Motivado por el éxito del video libro “22 sonetos para no morir”, Guerrillero entrevista a Luis Hidalgo Ramos, su autor y director, a quien el público vueltabajero reconoce como uno de los más laureados realizadores pinareños, también locutor, compositor, cantante y profesor del Instituto Superior de Arte (ISA).
En esta ocasión se trata de una producción de Ediciones Loynaz y la Televisión Cubana en Pinar del Río, disponible en el canal de Youtube de Hidalgo Ramos.
¿Cómo surgió la idea de llevar tu libro, mención en el concurso literario provincial José Álvarez Baragaño y publicado luego por Ediciones Loynaz, al audiovisual?
“Inicialmente mi única pretensión consistía en la escritura y dirección del programa Todo música a propósito del día 14 de febrero. Elegí cinco sonetos que me permitieran establecer una historia fragmentada en escenas y a la vez que me posibilitaran relacionarlos con los temas y relatos de videos musicales. El espacio al aire ofrecería unidades temáticas independientes, pero también un argumento general de 27 minutos. Tan feliz quedé con la puesta en pantalla y con los desempeños de Arasay Suárez, Jorge Luis Lugo y Marlon López, así como de todo el equipo que laboró bajo mi mando, que, tras la edición, decidí filmar los textos de todo el libro.
“Era un sueño ambicioso el rodaje de 17 video arte adicionales, con los recursos de un canal territorial que no está diseñado para la filmación de dramatizados, pero tuve la suerte de que, además de Yosvel Hernández, el productor general, amigos como Dorys Méndez, Nelson Álvarez, Nersys Felipe… y todos los integrantes del elenco no solo brindaron la posibilidad de usar las locaciones de las salas teatrales, los telones y las luces en función de los diseños que soñaba, sino que también apoyaron con los vestuarios y los elementos de atrezo. Fue un trabajo hecho a base de talento puro y a todos agradezco cada participación”.
Cuando tuviste la idea, ¿pensaste en los artistas que querías que actuaran, desde el primer momento?
“Trabajar con actores es algo que me fascina, no solo porque fui actor radial, sino porque desde que laboraba en ese medio los dirigía. Más tarde, en televisión, he vivido muchas experiencias hermosas. Para todo lo anterior, siempre conté con un diseño de producción que incluía sus contratos, lo que garantizaba, desde el arranque, contar con un elenco seguro.
“No sucedió de igual manera con 22 sonetos para no morir. Claro, siendo testarudo como soy al dirigir y teniendo las cosas claras como siempre las tengo, supe desde el principio que Nersys Felipe no podría faltar. Soñé con Arasay Suárez, Marlon López, a quien había dirigido en otros audiovisuales, Jorge Luis Lugo, Filomena Morales, Úrsula Martínez y Nelson Álvarez, pero el resto del elenco fueron propuestas que me hicieron otros directores y con los cuales, poco a poco, fui experimentando.
“Al igual que en el neorrealismo italiano, en el que intervenían intérpretes no profesionales, algo que después repitió el cine latinoamericano y el cine pobre en general, me valí de modelos y artistas de otras manifestaciones que quisieron dejarse dirigir y aceptar construir un personaje frente al lente”.
¿Cuáles fueron tus referentes artísticos para la realización de estos materiales?
“Los mismos que sustentan toda mi obra, lo estudiado a través de una carrera que me nutrió de infinitas miradas, desde el maestro Antonio Vázquez Gallo, uno de los padres cubanos del teatro en televisión, pasando por Octavio Cortázar y Belkis Vega que me adiestraron para la dirección de actores en el docudrama o Rogelio París y Enrique Colina que no solo me enseñaron las estéticas diversas de la historia del cine mundial y de Cuba, sino que me compulsaron a estar detrás de una cámara, con un ojo entrenado.
“Siento que el video arte y el cine o el audiovisual experimental también me rigen en estos casos, y a pesar de que en ocasiones hay una secuencialidad material, se nota mucho también la huella que el video clip me deja, en tanto artista que ha incursionado en ese género y editor que gusta de la fragmentación propia de los montajes rítmicos”.
¿Qué relevancia la atribuyes al video libro como plus del libro impreso?
“Mucha. Si bien el audiovisual y la literatura tradicionalmente han sido caminos diferentes, también es cierto que, a través de la historia, se han complementado, se han hecho préstamos. Un director de televisión y cine no es un promotor, como algunos opinan desde la ignorancia; es un artista que, con una mirada singular desde la cámara y el micrófono puede, entre muchas funciones, interpretar otras artes. Y aunque en mí se armonicen el escritor y el realizador, la puesta en pantalla de los poemas es una reinterpretación de los textos que pasa incluso por el filtro de entonación y emociones de los actores. Es como escribir de nuevo, pero con una paleta más amplia de recursos.
“Se crea entonces un hermoso juego de vínculos y remisiones: el texto te lleva a la imagen y el sonido, pero ellos, a su vez, te conducen a otras e infinitas sugerencias o significados. El libro impreso me resulta una obra singular en sí, mientras que el video-libro es una obra independiente, que puede vivir incluso sin la impresión, porque el arte audiovisual tiene el privilegio de contener lo que las artes individuales no pueden ni necesitan expresar: una insondable mixtura y es, claro que lo es, un material que se ancla, de algún modo, al que lo hizo nacer.
“Es interesante y bello lo conseguido porque también, indudablemente, en un universo más poblado de ‘lectores’ de filmes que de libros, lo filmado hace que, de todas formas, los espectadores se adentren en las páginas, aunque de frente a una pantalla. Eso, finalmente, y a mi modo de ver, enriquece lo puramente literario. Tal vez pienso así porque, lo confieso, jamás me gustaría dejar de ser realizador de audiovisuales, por ser solamente escritor”.