Aida había pasado muchos meses tratando de acceder a los servicios del Sistema de Atención a la Familia (SAF). Cuando finalmente su documentación estuvo lista, coincidió con el inicio de la Tarea Ordenamiento (TO) y con ella el incremento de un grupo importante de precios de los bienes y servicios.
Entonces desistió. Pensó que sería demasiado caro, hasta que pasados unos meses sacó cuentas y encontró en el SAF alimento seguro ante los elevados costos de la comida en la “calle”. Por si fuera poco, la COVID-19 empezaba a ser un peligro, sobre todo, para los adultos mayores.
Pero como ella misma diría “poco dura la felicidad en la casa del pobre”. Cuando los frijoles comenzaron a llegar muy duros, fríos por la demora en la entrega, y el arroz parecía menor cantidad que nunca, decidió, sin saber siquiera cómo iba a alimentarse, dejar el SAF. “No puedo seguir botando el dinero”, dijo en aquel momento.
DEMORA, CALIDAD Y PRECIO
Con la llegada de la COVID-19 y la intención del país de proteger a su población más vulnerable, las instituciones de Comercio establecieron un servicio de mensajería para llevar los alimentos del SAF hasta la casa de cada beneficiado.
La iniciativa se logró en su mayoría con trabajadores de los propios establecimientos; allí donde los comensales eran pocos no hubo problema, mas, en aquellos en los que la cifra pasa de 20, 40 y hasta 90, realmente se formó un cuello de botella.
Por eso algunos reciben, desde entonces, los alimentos cerca de las 11 de la mañana y otros pasadas las dos de la tarde, con buen tiempo.
Esta es una de las problemáticas más recurrentes, según constató este equipo de prensa.
La unidad El Relámpago, ubicada en la calle Palma, esquina Rafael Morales, atiende a 20 comensales. El joven Yosbel Barrios Caro trabaja como mensajero desde que inició la pandemia. Cargado de vasijas agita su paso cada mañana.
“Camino bastante rápido, salgo temprano y visito primero a los que viven más lejos; la administradora se ocupa de los más cercanos, por lo que siempre almuerzan en hora. Por la mañana recogemos los pozuelos y al mediodía se los llevamos y les cobramos”.
En tanto, en el SAF del reparto Cuba Libre transportan la comida en un carro de caballo a los 98 comensales que de allí se alimentan.
Si bien es cierto que cumplen con las medidas higiénicas para garantizar la inocuidad de los productos, el sol a punto de mediodía pudiera ser un riesgo para que cada plato llegue en perfectas condiciones, principalmente, porque el recorrido abarca zonas distantes de este Consejo Popular, incluso deben llegar hasta el kilómetro tres de la carretera Luis Lazo, según confirmaron sus trabajadores.
Leodanis Oramas Fleitas, administrador de esta unidad, precisó que quien conduce el carro no toca los alimentos. “Siempre lo acompaña alguna de las cocineras que es quien se encarga de repartir e informar el menú del próximo día. También nos sirve de retroalimentación, porque la opinión de los clientes es un medidor para evaluar nuestro trabajo”.
Ramona Lóriga Rodríguez, vecina del reparto Fénix, pertenece a este SAF. De él se alimentan ella y su hijo de 50 años que padece de esquizofrenia. “Al principio me costaba cuatro pesos el almuerzo y la comida de los dos. Cuando subieron el precio no pensé en retirarme del servicio, porque estoy resolviendo mi problema, y la verdad que la comida, hasta con leña, les queda buena.
“Si veo que no me alcanza cocino un poquito de arroz de la cuota. Vengo siempre porque me queda cerca y el mensajero demora, son muchos lugares y ya cuando está de regreso la comida está fría”.
Marta Díaz es cliente de “El Relámpago” desde hace unos dos años. “Yo no como tanto, a mí me alcanza y me mantuve en el servicio porque no tengo olla arrocera ni ‘reina’, pero fuera del SAF no puedo comprar nada más, ni siquiera algo que venga a la placita, dice, porque mi jubilación es de 1 528 pesos, y la diferencia es corta, tengo además los gastos de la casa”.
Al respecto, Belén Martínez Martos, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social de la Dirección Provincial de Trabajo, señaló: “Los precios están muy elevados y lo hemos discutido hasta en los consejos de la administración y en las reuniones de la distribución. Es una queja reiterada que llega a través de los trabajadores sociales. Siempre decimos que no se corresponde con la calidad y el gramaje, y como respuesta nos explican que es por ficha de costo”.
Agrega la funcionaria que en la actualidad se evalúa nuevamente el servicio que presta el SAF, pues un grupo importante de comensales han dejado de asistir a él: “La causa fundamental son los precios, según nos alegan, y a los jubilados se les da una ayuda parcial, no total y tampoco a todos, sino según la situación del núcleo familiar”.
Sobre este particular, Alexander Carrillo Salazar, especialista principal del SAF y Merienda Escolar del Grupo Empresarial de Comercio, declaró que el gramaje de cada plato que conforma el menú está establecido por el Ministerio, así como las frecuencias en el mes de cada tipo de alimento.
Por ejemplo, de huevo deben entregarse 22 frecuencias, de productos cárnicos (picadillo, embutidos) otras 22, siete de pollo y dos de cerdo.
“Si no se cumple con la entrega, entonces hay que cubrirlo con otro alimento. También pasa que, si no llegan en tiempo los diferentes productos, entonces no se puede alternar, y por eso ocurre que reciben el mismo plato fuerte varias jornadas”.
No obstante, reconoció que el principal problema es el abastecimiento y siempre se trata de buscar un equilibrio entre el plato fuerte, la vianda, el potaje, alguna hortaliza, de manera que el precio no supere los 13 pesos en cada ingesta.
“Por eso, si hay pollo tenemos que balancear con otro plato más barato o se encarece el servicio”.
En el SAF ubicado en la cafetería La Nueva, en el reparto Hermanos Cruz, se les brinda alimentación a solo 17 comensales.
Luis Armando Arrastía Peña, almacenero de la unidad, que pertenece a una UEB perfeccionada que radica en el restaurante Los Pinos, sentenció: “Tenemos embutido, huevo y pollo, que se da principalmente el fin de semana y el miércoles se repite, pero apenas disponemos de ensaladas y a veces ofrecemos natilla como postre. También les hemos ofertado croquetas recibidas de La Coloma y hamburguesa; aunque muchos se han quejado de las croquetas porque son de pescado o están ácidas y no las quieren”.
Belén Martínez Martos aclaró que antes de la TO los beneficiados tenían por obligación que llevarse todo lo que estaba en tablilla: “Ahora escogen del menú lo que quieren comer y muchos optan por el plato fuerte y si acaso, el arroz y los frijoles. Dejan la vianda, el postre…”.
OPCIONES PARA UN MENÚ
En la actualidad las unidades que poseen SAF tienen la posibilidad de contratar determinados productos con estructuras de otras formas de gestión como las cooperativas.
La Resolución 99 de 2019, del Ministerio del Comercio Interior, (modificada por la Resolución 68 de 2021) así lo establece. En su apartado Primero consta: “La presente tiene como objetivo flexibilizar las regulaciones para la compra por autogestión de productos alimenticios, frescos o elaborados, por las empresas, unidades empresariales de base, unidades básicas y establecimientos del sistema del comercio interior subordinadas a los órganos locales del Poder Popular”.
Mientras en su apartado SEGUNDO deja claro que las unidades y establecimientos que ejercen el comercio minorista de ventas de mercancías, gastronomía y servicios quedan facultados para realizar compras de productos alimenticios, frescos o elaborados y otros productos e insumos a personas naturales y jurídicas, para incrementar sus servicios y calidad de estos, de acuerdo con la nomenclatura y expediente de servicios aprobados, según corresponda.
Sin embargo, es una posibilidad para los SAF casi nula y que se aplica más a otro tipo de establecimientos, pues los elevados precios les imposibilita después conformar un menú que no sobrepase los 13 pesos establecidos para este servicio.
En la práctica ello apenas se aprovecha, ya que al decir de Leodanis Oramas Fleitas, administrador del SAF del Cuba Libre “podemos salir y negociar los productos por calidad y precios, pero hay que tener en cuenta la ficha de costo; lo hemos hecho con el organopónico, pero aún no con las cooperativas. Es algo novedoso, hay que ir adaptándose al cambio.
“La ensalada a veces la recibimos como donativo del organopónico, además nos dan sazones o nos venden algunos vegetales a un costo que podemos llegarle para después ofertárselos a los beneficiados, pero por lo regular todo nos sale muy caro”.
Comenta el joven que la Empresa de Gastronomía trata de buscar las cosas más baratas, pero los suministradores suben los precios. El arroz, por citar un alimento, trae diferentes costos, también ocurre con los chícharos”.
Igual situación enfrentan en “El Relámpago”. Amarilys Labrador Lazo, su administradora, recalcó: “Podemos comprar por la ‘99’ y gestionar, tenemos la facultad, pero si lo hacemos nos pasamos de los 26 pesos establecidos para un día. A veces compramos en la placita, pero no a un carretillero”.
No obstante, quedan reservas en la gestión de los alimentos. Martínez Martos asegura que cada intendente en los municipios está en la obligación de ponerle padrinos al SAF, ya sean empresas, organismos, cooperativas, los cuales deberían venderle a precios módicos algún tipo de recursos, “pero que ello se cumpla o no, depende de la exigencia de los territorios y del interés que se le ponga”, sentenció.
LO QUE CUBRE LA ASISTENCIA SOCIAL
Yosbel Barrios Caro, el mensajero de andar ligero de “El Relámpago”, dijo que muchas veces los viejitos no tienen dinero para pagar el almuerzo: “En esos casos, aseguró, lo pagamos nosotros, y cuando cobran nos lo reponen, pero nunca se han quedado sin almorzar”.
En el Cuba Libre pasa lo mismo. Delia Rosa Mena, Celia Martínez y Miosotis Álvarez son cocineras allí desde hace seis años la primera y más de 12 las otras dos. Todas coinciden en que siempre tratan de ayudar a los ancianos. Ya saben cuál tiene algún problema de salud y no puede comer esto o aquello.
No pocas veces han tenido que asumir el pago de los almuerzos, pero jamás los han dejado sin comer.
El asunto se torna complejo: “Se nos han acercado varios administradores de estos comedores diciendo que tienen muchas personas con deudas y nosotros no tenemos ninguna partida en el presupuesto que permita pagárselas. Trabajamos con prestaciones monetarias temporales”, aclaró la subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social.
El pago del SAF se hace según la solvencia económica que tenga cada comensal y la evaluación que de ella haga el trabajador social. Mensualmente un comensal debe gastar en los alimentos alrededor de 800 pesos. Según la entrada económica que exista en el núcleo, la Asistencia lo puede cubrir parcial o totalmente.
Agregó que tienen comensales a los que se les cubre el servicio del SAF en su totalidad: los 800 pesos mensuales a parte de la jubilación si la tienen. Dijo, además, que varios de los que están hoy vinculados a ese servicio son amparados por el régimen de la Asistencia Social: “Le damos una prestación económica temporal que está evaluada en 1 260 CUP, más los 800 pesos para que puedan consumir en el SAF. Por lo general son adultos mayores que viven solos o son personas en situación de discapacidad”.
Puntualizó que a los ancianos que reciben una jubilación de 1 528 CUP también se les puede ayudar: “Muchos de ellos no van diario al SAF por la calidad de la comida. Después de evaluar cada caso tras la TO, cuando algunos decidieron no asistir más, a un grupo se les paga la totalidad del servicio y a otros solo un porcentaje del mismo”.
Refirió que a un jubilado que tenga gastos excesivos en medicamentos u otros, una vez que el trabajador social haga la evaluación se le puede cubrir el SAF o una parcialidad, y “siempre asume la Asistencia Social la mayor parte, porque tratamos de proteger al beneficiario”.
Este año Pinar del Río dispone de 268 millones de pesos destinados a los servicios y todas las prestaciones de la Asistencia Social, cifra para nada despreciable, pero que debe cubrir todos sus programas, no solo el SAF.
OTRAS SOMBRAS DEL SERVICIO
En la unidad del Cuba Libre, según apunta su administrador, han tenido que guardar productos en la nevera del almacén de la Empresa por no contar con suficiente capacidad de refrigeración.
“A veces se nos hace difícil hasta traer los insumos, porque otros establecimientos también depositan sus alimentos en el mismo equipo de frío y los van poniendo encima (lo cual va en contra de las normas establecidas para la conservación). Hemos tratado de arreglar las neveras que tenemos por nuestros medios para tener más capacidad y no depender del almacén central”.
Sobre ese aspecto, apunta Jesús Rivero Fernández, director de Desarrollo Técnico en la Empresa Municipal de Gastronomía de Pinar del Río, que no existe una proyección para solucionar los problemas de refrigeración. “Hubo un tiempo en que contamos con mayor cantidad de equipos, pero se fueron deteriorando”.
Presentan otras limitaciones a la hora de elaborar los alimentos. Cuando existe dificultad con el gas licuado deben recurrir al carbón y en ocasiones a la leña. Explica Markenia Izquierdo Treche, especialista de Gastronomía de la Empresa, que no tienen dinero para comprar equipos de cocción.
“El Programa Mundial de Alimentos ha entregado ollas, cazuelas, sartenes, pero hace tiempo no recibimos ollas de presión. Hoy cocinan en cacerolas y muchas veces ablandan los frijoles y chícharos por las noches en carbón para ahorrar el balón o en ollas propias de los trabajadores”.
En Pinar del Río había, al cierre del mes de mayo, 1 415 censados distribuidos en 86 SAF, mientras que en enero del pasado año la cifra de beneficiados casi duplicaba esa cantidad.
En visita de trabajo a la provincia a inicios de 2021, Miguel Díaz-Canel, primer secretario del Partido y presidente de la República, se refería al impacto de los precios y al número de personas que dejaban de consumir en el Sistema de Atención a la Familia:
“¿Por qué no se ha trabajado con particularidad? Esta es una tarea para el detalle. Para cada caso hay que encontrar la solución, y en muchos de ellos se ha ido a la chapucería”.
Durante esa misma visita, el primer ministro Manuel Marrero Cruz, aclaró que la justicia social debe ser concebida sin igualitarismos. “La justicia radica en ayudar al que no le alcanza y para ello la economía debe producir bienes y servicios”.
En ese sentido, Pinar del Río tiene bastante por hacer. Las estructuras productivas de cada territorio debían ver en los Sistemas de Atención a la Familia una idea justa y noble a la cual apoyar sin reservas. Que ello ocurra pasa más por la organización y gestión de empresas y la preocupación de las autoridades a nivel municipal, que por la propia disponibilidad de recursos y alimentos.
El SAF es un programa que presta un servicio a personas en su mayoría adultos mayores, con bajos ingresos o carentes de familias, en situación de discapacidad y casos sociales. La esencia humanista que incluye también la calidad, el buen trato y el balance nutricional del SAF debe repensarse y revisarse.
En tiempos tan complejos como los actuales, de escaseces y limitaciones, que un país se preocupe por garantizar la alimentación de sus abuelos es, si se hace con sensibilidad, uno de los mayores ejemplos de justicia social.