Que nos va mal lo sabemos; que estamos bloqueados, también; que carecemos de materias primas, insumos, combustibles… en fin, la lista de ausentes o insuficientes, podría ser muy extensa, pero, asimismo, es cierto que hay lugares donde germinan semillas de esperanza.
Están en las fincas tabacaleras por esencia, pero con áreas destinadas a la producción de alimentos, para asegurar el autoconsumo de la familia del propietario, los trabajadores y ayudar a la comunidad, incluidos centros asistenciales o educativos enclavados en la zona.
Y en el colectivo laboral que se moviliza voluntariamente para reparar las viviendas de los damnificados, “porque un hombre que no tenga techo en su casa, no puede concentrarse en el trabajo, ni rendir ni ser eficiente; entonces su problema es de todos”.
En la joven que presume del proyecto gestado por su profesora de literatura desde las montañas de San Andrés, y que la ha puesto en contacto, a ella y a cientos que pasaron por sus aulas, con encumbradas figuras de la cultura cubana, y se envanece, no sin razón, de que el repentista Alexis Pimienta le dedicara unas décimas.
Hay esperanza en la casa de Bernardo que, desde el poblado de Consolación del Sur, supo revertir el confinamiento derivado por la Covid-19 en estímulo para transformar su patio en un sitio referencial de la Agricultura Urbana, y contribuir con sus producciones a sistemas de alimentación de la familia (SAF), círculos infantiles y seminternados cercanos.
Está en la empresa que abre batalla campal contra el delito a partir de un estricto control interno porque “si nosotros no cuidamos lo que tenemos ¿quién lo va a hacer?”; en el que devuelve íntegramente el contenido de una billetera caída en sus manos por azar, en el campesino que no se permite el lamento por el clima y se vuelca hacia el surco, a sabiendas de que “poco es mejor que nada”.
Se anida en la doctora que se niega a dar recetas: “porque el medicamento que quieres guardar para por si acaso, puede sanar a otro”; en el guajiro Adel, de Puerto Esperanza, que quita tiempo de su descanso para culminar el doctorado, “ese estudio que estoy haciendo ayudará a otros y les evitará tropiezos”.
Quedan personas buenas, enamoradas de lo que hacen y deseosas de aportar a una Cuba mejor, pendiente de cualquier resquicio por el cual poner en marcha la obra buena que sueñan y a la que han dedicado tiempo, conocimiento y esfuerzo; que no piensan en la barrera, sino en el salto que los llevará a franquearla.
Y necesitamos más, porque la economía del país demanda de esas soluciones graduales, adaptadas a su contexto, que alcanzan a pequeños grupos, pero logran mejorar la calidad de vida de los beneficiarios.
Cada cubano al que le vaya bien, incluso menos mal, es un rayo de sol que ilumina la esperanza e insufla aire a la hoguera en la que se cuece el futuro, que es un preparado para el cual no hay recetas específicas, pero sí sabemos con claridad que entre los ingredientes ha de llevar certezas de prosperidad.
Esas que no crecen silvestres, ni en tierras ociosas, por ello, hoy una de las vías de cosecharlas es creando áreas para la producción de alimentos con fines de autoconsumo, y pese a las probadas ventajas que reportan experiencias de este tipo, todavía hay morosidad en la implementación.
De las 105 empresas y 163 organismos presupuestados radicados en la provincia, solo 89 incursionan en esta modalidad, para la que se han entregado 1 436 hectáreas de tierra y hay otras 284 demandadas en 20 solicitudes que se encuentran en proceso.
Las fincas de autoconsumo han permitido crear 91 empleos, son alternativas viables con potencialidades, incluso, de generar ingresos paras las entidades sobre las que impacta con mayor fuerza la falta de materias primas y otras carencias que les limitan el cumplimiento de su misión.
Aun siendo pequeñas áreas, con un adecuado manejo, las producciones pueden tener un alto impacto social e incidir favorablemente sobre los colectivos laborales, al acceder a bienes de alta demanda a bajos precios, se incrementa el poder adquisitivo del salario que recibe el trabajador.
Hoy, en Cuba, cualquier vía que provea alimentos será bienvenida, los lamentos y justificaciones han de sustituirse por el trabajo y la constancia, los mejores fertilizantes del futuro.