“Soy de los que cree que de nada vale un discurso bello y encendido si no se hace acompañar por acciones”, afirma Ariel Antonio Díaz Pando, director del Museo Provincial de Historia de Pinar del Río.
Es un joven bondadoso y gentil que practica los principios de la fraternidad; es por ello que no dudó en aceptar cuando le pidieron ser voluntario en la zona roja para pacientes positivos a la COVID-19 habilitada en la Escuela Profesional de Arte (EPA) Pedro Raúl Sánchez.
Durante 14 días coordinó un grupo de trabajadores de la cultura que realizaron labores de higienización en la mencionada sede.
“La rutina era simple: nos levantábamos bien temprano en la mañana, bajábamos a desayunar e inmediatamente nos ataviábamos con ropa quirúrgica. Una bata de mangas largas, un nasobuco, dos pares de guantes y una careta, eran nuestras barreras contra la peligrosa enfermedad”, cuenta.
“Se hacía complejo trabajar vestidos con aquella indumentaria, ya que el calor nos sofocaba mientras limpiábamos los dormitorios de los enfermos o los locales donde se alojó el personal sanitario; pero tratamos de mantener siempre un buen estado de ánimo y de apoyarnos entre todos.
“Cuando acababa la faena, procedíamos a realizar nuestra propia desinfección para evitar el posible contagio. Luego caía la tarde y con ella, la nostalgia por nuestros hogares y por el abrazo de los seres amados”, añade.
En su cuenta de Facebook cronicó los detalles más significativos de aquellos días y describió a los compañeros que vivieron junto a él aquella aventura, tales como Humberto Martínez, custodio de la casa de promociones musicales La Sitiera, a quien apodaron “El Menor», por ser el más joven del grupo. Con el carisma de sus 19 años, este joven logró que todos se sintieran cómodos a su lado.
También estaba Yurien Porras, profesor de la EPA Pedro Raúl Sánchez Rodríguez y director de la compañía de danza contemporánea Danzaire, comprometido y dispuesto a estar allí donde era más útil.
A Carlos Rafael Amador (Carlitos), percusionista y guitarrista, lo presentó el historiador como “un hombre de fe, de esos que pone su pellejo por amor al prójimo”, y de Manuel Robles, proyeccionista del cine Praga dijo: “Su tamaño solo se compara con su nobleza”.
Por último habló de Luis Enrique Méjico, trabajador del Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz, siempre con el chiste a flor de labios y la habilidad para compartir buenas historias; “además de ser un todo terreno: lo mismo pone corriente, que pela…”
“Los amigos que conocí en la zona roja hicieron que valiera la pena cada segundo de riesgo”, concluye Ariel.