Hace años, la Universidad de Greenwich sacó una curiosa web en la que podías retarte a ti mismo y observar cuántas caras eras capaz de reconocer. Si eres de esas personas a las que no se les escapa jamás la cara de un actor en pantalla, por muy bien maquillado que esté, probablemente afrontarás el reto con bastantes esperanzas. Sin embargo, conforme van saliendo las fotos (cada vez más rápidas) es fácil confundirse entre caras anodinas y bastante similares.
El propio estudio por el que se había creado la web así rezaba: «En los últimos años, una creciente generación de superreconocedores policiales de distintos países del mundo ha identificado con éxito a un gran número de delincuentes a través de las cámaras de seguridad y en primera persona. Esto ha generado un amplio interés mediático y científico por los individuos que poseen estas habilidades excepcionales». Explicaban que, en caso de ser un superreconocedor, podrías ponerte en contacto con ellos teniendo en cuenta la importancia del don, que servía para muchos trabajos específicos en los que es fundamental reconocer rostros.
«En los últimos años, una creciente generación de superreconocedores policiales de distintos países del mundo ha identificado con éxito a un gran número de delincuentes»
Quizá, cuando Odiseo volvió a casa vestido como un mendigo después de 20 años y su anciana enfermera, Euricleia, le reconoció, debería haberse planteado si se encontraba ante una superreconocedora. Ella lo hizo por una cicatriz que Odiseo tenía en la pierna, pero en realidad el rostro es generalmente la parte más importante para reconocer a una persona. La capacidad de apreciar si alguien es familiar, apuntan los estudios, es «fundamental para nuestro funcionamiento social y una piedra angular para la humanidad», porque implica recuperar y procesar recuerdos, experiencias y sentimientos.
Como indica un reciente artículo publicado en Psychology Today, podemos obtener todo tipo de información social considerable de un rostro, que va desde cosas superficiales como el atractivo a otras más útiles como la edad o incluso profundas como el estado de ánimo. También la confiabilidad tiene mucho que ver en todo este aspecto, como muestran algunos estudios en la materia. De sobra se ha demostrado que los rostros redondos (es decir, aquellos más similares a los de los bebés) suelen producir ternura y confianza en los demás, o por lo menos más que aquellos más angulosos. Además, un rostro es lo que hace erótico a un cuerpo desnudo.
Hay personas con la llamada prosopagnosia o ceguera facial, que son particularmente malas con las caras
Sorprendentemente, igual que existen superreconocedores, también hay personas con la llamada prosopagnosia o ceguera facial, ya sea del desarrollo, sin evidencia de ninguna lesión o deterioro neurológico, o adquirida por trauma. Estas personas son particularmente malas con las caras y, para ellas, los rostros carecen de familiaridad y necesitan fijarse en otros aspectos como son la voz, la ropa o el peinado para poder reconocer a alguien.
Pero, ¿y los superreconocedores? Pues fueron identificados por primera vez en 2009 por Russell y colegas. Estas personas tienen un «reconocimiento facial extraordinario», incluso cuando no han visto a una persona en muchas décadas. Son tan buenos en el reconocimiento facial y la percepción como los prosopagnósticos durante el desarrollo son malos.
Pero, ¿qué determina algo así?
Los superreconocedores tienden a tener un sesgo hacia la fijación en las caras, además, pueden «muestrear más información»
En general, entendemos que las caras son diferentes unas de otras por una serie de características, como es lógico, referentes a la simetría o la cercanía entre rasgos. Pero discriminar una de otra es excepcionalmente complejo e involucra una red de regiones cerebrales, que incluyen el área fusiforme de la cara, el hipocampo anterior, la circunvolución occipital inferior y toda la región occipital-temporal que integran circuitos visuales, auditivos, de memoria y sociales. Cuanto más fuertes sean las conexiones entre estas áreas, mejores serán los sujetos en las pruebas de reconocimiento facial.
En general, percibimos las caras de manera integral, es decir, como una «amalgama» en lugar de una «colección de características discretas». Los investigadores han descubierto que los superreconocedores tienden a tener un sesgo hacia la fijación en las caras, además, pueden «muestrear más información» a través de una cara que la mayoría de las personas haciendo uso de todos los rasgos faciales, incluidos los ojos, las cejas y la boca.
Ahora bien, queda saber qué diferencia a los superreconocedores, si son un grupo distinto. Actualmente, no existe una definición fundamental o consenso sobre los criterios diagnósticos, lo que resulta en una heterogeneidad considerable en los hallazgos de la investigación. Habrá que continuar con ello, aunque sea por simple curiosidad.