Cuando se llega a la tercera o cuarta edad, lograr reunir y recordar memorias placenteras es sinónimo de dicha. Si además, el paso de los años no nubla los pensares y la familia agasaja cada momento, pues la felicidad se multiplica.
Leonila Cordero Rodríguez es una de las tantas centenarias de nuestro país. Su virtud, entre otras, es que a pesar de su avanzada edad todavía se mantiene activa y lúcida. Y sin dudar, atenta y certera se mantiene pendiente de las necesidades de sus hijas y nietos, a los que con su cariño de madre y abuela y sus experiencias acumuladas, no duda en apoyar y asistir.
Leonila nació, según cuenta, en el poblado de Yaguajama, en la antigua Vuelta Arriba. Allí pasó sus primeros años de infancia, hasta que su padre, quien era carnicero hasta ese momento, decidió aventurarse hacia el poblado de Consolación del Sur y probar suerte con el comercio del tabaco.
“Gracias a que mi padre era muy trabajador y emprendedor, logró criarnos y educarnos humildemente, con todos los valores que demandaba la sociedad del momento”, afirma.
Comenta que de joven nunca trabajó, pues su padre no lo permitía. Más tarde, al contraer matrimonio, comenzó labores en escogidas de tabaco y también ensartándolo.
Luego, por su capacidad de ensarte y su especialización, la solicitaban para adiestrar a las nuevas ensartadoras y explicarles las diferencias entre las capas de la solanácea y demás hojas.
“Imagínese. Yo nací hembra en una sociedad diferente, y como fui la primera me tenían guardada en una ‘casita de cristal’ para que no me maltratara el sol.
“Cuando crecí quise apoyar a mi padre en sus funciones en el campo y me iba con él a sacar boniatos, cortar y recoger tabaco, y le ayudaba a cargar cujes de tabaco ensartado y subía con él a las alturas de las barrederas para mudar el tabaco seco”, explica.
Sonríe y menciona que sus hijas solo la dejan escoger arroz y que en ocasiones barre la casa y los patios.
“Soy muy feliz porque tengo a mis seis hijos encaminados. Nunca tuvimos dinero, pero no nos faltó nada. También me llena de orgullo decir que adopté a dos huérfanos y los arropé como si fueran míos. Mi familia siempre ha sido muy unida y por eso no dejo de decir que es una bendición. Todos son trabajadores y me llenan de orgullo cada día.
“Todos mis nietos me adoran y eso me da placer también. Me encanta que me necesiten y me busquen para ayudarlos. Y mientras tenga fuerzas y pueda desenvolverme en la casa y ser útil, pues los voy a seguir ayudando con mis modestos conocimientos de la vida”.