El escenario, una fiesta familiar. Hay música para adultos, baile, bebidas; sin embargo, por un momento el centro lo constituye la niña de cuatro años.
Va vestida con una minifalda, sandalitas de tacón, blusa corta, y ella toda arreglada, una perfecta imitación a una joven sexy.
Como decía por un momento, fue el «plato fuerte» de la celebración, con un contorno provocativo y pasos de bailes muy bien incorporados ya para la edad que tiene.
¡Menea Fátima! ¡Coge bien el ritmo! ¡Mira que si el novio te ve…! Le dicían sus familiares. Todo parecía una gracia, algo grande y bueno; mientras la pequeña disfrutaba de su momentico de «gloria» y «fama».
Cuánto daño le hacen a esa niña, y lo peor, si usted ahora lector se pone a pensar, se acordará de muchos ejemplos parecidos o relacionados con el tema de la hipersexualidad, que de una forma u otra provocamos en nuestros infantes.
Tanto, que hace poco visité una actividad en una escuela de Primaria, niños de primer grado, y durante el “espectáculo cultural”, las niñas se convirtieron en diminutas bailarinas, con ropas y música para adultos.
En consulta por internet al trabajo Infancia amenazada: Guerra cultural y erotización temprana, de los autores Livania Fuentes Moreno y Roilán Rodríguez Barbán, ellos plantean bien claro cómo los padres ayudan o son propensos a adelantar los comportamientos y actitudes sexuales a edades tempranas.
«Los actos que suelen simplificarse como ocurrencias de los pequeños o imitaciones sin consecuencias, las reproducciones de los/las menores a partir de patrones observados y el constante contacto con imágenes hipersexualizadas, esconden tras de sí un fenómeno con no pocos riesgos, considerado por varios expertos como maltrato hacia las niñas y los niños. Es nombrado erotización temprana o hipersexualización».
Luego de la aclaración, es bueno enfatizar en que bastante tienen los infantes de estos tiempos con las campañas brutales de comunicación, que los llevan a asimilar cada día una buena cantidad de contenidos no acordes para su edad, para que también en el entorno familiar favorezcamos de forma negativa en ese sentido.
Si ustedes se fijan, hasta los grandes fabricantes y comerciantes de ropas y zapatos colaboran en ese sentido de forma nefasta. Hoy son escasos los modelos que se piensan para niños, y no para adultos de baja estatura.
Las niñas de todos los tiempos, la gran mayoría, han querido imitar a sus madres, y sin ser psicóloga, puedo asegurar que es un proceso normal, así como los varones a los padres, pero todo a su tiempo, digo yo, y usted, amigo lector, puede discrepar, pero…
Los estudiosos del tema expresan que la erotización infantil puede desencadenar riesgos como la depresión y la baja autonomía personal, y otros también serios, y aconsejan en su investigación dejar a los niños crecer y desarrollarse sin violentar etapas y exponerlos innecesariamente a una sexualidad que a corto o mediano plazo le va a ser nociva.
Cualquiera piensa que el tema es banal, y que los ejemplos puestos, que de hecho no son aislados y se estilan bastante en este mundo “moderno”, son superficiales y carentes de importancia.
Pero si analizamos el concepto de la hipersexualización, este explica muy bien que les podemos hacer daño a los pequeños con actitudes, expresiones, tendencias, posturas y hasta con códigos de vestimenta. Los infantes no son adultos bajitos, ellos tienen derecho a un mundo que no traspase su inocencia.
Necesitan disfrutar de la amistad, de los juegos, la ropa adecuada para su edad, la música y juguetes idóneos; sin pretender desde los primeros años de vida hipnotizar con su cuerpo, o darle un matiz erótico a actividades cotidianas.