Los gatos, esas populares, dormilonas y misteriosas mascotas, vinieron al mundo mucho antes que los perros y se cree que el primer ancestro del gato vivió hace 30 millones de años.
Adorados en el antiguo Egipto, llegaron a ser tan importantes que su rapto y venta podía ser castigado con la muerte y si algún ejemplar perteneciente a una familia moría, sus dueños afeitaban sus cejas en señal de duelo, según coinciden sitios digitales.
Se dice que en honor a ellos, el connotado científico Isaac Newton, descubridor de la ley de la gravedad y ferviente admirador de esos felinos, inventó las puertas abatibles para gatos, pues de esa forma evitaba que sus mascotas lo distrajeran de sus estudios al querer entrar o salir de la casa.
Y tanta simpatía despertaron, que desde 2002, el ocho de agosto se celebra el Día Mundial del Gato, una iniciativa proveniente del Fondo Internacional para el Bienestar Animal junto a otras organizaciones defensoras de los derechos de los animales, constatan medios digitales.
Para quedarse llegaron a América desde Europa en el siglo XVIII con el objetivo de combatir plagas, despertando devoción en buena parte de las personas, mientras que otras mantenían sus reservas hacia el animal, por la calumnia de ser traicioneros y los de color negro, presagiar mala suerte. Sin embargo, en Australia e Inglaterra, se consideraba lo contrario.
Entre sus tantas curiosidades, que le ayudarán a conocer mejor a su felino, se cuentan sus bigotes, con pelos gruesos especialmente sensoriales, con muchos receptores nerviosos en su base, lo cual les permite funcionar como un radar y detectar hasta pequeñas corrientes de aire.
En tanto, el mínimo movimiento de los bigotes de la parte almohadillada del hocico, estimula las terminaciones nerviosas y ofrece una información al animal muy al detalle sobre el entorno que le rodea.
De acuerdo con investigaciones, su rango de visión no incluye la zona por debajo de su nariz y comparados con los humanos, nos superan en 24 huesos, mientras el cerebro tiene mayor similitud al de las personas, que el de un perro.
Poco adepto a mostrar sus emociones, tienen fama de ser egoístas y desleales, sin embargo, la agencia española EFE, asegura que en contra de esa creencia de que los felinos domésticos son ariscos, independientes y distantes con quienes conviven, un estudio demuestra el apego de estas mascotas hacia los seres humanos de un modo similar al que desarrollan los perros.
La investigación de la Universidad Estatal de Oregón (OSU), de Estados Unidos, evidenció que esos animales muestran los mismos estilos de apego principales que los perros, e incluso los bebés, hacia sus cuidadores, sostuvo la autora principal de la investigación, basada en la observación de los hechos.
Otra de las singularidades de los gatos, es su saludo rosando las narices y su maullido es una forma de comunicarse con los humanos y no entre ellos, como algunos piensan.
Resulta llamativo el hábito de pasar 16 de las 24 horas del día durmiendo; su capacidad para emitir 100 sonidos diferentes, los perros sólo hacen 10 y su costumbre de comer pasto para limpiar su sistema digestivo de cualquier pelusa que haya ingerido.
Para algunos, el inofensivo animal puede ser “temible”, incluso para dos grandes conquistadores como fueron Napoleón y Julio César, a quienes no los amedrentaron los ejércitos enemigos, pero sí ante un simple gato se ponía a temblar, según cuentan.
La larga lista de las curiosidades felinas abarcan, además, a la gata que más crías tuvo, al parir un total de 420 gatitos durante toda su vida; el hecho de que un ejemplar casero promedie 16 años de vida y un callejero solo entre tres y cinco calendarios y su preferencia por las comidas a temperatura ambiente.
Expertos en beber agua y no mojarse un pelo, según páginas digitales, los gatos también tienen récords, como el de Andy en la caída más grande y no fatídica, al desprenderse desde el piso 16 de un edificio de apartamentos y sobrevivir.
Y Blackie, se convirtió de la noche a la mañana en el felino más rico del mundo, pues su dueña le dejó más de 15 millones de libras de herencia. Cuestión de suerte, que según el viejo proverbio, es loca y a cualquiera le toca.