“Luis Pérez fue parte del claustro que inauguró la vocacional Federico Engels. Todos nuestros profesores habían cursado estudios en la enseñanza superior, eran licenciados en educación, en diferentes especialidades, pero solo a Luis se le decía “licenciado”.
“Para nosotros era como un título de la más real nobleza, la del conocimiento, la decencia, la ética, los modales correctos. Enamoraba con sus clases. Nos hizo amar la lectura, nos inculcó el deseo de saber, de buscar en los libros las respuestas al universo de las preguntas que un adolescente puede hacerse. Pertenezco a una generación orgullosa de haber contado con él entre sus educadores. Nos ayudó a ser mejores personas, nos formó como lo que hoy somos: una generación comprometida. A algunos nos sedujo tanto con sus clases y con su liderazgo en las actividades extraclases que quisimos seguir sus pasos”.
Eso me comentó, cordialmente, María Victoria Menoya, directora de Radio Guamá, cuando supo que buscaba información del profe para la redacción de este trabajo. Y es que Luis Pérez es un encanto de pedagogo, siempre heterodoxo. Yo misma no tuve la suerte de ser su alumna, pero disfruté mucho una de sus conferencias en la Universidad de Pinar del Río. Desde entonces, lo mantengo cerca como una especie de “enciclopedia viva” y valoro su amistad.
Nació prematuro a la una de la mañana, bajo el signo astral de los aventureros, sagitario, el 28 de noviembre de 1953. Su cuna fue San Juan y Martínez, hijo único de Claudina y Luis Ángel (Pancho). Ella era maestra de primer grado, él se dedicaba al mundo del comercio y, cuando no viajaba entre provincias, lideraba una esquina caliente del pueblo sanjuanero, siendo fanático del béisbol.
“Mi niñez transcurrió en la más dulce tranquilidad, mis padres supieron educarme sin la creencia de que me lo merecía todo, al contrario, debía luchar por lo que quería”. Recuerda los juegos de chinata en el parque (hoy Parque Martiano) que lo vio crecer mientras crecían sus árboles. Jugaba también a la escuelita con el anhelo de convertirse en maestro, siempre llamando a muchos niños de su edad, de cualquier posición económica y raza.
Estudió Filología en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, y entre los momentos más especiales de su vida atesora el día en que puso en manos de sus progenitores su título. Como hijo único agradecido, sabía que debía regresar para curar la añoranza de sus padres, así que su vida laboral se estrenó en la Vocacional como profesor. “Lo que para algunos compañeros de estudio era una contrariedad tremenda: ir de la filología a la docencia, para mí fue un gustazo.
“Sueño la escuela cubana como una escuela flexible, en la que los planes de estudio, los horarios docentes, todo, sean lo menos esquemáticos posibles. Una escuela que pondere lo mismo la apreciación musical que la informática; que de verdad sea la institución cultural por excelencia de la comunidad y que no encierre al estudiante en un mundo distinto al real”, añade.
Su amiga por años, la profesora de Historia y Marxismo, Mayra García, da fe de su vasta cultura, de su excelencia oratoria y su capacidad organizativa. Cuenta que es meticuloso, perfeccionista, atrevido profesionalmente, persistente hasta el cansancio cuando quiere lograr algo.
Supe que en casa suele ser riguroso en los horarios, preocupado por los detalles, sobre todo, decorativos y despistado. Puede perfectamente poner la cafetera a colar sin agua; abrir la puerta de la casa y dejar las llaves en la cerradura; u olvidar la libreta de abastecimientos en el mostrador de la bodega. Tampoco recuerda nombres, números y fechas de cumpleaños. ¡Y por nada del mundo le muevan un adorno o le dejen una cama destendida! No se pierde un programa de La danza eterna los domingos en la noche y entre sus caballos de batalla tiene a Martí, Guillén y Cervantes, junto a los ensayos de Beatriz Maggi y los escritos de Luis y Sergio Saíz Montes de Oca.
Me consta que junto a él no pueden caminarse dos pasos sin que alguien lo salude con júbilo, sobre todo en su querido pueblo de San Juan. El profesor Sandy Menoya asegura: “Definitivamente es buena persona, de esas que terminas agradeciendo por su vida y su presencia, puede que por su formación en la fe cristiana y por ser un religioso practicante, o quizás debido a su condición de eterno pedagogo. Lo cierto es que no en vano, al cabo de los años, tanta gente lo recuerda, lo aprecia, lo respeta, lo quiere y lo admira. Es generoso, solidario, excelente anfitrión, buen consejero y amigo, valiente y sincero: y estas dos últimas cualidades juntas en no pocas ocasiones le han ganado detractores, porque dice la verdad de frente y expresa lo que siente sin tapujos. Pero también es de los que rectifican y saben reconocer cuando están equivocados”.
Luis se siente muy cómodo donde haya un sillón, “el balance me ayuda a pensar”, dice sonriente. Escribe ensayos y crítica literaria y artística, de hecho, tiene varios premios nacionales de talleres literarios en estos géneros. Ya en los últimos 15 años, su tema de investigación preferido ha sido la comunicación. “Le busco una aplicación a los estudios filológicos”, expresa con el orgullo de saberse útil, “el filólogo no puede quedar encerrado en los estudios lingüísticos; debe aplicarlos a la sociedad”.
Como buen académico y crítico literario advierte que la literatura pinareña necesita escritores con una información amplia de la cultura universal. A veces, los siente enquistados en lo más inmediato, muy aferrados a su entorno. “No concibo que un escritor no haya leído a Dante, la Biblia, El Quijote, etcétera”, por ser textos que aportarían mucho al ejercicio de la escritura.
Conversar con Luis Pérez es un viaje cultural. El profe tiene una mente visionaria y un alma muy joven. Sobre Pinar tiene un reclamo: aún debemos librarnos del provincianismo. En su opinión, la solución está en “confiar mucho en nuestras fortalezas y aprovecharlas, no esperar que todo caiga del cielo, ni de La Habana… Añoro un Pinar del Río cada vez más cosmopolita, abierto. Me duele un Pinar tan limitado, estrecho, me parece que la atomización es mala en el plano cultural y en todos los planos. Si nos integráramos más, pudiéramos vivir en un Pinar menos asfixiante”.
A lo largo de su carrera, el profe ha participado en más de una veintena de eventos nacionales e internacionales, ocupó diversos cargos directivos y académicos, entre los que sobresalen, el de director de la Sede Universitaria Municipal de San Juan y Martínez (2002-2005) y decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la Universidad de Pinar del Río (2005-2010). Luis es miembro de la Uneac y preside en esta la Comisión de Educación, Cultura y Sociedad.
Es un reconocido promotor cultural y en años recientes se le dedicó la Jornada de la Cultura en su territorio como personalidad destacada. También es un martiano por excelencia e integra la Sociedad Cultural que lleva el nombre del Maestro. Es Miembro de la Cátedra Latinoamericana de la Lectura e integra el Comité Continental del IBBY y el grupo nacional creado por la Academia Cubana de la Lengua para la Enseñanza del Español y la Literatura.
Además, fundó y dirigió por muchos años la Cátedra Honorífica Luis y Sergio en el Centro Universitario Municipal en San Juan y Martínez y varios cursos de la cátedra universitaria del Adulto Mayor del municipio. Por sus muchos méritos, ha recibido el reconocimiento Por la Utilidad de la Virtud, así como la Distinción por la Educación Cubana, la Pepito Tey y la Frank País, entre otras.
Actualmente edita el boletín de crítica artístico literaria Acercarte, de la Dirección Municipal de Cultura e integra el equipo asesor del programa Destino Mañana, una colaboración entre TelePinar y la Uneac, que sale al aire los viernes alternos por el canal de los telecentros, a las 12:40 p.m.