En las adicciones modernas, además del consumo de alcohol, psicofármacos u otras drogas menores o pesadas, la adicción a la tecnología, fundamentalmente a los videojuegos, computadoras y celulares, ocupa un puesto notable en el marco de los consumos adictivos.
Sin embargo, aun cuando esto es de dominio de los adultos, en la actualidad a los niños los alejamos del mundo físico y no los llevamos a jugar a parques al aire libre con otros menores o hacer ejercicios, pero sí los dejamos andar a sus anchas en el mundo digital, sin darnos cuenta de los peligros reales que esto conlleva.
Harto conocido es que el uso de los dispositivos electrónicos por los niños durante largas horas cada día, perjudica su desarrollo normal y les ocasiona problemas de conducta, trastorno de sueño, e incluso, problemas de depresión infantil y ansiedad.
A pesar de saber lo dañino que esto puede llegar a ser para los pequeños, los padres los dejan por horas, sin supervisión de ningún tipo, con un teléfono en sus manos, por tal de que “estén tranquilos”, sin percatarse de que su uso excesivo es un arma de doble filo, pues, aunque el celular pueda proporcionar una sensación de seguridad a los mayores, también expone a los niños a numerosos peligro.
Por esta razón, varios estudios plantean que el uso de teléfonos móviles y pantallas en niños de hasta cinco años debe ser muy limitado y supervisado cuidadosamente, ya que esta etapa es decisiva para el desarrollo físico, emocional y social de los niños.
Es crucial equilibrar el tiempo frente a la pantalla con interacciones sociales enriquecedoras para el sano desarrollo de ello. Los padres deben predicar con el ejemplo al usar sus propios teléfonos con moderación y priorizar el tiempo familiar sin dispositivos, algo que actualmente han perdido las familias.
Numerosos especialistas en esta materia también consideran que impedir el empleo de los celulares e internet es una medida utópica desde que la sociedad utiliza las tecnologías, por lo que recalcan la importancia de que las familias y los centros educativos comprendan y conozcan los riesgos de su uso excesivo y realicen estrategias encaminadas a una mejor aplicación de estos dispositivos.
No se trata de negar el desarrollo, mucho menos no emplear estas herramientas que tan efectivas pueden ser en ocasiones, lo que se pretende es moderar su utilización, sobre todo, en los menores, y con restricción y supervisión por parte de los padres.
Existen otras formas de recreación sanas que hemos olvidado y que los progenitores no estimulan en los hijos como leer un buen libro, ver un filme, practicar ejercicios, conversar con amigos frente a frente y no mediante una pantalla, jugar al aire libre…
Y aunque en términos médicos, la adicción al celular no es todavía una categoría diagnosticada, los versados en el tema advierten que la dependencia y falta de control que ocasiona es similar a la que sufren los adictos a sustancias o al juego, y esto suele ocurrir cuando es excesivo en horas o interfiere en actividades cotidianas, laborales, sociales, familiares.
Por lo que es necesario una mirada crítica a lo que ocurre puertas adentro en cada casa, e incluso, en las propias instituciones educativas, y que tanto padres como educadores tomen conciencia del daño que les hacemos a las nuevas generaciones.