Ya empezó el curso escolar, y como de costumbre, tal proceso en sí conlleva los respectivos avatares, desasosiegos e inventivas que año tras año lo acompañan en nuestro país.
Incluso, desde mucho antes que iniciara el periodo lectivo, ya comenzaban los maratones parentales para asegurar cuestiones relativas a la logística y avituallamiento para las meriendas de los más pequeños.
Ya en el caso de los más adentrados en la enseñanza, el curso fácilmente devino en mini reuniones financieras para acotar los salarios, apretar los bolsillos y destinar cierta parte de la entrada monetaria hogareña para la alimentación y desarrollo de los vástagos fuera de casa.
Por otra parte, la búsqueda de los llamados materiales de escuela –díganse reglas, gomas de borrar, lápices, plumones, libretas extra, bolsos y mochilas, entre otros– también forman parte del ritual de inicio de curso.
Que no por ser la última de las apreciaciones y necesidades, es la más sencilla. Cada una de las misiones anteriores tiene, para conseguirlas y salir victorioso, su modus operandi, y sus particularidades.
No obstante, de dichas cuestiones ya se ha hablado y sabemos bastante, pues lo vivimos año tras año en la propia piel, y no es necesario ahondar más en estos supuestos.
¿Que las cosas deberían ser más fáciles? Sí. ¿Qué tras cada curso se hacen más complejas las labores anteriores? También es cierto; no obstante, antes de lanzar improperios al aire, téngase en cuenta que iniciar cada curso escolar de forma gratuita es sumamente costoso y arduo para nuestro país.
Pero el tema que vengo a proponer es otro, uno mucho más peliagudo a criterio del escriba: la impresión de libros de texto de las primeras enseñanzas a manos de los trabajadores no estatales.
Y es que ante la falta de materiales escolares de estudio de este tipo, debido en gran medida a la situación económica actual, a la inflación del mercado internacional y al recrudecimiento del bloqueo, siempre queda “suelta” alguna base material de estudio.
Ante esta coyuntura, no pocos son los maestros que solicitan a padres y familiares que o bien impriman los libros o que los adquieran a manos de terceros.
Por supuesto, “el cubano no se deja matar”, y ante esta carencia aparecen oportunidades y oportunistas, aprovechando así las fisuras del sistema para lucrar; incluso, haciendo caso omiso a la advertencia de que cada libro muestra en su carátula la frase “Distribución gratuita. Prohibida su venta”. Al parecer quienes engrosan sus bolsillos con tales impresiones no saben leer.
Lo curioso es que este es un asunto/negocio en expansión, y no parece importar mucho a las autoridades competentes. Y lo digo, pues aparte de que las impresiones y reproducciones anteriores pudieran ser consideradas como delito, la sentencia sería mayor al saber que dichos materiales escolares hasta duodécimo grado se descargan gratuitamente del sitio https://biblioteca.cubaeduca.cu/s/biblioteca-cubaeduca/page/inicio.
Al día de hoy imprimir o comprar cualquiera de estos libros de primeras enseñanzas pudiera costar más de 2 000 pesos. Un dolor de bolsillo para cualquier familia.
¿Estrategias? Siempre existen. Ante lo anterior bien deberían hacerse análisis severos o esbozar soluciones a corto plazo.
Pudiera pensarse en establecer horarios o planes de imprenta para que cada familia llevase al menos las hojas y se cobrase una pequeña comisión por ello y no los precios excesivos de quienes reproducen.
De igual forma, el Ministerio de Educación pudiera hacer convenios con los trabajadores no estatales sobre este asunto, o quizás, a través de mipymes, establecer tiradas presupuestadas y subvencionadas por el Estado; de forma tal que la economía hogareña no sufriera cada curso.
La culpa siempre debe recaer en alguien, más en este caso quizás sea compartida. Los primeros por lucrar y coquetear con asuntos legales; los segundos, por comprar o solicitar la impresión, pues de cierta forma todos queremos que nuestros hijos tengan a su alcance lo necesario para aprender.
Mientras, no debemos olvidar que, “el uso y reproducción no debe ser empleado con fines lucrativos, pues constituye una violación de las leyes de derecho de autor, así como de las políticas educacionales de nuestro Ministerio de Educación”.
A los encargados de este tema les corresponderá entonces llegar a conclusiones más felices que las actuales.
A mi juicio la solucion pasaria por mypimes con socio extranjero para los suministros de imprenta y similares, los padres pueden recibir un credito bancario para materiales escolares y pagarlo mensualmente porque no toda la parte educativa de los materiales escolares tiene que ser gratuita, sobre todo en las actuales condiciones donde todo se va a elevar aun mas de precio partir del 1 de Enero del 2023 segun circulares de las empresas a negocios aqui en Estados Unidos y esto rige para todos los mercados en el mundo entero. De la impresion, los cartuchos de tinta de las impresoras son bien caros en dolares, o sea que una mypimes no puede cobrar tan barato como piensa la gente. Aqui las impresoras profesionales te cobran por mil copias a color $75 dolares.
Deberian dar licencia a mypimes de impresion con socio extranjero, eso funciona y daria facilidades al MINED que no cuenta con las divisas necesarias para cubrir toda la impresion. Un socio extranjero, con facilidades de Aduana, puede importar papel, titnta y grandes impresoras digitales, son del tamano de una lavadora grande. Tengo un amigo en Cabo Verde que compra aqui en Sarasota las impresoras, el papel y la tinta y tiene alli un negocio de impresion y le va bien.
Cuatro impresoras se pueden instlar en la sala de una casa.