El espectáculo brindado por los niños hoy en el estadio Pepe Chepe fue grandioso. Un Pinar del Río A dando autoridad en el terreno. Buen manejo de los fundamentos del béisbol y derrumbando los mitos de quiénes apostamos en un pronóstico por el contrario, algo que también es lícito.
Con una fuerte ofensiva, pitcheo excelentemente trabajado y la defensa hermética llevaron el éxito 5×1.Por otro lado, un Consolación que se vio dominado en cada jugada, errático en el corrido de bases y sorprendido por la algarabía de la afición. Destacar también que su director, Yusiley Flores, por momentos se veía más ansioso que sus muchachos, esto trajo a los actuales campeones algunas tensiones lógicas de una final.
El lanzador pinareño Edgar Labrador es uno de los diamantes en bruto más grandes que hay en esa categoría (anoten el nombre, el muchacho va a triunfar). Por su parte el derrotado Miguel Pileta, aunque por momentos alejado de la zona, fue un digno rival, y debe ser tenido en cuenta para próximas concentraciones por la maestría a la hora de combinar lanzamientos.
Mención aparte merece el polivalente atleta Manuel Fernández ( jardinero y lanzador), cuando la situación se puso tensa para su novena, lanzó rectas supersónicas para la categoría, inalcanzables para sus contrarios. Ahí radica lo lindo de la pelota, que estos niños son capaces de derrumbar cualquier vaticinio, porque juegan con el corazón y eso vale.
Pero….
Si son los niños los dueños del espectáculo, no puede y no debemos permitir que otras acciones empañen esta gran final.
Empecemos por lo técnico. Un cuerpo arbitral inoperante, incapaz de poner las cosas sobre la mesa e implantar el respeto que merece una final de este tipo.
Ralentizando el juego, con incontables asistencias a la mesa del comisario técnico y falta de comunicación entre ellos por los métodos de señas tan utilizados en el mundo de la pelota ( Si es que hay un jefe de grupo, pues debe ser él, quién resuelva las inquietudes lógicas de cada equipo).
Ni hablar de la falta de ética de un oficial al abandonar el terreno por la lógica incomprensión entre sus decisiones y las orientadas por la mesa del comisario. Las reglas están para cumplirse, hagámoslo.
La falta de dominio del reglamento específico de esta categoría también se puso de manifiesto. Cordura y saber escuchar, son artes que desgraciadamente, no todos los líderes de procesos hoy en Cuba tienen.
Se había anunciado con tiempo que el Pepe Chepe se quedaría pequeño para esta fiesta, aún así, y con argumentos discutibles por parte de la Comisión Provincial, se optó por ese espectáculo ahí (porque en el congresillo técnico de la pelota provincial tampoco se habló de jugar en el San Luis y ayer se disputó un juego en esa instalación)
La algarabía, las iniciativas de la conga entre otras acciones positivas, fue puesta en tela de juicio cuando iniciaron los primeros incidentes entre las aficiones y fueron salvados por la actuación temprana de padres, que tiene bien claro su rol de formadores del futuro, y no de gladiadores de un circo romano, donde el deporte es matar o morir.
Pero si a esto le suma el penoso incidente del final, donde los árbitros fueron trasladados como reos a un cuarto enrejado, por la agresividad de otros participantes en la justa, deja un sabor más que penoso para una fiesta tan bien pensada. Dónde reitero, los protagonistas son los niños, esos que miraban expectantes todo lo que sucedía.
¿Acaso ese es el ejemplo que queremos legar a nuestros hijos? ¿Es ese el espectáculo desafiante que merecemos como afición y país?
Ojalá de una vez y por todas prime la cordura. En prever está el mejor arte de salvar. Comprendamos de una vez y por todas que los únicos protagonistas de esta fiesta son nuestros hijos. Esos que dieron un juego limpio y vivieron su partido al máximo.
Respeto a esas infancias que no pueden crecer adoctrinadas de ese machismo voraz, incapaz de entender que el deporte es esparcimiento y alegría. Los adultos seamos consecuentes con ese principio, y regalemos a los niños un ejemplo que perdure y sea efectivo en su formación más que de atletas, en seres humanos dignos y con valores.
En una fecha como la de hoy, donde celebramos la dicha de los educadores, valdría la pena entender el rol de ser buenos maestros, de inculcar más que todo el respeto al contrario y el amor por la camiseta. Pinar del Río está haciendo mucho por rescatar la pelota, por volver a planos estelares, pero de nada vale si no lo realizamos con coherencia y visión al futuro, de reconocer los errores y trabajar en función de erradicarlos de una vez y por todas.
La pelota pinareña y en especial sus campeones más lozanos, necesitan que los adultos, estemos a la altura de los pequeños campeones.