisciplina social y los “buzos” se termina agravando un asunto ya de por sí peliagudo.
Ante tales causas y “azares” es que se vuelve muy necesario la búsqueda de métodos y estrategias, para que al final de estos meses no nos sorprenda el temporal y no tengamos nada que lamentar.
Debemos lograr un trabajo mancomunado más sólido entre las autoridades competentes como Comunales, la Dirección Integral de Supervisión, Acueducto y Alcantarillados y la PNR, pues el actuar conjunto sería ideal para comenzar a detener tendencias nocivas que, de una forma u otra, siempre terminan pasándonos factura.
Pero si me preguntan, desde el barrio, la esquina o donde quiera que se esté, erradicar actitudes negativas de esta índole es más que un deber social. Es la tranquilidad de que trabajamos por un bien común, por nuestra sociedad y por nosotros mismos.